Jim Mickle es uno de los directores románticos que sabe actualizar las fórmulas del cine de serie B tan creativo como fue el de los años 70, 80 y 90. Sus anteriores filmes, ‘Vampiros del hampa’ y ‘Somos lo que somos’, demuestran un sentido coherente del código del cine de esas épocas y que sabe actualizarse sin perder su esencia. Con ‘Frío en julio’, adaptación de la novela homónima escrita por Joe R. Landsdale, continúa con esa tendencia.
Este de Texas, año 1989, la vida de Richard Dane se trastoca cuando un desconocido entra a medianoche en su casa para robar. Alertado y con medio de que pueda atacar a su esposa e hijo, dispara en defensa propia al delincuente y lo mata sin querer. Pese a que se trata de un caso de legítima defensa, el padre del fallecido no lo considera así y buscará la manera de vengar la muerte de su hijo.
La premisa resulta, a simple vista, una extraña forma de thriller de ajustes de cuenta en el que el protagonista, un hombre de lo más mundano, se ve envuelto en forma de antihéroe. Sin embargo, el guion de Mickle y Nick Damici sigue el espíritu de intriga del libro para dar hasta dos giros inesperados a una trama difícilmente predecible. El cineasta sabe jugar con el poco presupuesto con el que ha contado, cercano al ambiente de opresión de la reciente ‘Blue Ruin’. Aunque ‘Frío en julio’ carezca de la denuncia social, en forma de sátira, sobre el excesivo uso de armas; su barroco mensaje sobre la venganza cuerpo a cuerpo en lugares alejados de la justicia se antoja atractivo.
Y es que el antihéroe protagonista, encarnado estupendamente por Michael C. Hall que deja de lado esa sombra perversa de ‘Dexter’, abandona esa faceta inicial que se transforma en un tipo de Macguffin para llevar la trama por otros lares para convertirse en una intriga donde entran en escena ese padre vengador, soberbio Sam Shepard, y un amigo detective de éste, un espléndido Don Johnson. Los tres conforman un desconcertante terceto que se combina maravillosamente.
Una mezcla de misterio, venganza y curiosidad dejan de lado el thriller para convertirse en un drama de misterio cercano a los retorcidos filmes de Hitchcock. Sin embargo, el savoir-faire de sus creadores vuelve a dar un radical cambio para llevar el metraje a un cine de acción cercano al ‘Pulp Fiction’ de Quentin Tarantino con aroma a western clásico. Asombra el cambio en tres actos de esta propuesta que aumenta la expectación de un final que apenas se vislumbra.
Con influencias de importantes directores como John Dahl o John Carpenter y de filmes como ‘La muerte golpea dos veces’ o ‘Red Rock West’, la combinación actoral, la coherencia de esa trama retorcida por sus giros pero constante provocan una experiencia completamente disfrutable. ‘Frío en julio’ es la propuesta más ambiciosa en la carrera de Jim Mickle. Quizás tenga un final convencional que se deje algún cabo suelto por el camino, pero su método y franqueza a la hora de realizar la película hace que esos errores sean nimiedades.
El cine de acción puede tener carácter independiente, con personalidad autoral. ‘Frío en julio’ es un ejemplo sobre saber recoger las influencias y figuras ya existentes e innovar para ofrecer un nuevo tipo de enfoque.