Crítica de 'Lift: Un robo de primera clase'

Una banda internacional de atracadores recibe el encargo de evitar un ataque terrorista. Para ello, deberán llevar a cabo un atraco en un avión en pleno vuelo.

En ‘Lift: Un robo de primera clase’ hay muchas cosas que no terminan de ser las más correctas. Si se quería hacer una comedia, no termina de hacer gracia en ningún momento; si se pretende hacer una película de acción, no hay instante en el que la misma sea correcta o que funcione; si la idea era hacer una gran cinta de atracos, esta copia de los grandes puntos de estas películas de robos no llega en ningún momento a tener esos instantes que nos hagan estar pegados a la pantalla, incluso ‘Berlín’ tiene mejores instantes en el instante del robo que ‘Lift: Un robo de primera clase’.

Los personajes que nos encontramos son caricaturas de los clásicos de este estilo de películas, ni más ni menos que clichés constantes en sus conversaciones y actos van fluyendo con un metraje repetitivo y sin originalidad; tan manido en la mayoría de lo que nos cuenta que es bastante previsible y muy poco sorpresivo, lo que evidencia errores en su montaje y le resta un interés a la película mayúsculo. Su guion no ayuda, ya que lo que podía haber sido algo medianamente gracioso (tal y como esperas en películas de este estilo) o cargado de emoción (algo que no estaría mal), se queda en unos comentarios que rozan lo absurdo y en la alimentación de una trama que no funciona más allá del entretenimiento más arcaico y sencillo.

Planísima. ‘Lift: Un robo de altura’ es una mezcla de todo lo que una película de atracos quiere hacer para que sea efectiva juntadas en un mismo largometraje, pero carente de personalidad o estilo propio, siendo únicamente una copia de elementos de otras películas que funcionan para intentar que la efectividad en esta sea total. No resulta aburrida debido a que está creada con el fin del entretenimiento más puro, pero si que resulta plana, sencilla, en ocasiones absurda y, en definitiva, con muy poquito encanto.