Cuando, en 2003 Tarantino dijo que Kill Bill iba a salir a la luz, poca gente imaginaria la estética y el propio diseño que la película iba a tener. La impresión que se podía sacar de un largometraje basado en el personaje La novia suscitaba tantas ganas para los fans de este director y del cine en general, como el placer y el deseo por parte de Tarantino de grabar una película que homenajease a todos los géneros que alguna vez le marcaron –samuráis, Spaghetti western, artes marciales…-.
La trama es bien sencilla: una mujer, la novia, que en el día del ensayo de su boda resulta atacada y dada por muerta por parte de sus antiguos compañeros del Escuadrón Asesino Víbora Letal. Al despertar, y haber perdido a su bebe a punto de nacer, decide emprender un viaje en busca de venganza.
La diferencia de esta entrega de Tarantino en el 2003 conforme a sus películas anteriores –Pulp Fiction, Reservoir Dogs, Jackie Brown– se encuentra en una manera mucho más directa y sin detalles a la hora de contar la historia. Una película concienzudamente creada y dirigida de manera maestra, esa manera de Tarantino que, por dicha época, empezó a sentar cátedra en el mundo del cine. La organización de la misma, con elementos diferenciativo del cine actual, y entrando en momentos de acción, a los que siguen descansos de trama, son un sello que no se creía del cine de dicho director, y cuya finalidad para la película de mantener la tensión y que la obligada espera de escenas únicamente de acción resulte necesario y maestro.
La película fue tildada de hueca y vacía, de no tener un sentido vigoroso. Pero la fuerza de Kill Bill: Volumen 1 reside en la magnífica interacción de imágenes y música, en un estilo único y distinto de crearla, otorgando a la misma un aura de diversión que se suele encontrar excluido de este tipo de producciones. Si, la película esta vacía, y se encuentra con unos diálogos no tan cuidados como la costumbre de este director al que homenajeamos solía presentarnos. Un guion prescindible, pero ahí reside su mágico atractivo: el hecho de que la película este narrada de manera sencilla y otorgando la prioridad necesaria a esto, dando un mayor poder al resto de elementos de la misma, es una muestra de la maestría del director para atreverse con algo diferente, y crear así, algo muy diferente de lo que existía por el momento.
Los personajes no tienen una interpretación portentosa e histórica –más allá de una Uma Thurman con mucha rabia acumulada-. Sus personajes se encuentran vacíos y parecen poseer cuatro frases que tienen que saber soltar en el momento adecuado y ya está. Sin un fondo histórico, ni una relación entre el momento anterior al coma y el posterior para hilar de manera correcta el devenir de dichos personajes. Es decir, Tarantino se basa en lo que quiere, y quiere una película de venganza, que no pretende hacernos encariñar nuestro corazón con unos personajes cuyo final más seguro sea el de perder una extremidad gracias a una katana de Hattori Hanzō.
Pero la música y la imagen son otra historia. El sonido estridente y, si se aumentase su duración, seguro que verdaderamente molesto, anterior a cada escena en la que nos esperan unas coreografías maravillosas sobre lucha de katanas y muertes por doquier, es la muestra de cómo poner al espectador en alerta. Ese sonido constituye un: ¡Chicos, atentos, que ahora llega lo bueno! en toda regla. El estilo musical y su perfecta colocación en la película es uno de esos elementos que han hecho de las películas de Tarantino algo único, pues el manejo de este para ese tipo de situaciones es de manual. La imagen además de ser preciosa incluso cuando se torna de una falsedad suprema, como la nevada que encontrareis en cierto momento, refuerza la idea de una obra maestra en cuanto a dirección, pues la elección del color y los planos de cada escena están cuidados al detalle mínimo. La sangre, a merced de cierta escena en blanco y negro que, de ser en color, seria completamente roja, es otro de los elementos clave, pues su exagerada colocación y expulsión cual fuente de parque público en agosto nos hace ver a un Tarantino divertido, y que pretendía lo mismo para con nosotros.
En definitiva, Kill Bill: Volumen 1 constituye la primera entrega de las dos que hay hasta el momento sobre la chica que busca venganza en un traje amarillo que, a pesar de lo que se pueda decir sobre historia, trama, interpretación o más detalles, resulta de exquisito disfrute para los amantes de este. Es un cine nuevo y renovado, con una estética diferente e innovadora para el público, en la cual la diversión y el disfrute de su aire a videojuego y su estilo de cine tan personal, hacen de la película una gozada atendiendo a la libertad que Tarantino dicta una y otra vez.
Y si con Jackie Brown aseguró que iba a hacer lo que le diese la gana, con Kill Bill: Volumen 1 obsequio a la industria con una frase contundente: Vosotros dejadme la pasta, un poco de tiempo y libertad, y yo hare que ganéis unos puñados de dólares.