Crítica de ‘X+Y’ (2014, Morgan Matthews)

Cartel de X+Y

Título original: X+Y

Año: 2014 (Reino Unido)

Duración: 111 min.

Director: Morgan Matthews

Reparto: Asa Butterfield, Rafe Spall, Sally Hawkins, Eddie Marsan, Jo Yang, Martin McCann,Jake Davies, Alex Lawther, Alexa Davies, Orion Lee, Edward Baker-Close, Percelle Ascott

Guión: James Graham

Fotografía: Danny Cohen

Música: Martin Phipps

Género: Drama

Sinopsis: En un mundo difícil de comprender, Nathan se esfuerza por conectar con los que le rodean -sobre todo con su madre-, pero lo cierto es que sólo encuentra verdadero consuelo en los números. Un día se encuentra con un profesor anárquico y poco convencional, el Sr. Humphreys, cuando Nathan se incorpora al equipo del Reino Unido para competir en las Olimpiadas Internacionales de matemáticas en Taipei. Ambos formarán una inusual y especial amistad.

Crítica de ‘X+Y’

por Lourdes Lulu Lou

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«X+Y = ¡a lo que tú quieras!«

Cuando las emociones, sus sentimientos y vaivenes vencen a todo patrón matemático; cuando dejas de pensar y los sentidos, a la razón ganan; cuando las matemáticas no gustan más que un helado.
Pero me gustan los patrones, porque son entendibles, analizables y estables, controlada variación que, una vez fijada, permite el acceso sentido y llano hacia su conocimiento, belleza infinita que se controla una vez accedes a sus entrañas, sinceridad directa y honestidad palpable que no entiende de empatías terrenales, ni de sufrimiento por no poder expresar el dolor que se lleva dentro y que corrompe toda el alma.
Tener muchas cosas que decir pero no saber expresarlas, miedo a la comunicación, pánico al contacto humano, diálogo frustrado desde su origen, desde ese inepto comienzo que se escapa por no poseer normas y reglas de conducta, por no regirse por una lógica deducible que estudiar y memorizar, relato complejo sobre el confuso crecimiento de un chaval con un don especial para las ciencias exactas, para leer todo lo que le rodea a través de la síntesis y unión de números, desechando todo aquello que se resiste o no encaja dentro de tal cálculo.
A veces tenemos que cambiar para encajar, desarrollo enigmático, perplejo e inusual de una mente prodigiosa que se observa y siente con todo su aislamiento emocional, escondido y a buen recaudo, en refugio firme y seguro, cuya tirantez se tambalea y deja lugar a esa sensitividad ausente, estancada y olvidada, que se abre paso de forma lenta, extraña pero que surge, con la contundencia y sobriedad de llegar para quedarse.
Morgan Matthews presenta una historia anómala, excepcional, difícil de clasificar respecto tu simpatía por ella, cálida dentro de su enorme distancia, de unos respecto a otros, cuando precisan, con urgencia, romper esos sufridos grados de separación, acceso a un círculo privilegiado, de unos pocos genios, que pagan cara tanta inteligencia y sabiduría, soberbia habilidad de un guión para mostrarte los sinsabores y limitaciones, el costoso mundo social que va asociado a tan notables poderes; ser especial, raro, con talento exclusivo parece llevar emparejado esa protegida soledad, como castillo que aisla de la inestable e inconexa convivencia, y las personales relaciones que de ella se derivan.
Te pareces un poco a una tortuga, en tu caparazón, silencioso, observador, por tu aritmético camino donde todo tiene sentido, el resto, ese caos azaroso sin pauta ni criterio, rechazado, anulado al margen de ese cobijo que supone vivir en una isla contigo mismo, sin invitados inoportunos que solicitan inútiles incoherencias como un abrazo, o cogerte de la mano.
Relato espléndido, singular e insólito que retrata de forma sutil, enrevesada y con enorme destreza positiva, la soledad que nos imponemos por miedo a lo desconocido, al riesgo, al rechazo, a perder habiendo amado, a no cometer el error de volver a hacerlo, a deambular de forma catatónica y repetitiva superando, esos días que restan, para la fatigosa suma final.
Un crio, su madre, su profesor y la enorme influencia de su ausente padre, posible abertura que se quebró y dio pie al autismo, mutismo, frialdad e ignorancia de la sensibilidad ajena, dolor expuesto de múltiples maneras pero todas con el mismo mensaje, querer, necesitar, buscar la valentía y renegar de la cobardía y abandono pues la querencia y su estima, a la mínima que te descuides se instala, por sorpresa y sin pedir permiso ni licencia, con repentino toque explosivo se establece y acomoda y, una vez llega, imposible que de nuevo parta.
Veracidad de los personajes por su humanidad interpretativa, por sus sentidas actuaciones, más la solidez de un argumento que presenta la magia del despertar a la afectividad, la dificultad y laberinto de una mente asombrosa y el marcado signo de no proceder según la muestra social estandarizada, de no actuar por generalidades apropiadas, de ser magnífico por esa extraordinaria cualidad de ser único, etapa progresiva de la obsesión, apetencia de esconderse tras cifras y datos a la oportunidad de probar a sonreír, amar y ser besado.
«Como no hablo demasiado, la gente piensa que no tengo nada que decir. No es verdad. Tengo muchas cosas que decir, solo que tengo miedo de hacerlo», comprender y absorber con perspicacia, intelecto y sin fórmulas, como la vida anímica demanda acceso.
Te vas a enamorar de este chaval, no sabes cómo ni por qué, pero sin remedio es lo que harás, pues serás capaz, por fin, de verle tras sus traumas y bloqueos, de encontrar, gratamente, lo que realmente, en él, vale la pena, esa esperanza de sus posibilidades y la delicia de sus encantos, aquello que le ensalza como imprescindible y necesario; y eso, precisamente, es amar a una persona.

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  • 6.5/10
    Realización - 6.5/10
  • 6.5/10
    Fotografía - 6.5/10
  • 6.5/10
    Montaje y Edición - 6.5/10
  • 6/10
    Música - 6/10
  • 6.5/10
    Guión - 6.5/10
  • 6.5/10
    Interpretaciones - 6.5/10
6.4/10

Resumen

Lo mejor: Dejarte seducir por su delicada emoción.
Lo peor: No lograr que ésta te llegue.

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Tráiler de X+Y

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