‘El amor es extraño’ (Ira Sachs, 2014)

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Si algo se le debe agradecer al director Ira Sachs, es haber iniciado una trilogía sobre la vida homosexual en la gran manzana. Si con ‘Keep the Lights On’, el director ahondaba en la relación de una pareja de hombres jóvenes a lo largo de 10 años y de cómo va cambiando dicha relación; en su siguiente film, ‘El amor es extraño’, el realizador se aleja de la juventud, la melancolía y las infidelidades para retratar a otro tipo de pareja, la de unos hombres en su plena senectud, con un amor que ha soportado los vaivenes de los años y llena de optimismo.

Cuando en 2011 se legaliza el matrimonio homosexual en el estado de Nueva York, Ben y George deciden casarse después de 39 años de convivencia. Al poco de la celebración, George es despedido, sin explicación alguna, de la escuela católica donde enseñaba música. Es cuando la pareja pierde su piso en el elegante barrio de Chelsea, en pleno corazón de Manhattan; ya que Ben está jubilado y la aportación de ambos no llega. Con lo cual, la pareja deberá separarse forzadamente, puesto que Ben se queda a vivir con su sobrino Elliot, casado con Kate, de profesión escritora, y que tiene un hijo adolescente. Mientras que George se queda a vivir con unos vecinos, una pareja de policías.

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Pese a la delicada situación que expone, Sachs teje una puesta en escena en la que la melancolía o el dramatismo no están enfocados desde un punto de vista trágico sino con una visión cómica, positiva. El director pone en una situación de revisión a una pareja que lleva años junta, que se supone que ya han pasado los años de tormenta, de incertidumbre. El propio director afirma influencias de películas como ‘Sucedió una noche’ de Frank Capra o ‘Las tres noches de Eva’, de Preston Sturges. Sin embargo, su temática recuerda más a obras como ‘Cuentos de Tokio’ del celebérrimo Yasujirō Ozu e incluso más a la obra que sirvió de inspiración para la fábula japonesa, ‘Dejad paso al mañana’, de Leo McCarey.

Sachs alberga dos puntos que se entrelazan. El despido improcedente y homófobo de George es un inicio de una serie de preguntas que dejan poso. El cariño y las relaciones con los amigos y familiares se ponen en riesgo con la convivencia diaria, el matrimonio también tiene que enfrentarse a una situación nueva que pone de manifiesto cual frágil puede ser una supuesta seguridad económica forjada a lo largo de los años.

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Todo fluye con una naturalidad entrañable que encandila gracias a la magistral interpretación de los actores protagonistas, John Lithgow y Alfred Molina. Ambos tienen una química espontánea, cada mirada y expresión es la de una pareja de años, de las de toda la vida, esas relaciones que apenas se ven en los últimos tiempos. Ese amor que se profesan es un tipo de amor poco mostrado en cines, un amor transformado en cariño y confianza, que se ve amenazado por la inestable situación económica a la que se enfrentan. Y estos actores vienen acompañados por unos secundarios que aportan brillo y, si caben aún más, autenticidad al relato. El retrato de Manhattan es bellamente otoñal, brillante y cuidado.

Al igual que ‘Un hombre soltero’ o ‘La vida de Adèle’; ‘El amor es extraño’ hace el llamado activismo por la causa en su manera sincera y natural de mostrar la situación de los protagonistas, sin discursos panfletarios, sentimentalismo barato o falso victimismo. Aunque tampoco es políticamente correcta como ‘Brokeback Mountain’ o ‘Mi nombre es Harvey Milk’. Se agradece también que muestre a dos hombres en la tercera edad y no hombres herculinos y vanidosos, alejados de los cánones de belleza de los gais. Ira Sachs firma una obra elegante, intimista y que cautiva al corazón.

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