Tras la discutida ‘El hombre del norte’ (‘The Northman’, 2022) —puesta en imágenes de la ‘Vida de Amleth’, saga nórdica adaptada por Shakespeare en su celebérrima ‘Hamlet’—, Robert Eggers se fija en otra obra literaria, mucho más conocida por cuanto filmada —con muy dispar fortuna— en infinidad de ocasiones, caso de ‘Drácula’. Y lo hace arriesgándose por partida doble, habida cuenta de que no sólo rueda la enésima versión de la novela de Bram Stoker, sino que a su vez aspira a actualizar un título de capital importancia en la historia del cine como es el ‘Nosferatu’ (‘Nosferatu – Eine Symphonie des Grauens’, 1922) de Murnau. La valentía, desde luego, no se le puede negar.
Con poco que añadir a la famosa trama, Eggers no se complica la existencia a tal respecto, limitándose a empoderar a la tradicionalmente pasiva damisela en apuros Ellen Hutter-Mina Harker. Una decisión coherente con el actual zeitgeist sin resultar forzada ni desentonar con la lógica de las fuentes antedichas; a diferencia, por ejemplo, del delirio woke en que degeneraba ‘El último viaje del Démeter’, (‘The Last Voyage of the Demeter’, 2023), con la que comparte lore y, por suerte, apenas nada más. Esta ‘Nosferatu’ incorpora también un puñado de sustos y algún que otro pasaje de contorsionismo poseso a fin de satisfacer a la parroquia más convencional.
Eggers es un realizador superdotado para la construcción de atmósferas malsanas, y la de esa ciudad hanseática azotada por una devastadora peste sobrenatural se presta especialmente a ello, así como para recrearse en el virtuosismo visual que le caracteriza, merced a unos encuadres de milimétrica belleza y a un pictoricismo puesto de manifiesto con pecaminosa fruición en unos interiores iluminados, igual que en la reveladora ‘La bruja’ (‘The Witch’, 2015), con la luz natural de trémulas velas y crepitantes hogares. En consecuencia, acerca de la dialéctica entre naturalismo y expresionismo que cabía esperar de la trayectoria de Eggers y del material con el que aquí trabaja, hay una preferencia clara por el primero, si bien no faltan juguetonas referencias al segundo, como el diseño de los títulos de crédito o la sombra (chinesca) del monstruo en busca de su víctima postrera.
La película se engalana con unos lujosos valores de producción en su día vedados a las dos ‘Nosferatu’ anteriores, sobre todo la de Werner Herzog (‘Nosferatu: Phantom der Nacht’, 1979), que vista hoy se antoja de una cutrez asombrosa. De hecho, en ese aspecto se encuentra más próxima a la exuberancia goticista del ‘Drácula de Bram Stoker’ (‘Bram Stoker´s Dracula’, 1992) de Coppola que a la precaria sobriedad de sus dos referentes principales. A fin de cuentas, Robert Eggers es uno de los escasos directores que, fuera del cartel Disney-Marvel-Lucasfilm, logra seguir llenando las salas; de modo que no extraña su —hasta la fecha, merecida— condición de niño mimado de la industria y los generosos presupuestos con que suele agraciársele.
En el apartado interpretativo, más que de chupasangres irredento, el conde Orlok encarnado por Bill Skarsgård tiene pinta de húsar prusiano próximo al retiro, bigote morsa incluido. Me parece que a la inquietante fisonomía del benjamín de los Skarsgård no le hace falta semejante ensaladilla de maquillaje, prótesis y CGI para dar miedo. Mejores sensaciones transmite Lily-Rose Depp, quien, pese a haber heredado buena parte de los irritantes tics de su padre, entrega una Ellen Hutter de sobra creíble en su esquizoide carnalidad, el sueño (lúbrico) de cualquier junguiano. Tanto es así que, comparado, el Thomas Hutter compuesto por Nicholas Hoult palidece sin remisión. Y en cuanto a Willem Dafoe, que curiosamente hace 25 años interpretó a Max Schreck en la estupenda y metacinematográfica ‘La sombra del vampiro’ (‘Shadow of the Vampire’, 2000), se mete sin complejos ni medias tintas en un papel —el suyo, sí— de hiperbólica raigambre expresionista.
Tráiler de ‘Nosferatu’
¿nos encanta?
Overall
-
Fotografía
-
Interpretaciones
-
Banda Sonora
-
Edición y montaje
-
Guion
-
Originalidad
User Review
( votes)Resumen
- Lo mejor: la sofocante atmósfera y una fotografía, como siempre, superlativa. Un lujoso diseño de producción del que, por desgracia, no gozaron las ‘Nosferatu’ anteriores. Una Lily-Rose Depp empoderada, carnal e histérica perdida que deja en mantillas a (casi) todos sus compañeros de reparto.
- Lo peor: con tan poco que añadir a la celebérrima historia, el argumento se antoja inevitablemente previsible. Un Bill Skarsgård cuyas turbadoras trazas y técnica interpretativa quedan sepultadas bajo innecesarias paletadas de maquillaje y CGI.