Un pequeño pueblo rural es el paraíso de una niña de ciudad y la jaula de una adolescente local. Dos historias paralelas que transcurren entre secaderos de tabaco durante un verano teñido de realismo mágico.
‘Secaderos’ ha dejado a su paso un reguero de comentarios tan dispares como la historia de sus dos protagonistas. No es esta cinta para todos los públicos, creo que alcanza mucho mejor a aquellos que aun adorando su tierra y luchando por ella día a día, a su manera, son conscientes de sus limitaciones. La Vega de Granada pocas veces es noticia y mucho menos sale en la gran pantalla. La emoción que como granaína me ha inundado al reconocer el color de la tierra, sus gentes y formas de vida, es compleja de poner en palabras, y por eso creo que ‘Secaderos’ es un trabajo maravilloso, porque consigue poner imagen, música y letra a todo lo que sentimos quienes aquí pasamos nuestros días.
Hace falta ese realismo mágico para soñar esta tierra. La figura de Vera, esa niña que disfruta y atesora de cada minuto en la casa del pueblo de los abuelos y que, sin saberlo, lucha contra los enormes monstruos que son la economía feroz, desvinculada de la poca humanidad que siempre le ha correspondido, y el inexorable paso del tiempo que pronto acabará con la vida como la conocían nuestros abuelos, es la inocencia que se le reconoce a lo rural. Una inocencia que también le atisbamos a Nieves, esa adolescente que de cuando en cuando se permite soñar con una vida más allá de lo siempre conocido.
Es a través de esa adolescente insegura e inconformista, que de pronto no encaja en el mundo que siempre ha sido suyo, que vemos el canto perfecto a la adolescencia rebelde del campo, esa que piensa que se está mejor en la ciudad, que necesita escapar, ver mundo, pero que en lo profundo de su ser reconoce que solo podría caer rendida en medio de la nada, y descansar sintiéndose protegida, en esa tierra que la ha visto crecer.
Es en los abuelos de la película donde sentimos el dolor de ver que lo trabajado toda una vida pronto se esfumará. Su identidad hecha adosados debido al crecimiento desmesurado de la ‘civilización’, si es que puede llamarse así a aquello que arrasa sin miramientos. Es este un grito, con un pequeño gesto, a todo lo que está mal en este mundo. ‘Secaderos’ tiene la capacidad de hacernos soñar con criaturas fantásticas y a mismo tiempo golpearnos con un realismo social ante el que intentamos cerrar los ojos diariamente.
Con unos diálogos que te hacen reír mientras te reconoces a ti misma o a los tuyos hablando. Con esa naturalidad y frescura de la que siempre deberíamos jactarnos, nos atrapa y hace quedarnos a invertir nuestro tiempo en una cinta que nada y todo tiene de documental. Técnicamente la directora juega con el detalle de las pequeñas cosas recreando una imaginería ancestral que se encuentra fuertemente arraigada en nosotras. Se aferra a las raíces que nos atan y dan alas a un mismo tiempo gracias a una propuesta narrativa atrevida y creativa.
Algunos se reconocerán en la cinta, se verán tan nítidamente como el quien se mira en un espejo, otros se asombrarán ante la forma de vida que les parecerá irreal, inventada, de otra época, pero quien se atreva a verla reconocerá en ella el buen hacer estilístico de sus encuadres, sus bellos y cuidados efectos especiales, sus frescos diálogos y las ganas de vivir de sus personajes. Poco más puede pedírsele a una película que te atrapa y que despierta nuestra curiosidad mientras nos preguntamos hacía donde nos llevará ese monstruo de hojas de tabaco.
Tráiler de ‘Secaderos’
¿Nos encanta?
Overall
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Fotografía
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Banda Sonora
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Interpretaciones
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Guion
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Edición y montaje
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Originalidad