El refrán popular reza: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. En este caso se puede utilizar sobre la fe hacia Dios. No es que el segundo largometraje de John Michael McDonagh, ‘Calvary’, sea un relato que se centre en hablar sobre la pérdida del credo pero sí que parte como una interesante reflexión sobre un mundo que se muestra esperanzador (sus bellos paisajes fotográficos lo atestiguan) al igual que decadente.
Nada más abrir el telón se hace tal declaración: “Probé el semen a los siete años por primera vez”; con esta espeluznante confesión, un hombre le revela al padre James, el protagonista, que fue víctima de abusos sexuales cuando era niño por parte de un cura y que, como venganza, le matará a él aunque no haya tenido nada que ver por, justamente, ser inocente de aquél crimen. McDonagh no deja sitio al drama en dicho inicio, empieza de manera directa, casi fulminante. Y aquí es cuando empieza el calvario del protagonista.
El párroco inicia así un camino de siete días semejante al vía crucis, donde se topará con unos feligreses nada amables. La imagen actual de un sacerdote no es precisamente positiva, es larga la sombra que tiene la Iglesia Católica sobre los casos de pederastia, como también son conocidos los abusos de poder que cometió en la historia más reciente del mundo contemporáneo. Y es paradójico que justo aquel hombre inocente y honesto sea el que represente un camino ejemplar y por pertenecer a la institución que representa sea ajusticiado. Otro refrán que viene como anillo al dedo ante esto: “Pagan justos por pecadores”.
El cineasta crea una atmósfera de intriga, cercano inicialmente al thriller. El sacerdote sabe quien es el que le ha amenazado, pero el espectador lo desconoce. Con lo cual, esa identidad se mantiene en vilo hasta el último momento. Por ese lado, se crea ese ambiente que envuelve al público en un círculo de ansiedad y de presión que recuerda a las películas de Hitchcock, ese cura angustiado de ‘Yo confieso’ viene la mente, pero eso es sólo en el inicio del camino al calvario. Porque McDonagh desea ir por otros derroteros.
Una vez creado el misterio, el realizador y guionista lleva a su protagonista a un viaje de decadencia, de vacía inmoralidad ajena. Cada feligrés al que visita comete, conscientemente y con alevosía, un tipo de pecado que pretende crear polémica en terceros pero que causa más lástima que otro tipo de sentimiento. El cura es rechazado y denostado por lo que es, por lo que su vestimenta significa. Ahí reside el daño moral ocasionado por ciertos miembros de la Iglesia Católica. McDonagh no rechaza su inspiración e, incluso, homenajea en la cinta a ‘Diario de un cura rural’, esa obra maestra de Robert Bresson.
Cierto que hay dilemas, cierto que hay preguntas pero el realizador no pretende dar lecciones de moral, sólo deja caer una bola de nieve con consecuencias que cada uno decide como interpretarlas. Lo que lleva a este “Calvario” a un nivel aun mayor es la magnífica interpretación de su protagonista, Brendan Gleeson. Este actor sabe plasmar la idiosincrasia de Irlanda, de lo positivo y negativo, en este caso muestra ese conflicto que tiene un país que rechaza la mala praxis de una institución que le ahogó pero, a la vez, necesita una respuesta espiritual que no sabe dónde encontrarla porque la nada le es abismal.
Entre la estupenda interpretación de Gleeson junto con cada muestra de decadencia y pérdida de fe no sólo espiritual sino en la propia humanidad; el realizador no pretende ser fatalista pese al clima que ha creado sino que muestra que aún existe esperanza, reconciliación; hay cierta mirada de comedia negra, aunque mucho más suave que en su anterior cinta, ‘El irlandés’. Se habla de pecados pero apenas se habla de virtudes, cuando aquellas deben ser más escuchadas. El perdón es una de ellas y necesaria para seguir hacia delante y no dejarse intoxicar.
Como hizo Dietrich Brüggemann en ‘Camino de la cruz’, McDonagh lleva su personaje hasta las últimas consecuencias de predicar con el ejemplo. Como dijo Jesucristo a los fariseos: “No es lo que entra en la boca lo que contamina a la persona; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina a la persona” (Mateo 15:11). Un relato sobrecogedor hacia el Monte del Calvario que atrapa gracias a su saber hacer.