‘Alguien a quien amar’ (Pernille Fischer Christensen, 2014)

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Hay que agradecer el hecho de que la directora Pernille Fischer Christensen decida realizar una película con una trama tan manida como folletinesca. La historia del padre que vuelve al redil familiar cual hijo pródigo se ha visto múltiples veces, especialmente en las sobremesas de canales de televisión. Sin embargo, ‘Alguien a quien amar’ ofrece un nuevo enfoque a una canción como no hay otra igual.

El cuarto filme de la realizadora danesa es la historia de Thomas Jacob, un reconocido cantautor de fama internacional que reside en Los Ángeles. Después de mucho tiempo regresa a su Dinamarca natal para grabar un nuevo disco. Y es que esta vuelta a los orígenes es diferente a otros viajes, ahora Thomas ha superado su adicción al alcohol y las drogas, está limpio. Pero a Thomas el retorno a su país no sólo será por motivos profesionales. Su hija, con la que no habla desde hacía mucho, toma contacto con él para pedirle que se haga cargo de nieto, Noah, de sólo 11 años debido a que ella va a ingresar en un centro de desintoxicación. Es aquí cuando el forzado abuelo tendrá que crear un vínculo emocional con un niño que sólo le ha conocido a través de los conciertos que ha visto en televisión.

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Christensen ha sabido dirigir con cabeza fría y raciocinio esta historia. Para ello ha puesto el peso fuerte en la interpretación de Mikael Persbrandt, que interpreta al atormentado emocional Thomas. Este intérprete sueco es uno de los más versátiles por tierras escandinavas y muestra un personaje que se ha cerrado al mundo, que ahora sólo tiene su refugio en la música ya que las adicciones malignas las ha tenido que eliminar. Se desconoce su vida prácticamente su vida anterior a lo que se muestra pero Persbrandt hace que se intuyan varios aspectos acerca de la vida de esa estrella del rock que vive cual misántropo con sus seres queridos. Una mezcla acertada entre Leonard Cohen, Pierre Bachelet y Richard Howley, el protagonista resulta un canalla empático.

Para ayudar a este enfoque se encuentra como respuesta a Sofus Rønnov, este niño debuta con Noah, el nieto del evasivo músico. Y es que Noah es lo que motiva a que el muro de hielo del cantante se resquebraje, que con sus miradas y sus sencillas palabras dice lo que los demás no se atreven: “No sabes amar, haces daño a la gente”.

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Para evitar momentos edulcorados y excesivamente dramáticos, la cineasta dirige con una severidad nórdica, calcula los diálogos, no se excede y aprovecha las secuencias al aire libre para mostrar los sentimientos de los protagonistas sin ayuda de diálogos innecesarios. La fría y gélida Copenhague es la que trasmite esa imposibilidad de mostrar sentimientos. Los giros dramáticos resultan sorprendentes, lo predecible se difumina, se duda de lo que se intuye.

Mención aparte la música, no se puede obviar una película donde la música es el principal canal para conectar con las almas. Esa es la forma con la que el protagonista consigue transmitir sus emociones, esa es la forma con la que mejor se entra en su psique. No resulta desgarradora como lo fue ‘Alabama Monroe’ pero si es acertada gracias a los momentos de catarsis que consigue.

No está a la altura de la nombrada película belga pero sí continúa en la línea de películas como ‘Wilbur se quieres suicidar’ ofreciendo una historia que se escapa a los culebrones pero que no evade los temas que más valor tienen de ese género. ‘Alguien a quien amar’ resulta una buena elección, no es trascendental pero su franqueza y elegancia hacen que merezca la pena.

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