‘Prospect’ (2018). El discreto encanto del retrofuturismo | A Buenas Horas

Una adolescente y su padre viajan a una luna remota en busca de riqueza. Pero hay otros ambulando por el tóxico bosque de la luna y el trabajo rápidamente se vuelve una desesperada lucha por escapar de allí.

Estupenda sci-fi de bajo, pero muy bien aprovechado presupuesto con la que Christopher Cadwell y Zeek Earl debutaban en el largometraje adaptando su propio corto homónimo. Precisamente, lo primero que llama la atención de ‘Prospect’ es el savoir faire de sus responsables para estirar hasta sus últimas y casi inconcebibles posibilidades una  dotación financiera precaria como poco, sobre todo habida cuenta de los honorarios que debieron de satisfacérsele al mandaloriano Pedro Pascal.

Alienta en ‘Prospect’ el espíritu de grandes maestros del género, tales que Andréi Tarkovski —ese enigmático bosque, no apto para alérgicos a las gramíneas, donde tiene lugar la historia— y especialmente Ridley Scott, en sus tramos más netamente aventureros, las herrumbrosas naves espaciales —todo clavijas, botones y ranuras, nada de pantallas táctiles Full HD—, así como en esa peculiar forma de vida subterránea, animal, vegetal y mineral a un tiempo, y, a su modo, cronembergiana incluso. Asimismo, resuenan en los encuentros extemporáneos y tiroteos traperos los ecos del western crepuscular al estilo de los hermanos Coen y su versión de ‘Valor de ley’ (‘True Grit’, 2010).

La apuesta por una estética retrofuturista supone todo un acierto. En días de superficies pulimentadas hasta lo resbaladizo y proliferación de leggins con extra de paquete, se agradecen esas escafandras remendadas y erizadas de tubos parcheados, cada una de su padre y de su madre, tan apolilladas que diríanse adquiridas en un mercadillo del Ejército de Salvación. El departamento artístico alumbra una miríada de objetos cotidianos que dimanan un embriagador encanto analógico: del bisturí de dos velocidades con aire de navaja suiza a esas armas de fuego que más bien parecen dispensadores de caramelos PEZ, pasando por los destartalados interiores antedichos y las guías de usuario en papel resobado. Mención aparte merece lo de curarse balazos, puñaladas y amputaciones con Poxilina,  must quirúrgico donde los haya.

Encabeza el reparto, igualmente escueto, un Pedro Pascal que suma a su bigote burtreynoldsiano —con perdón del cacofónico neologismo— y habitual cinismo carismático una retórica de vendedor de crecepelo, tan verborreica, por ende, como ineficaz. Le da la réplica una Sophie Thatcher sumamente prometedora. La prestancia con que aguanta el primer plano, la hipoxia y las turras de su compañero de fatigas resulta, por sí sola, digna de encomio.

Tráiler

¿Pasa el corte?
Overall
3.3
  • Fotografía
  • Originalidad
  • Interpretaciones
  • Guion
  • Edición y montaje
  • Banda Sonora
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Puntos fuertes

  • Lo mejor: La sugestiva estética retrofuturista y el variopinto attrezzo analógico. La prometedora irrupción de Sophie Thatcher.
  • Lo peor: Que películas mucho peores cuenten con medios económicos y técnicos infinitamente más generosos. 

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