La vida en las pequeñas ciudades no cambia demasiado con el paso del tiempo. Tampoco entre unos lugares y otros. Florence Green, la protagonista de la última película de Isabel Coixet, decide abrir una librería en la Inglaterra de finales de los años 50. Allí, se dejará llevar por una trama que podría haber salido de una fábula de la antigüedad o ser perfectamente extrapolable a la corrupción local de nuestros tiempos.
Con La librería, la directora logra un fiel retrato de los hilos que se mueven en los entornos provincianos, donde el poder, el prestigio y el dinero convierten a sus habitantes en presas de un determinismo en el que a cada uno le tocará jugar su papel sin salirse de la raya.
El potente elenco de actores eleva a la lista de personajes que completan el abanico de los arquetipos literarios, dotando de múltiples matices a un mundo dividido, en palabras de la protagonista, entre exterminadores y exterminados.
Emily Mortimer interpreta a una austera luchadora que aspira a vivir entre libros y llevar a su entorno de esa felicidad que a ella le provee la literatura pero que nadie parece demandarle. Patricia Clarkson borda a una aristócrata desalmada con un verdadero don para la tergiversación consiguiendo un personaje antagónico de libro pero verdaderamente carismático. Y la pequeña Honor Kneafsey logra, con tan sólo 12 años, una interpretación magistral a medio camino entre odiosa resabiada y adorable niña prodigio.
“Nadie se siente solo entre libros”
Estas tres mujeres protagonistas, como suele ser habitual en las películas de Isabel Coixet, tienen su origen en una cuarta: Penelope Fitzerald, una escritora británica que plasmó por primera vez esta oda a la literatura en una novela publicada en 1978, nominada al Premio Booker.
En ella, sus protagonista se desenvuelven en lo que pasará de ser un edificio en ruinas a punto de derruirse a una agradable librería, vestida cada vez con más y mejores libros, como escenario principal de la acción. Estos mismos libros serán también el elemento principal a la hora de trabar una estrecha relación con el personaje más huraño de la aldea.
Bradbury y Novokov, a través de sus respectivas Farenheit 451 y Lolita, ponen ese toque literario disrruptor que hará despertar hasta al entorno mas conservador.
El paseo de Wes Anderson por la campiña inglesa
En medio de toda esta literatura, la trama se mueve entre héroes y villanos o entre soñadores y usurpadores de sueños en la Inglaterra rural con un ritmo en sintonía con la vida de la pequeña ciudad. Durante sus casi dos horas de metraje la acción nunca se vuelve frenética e integra los puntos de giro en los lugares cotidianos.
Pretendido o no, el resultado será tan sobrio y contenido que reflejará a la perfección, apoyado por sus personajes, el carácter inglés. Pero en medio de esta perfecta recreación de la campiña inglesa a finales de los 50, entre colores pastel, tazas de porcelana y libros de Penguin que recuerda en ocasiones al cine de Wes Anderson, sorprenderá la valentía de la protagonista de La librería de Coixet con un espíritu antisistema al anteponer sus sueños a las dinámicas locales.
Quizás por eso, Isabel Coixet ha decidido estrenar su nuevo filme en la Seminci de Valladolid, un entorno que la directora ha catalogado como de “cinéfilo sin pretensiones”. En la línea con esta película sencilla, que no busca contar más que lo que no es. Una historia intimista, que a pesar de ser modesta en sus ambiciones deleita con un elenco incomparable de personajes que luchan en un mundo impasible a los devenires de la vida.