‘Hay una puerta ahí’ retrata el nacimiento de una amistad entre dos hombres, mientras uno ayuda al otro a morir. La aceptación del dolor, el sentido del humor, la familia y los amigos, las ideas y las creencias, la vida y el final, atravesarán el tiempo que Fernando y Enric conversaron a través de dispositivos electrónicos, separados por un océano, en mitad de una pandemia que nunca permitió que se pudieran encontrar.
¿Quiénes son los protagonistas de este documental?
El doctor Enric Benito, es médico especialista en oncología y miembro de honor de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos. Fernando Sureda es la persona a la que ayuda a morir, un reconocido contador uruguayo que protagonizó la lucha por la eutanasia legal en su país, junto a su familia. ‘Hay una puerta ahí’ es la historia del nacimiento de una inesperada amistad.
¿Quiénes son sus directores?
Juan Ponce de León
Nació en Montevideo, en 1985. A los 19 años comenzó a estudiar en la Escuela de Cine del Uruguay y durante 4 años de carrera realizó varios cortometrajes. Paralelamente trabajó en Contenidos TV como realizador para diferentes programas de televisión (Vidas, Planta Baja, Sin Atajos). Se recibió en 2008 como director y montajista. Desde 2008 a la fecha ha trabajado como director, editor y asistente de dirección, tanto en cine como en publicidad. En 2009 escribe y dirige el cortometraje Beethoven Grandes Éxitos. Fue asistente de dirección de la película La Casa Muda y de Adicciones, unitario de 13 capítulos emitidos en Teledoce. En 2012 dirigió la campaña del BHU y el documental ‘Vigilia, the creation of La Verità’ junto a Facundo Ponce de León. Entre 2013 y 2018 realiza la serie documental “El Origen”, emitida por Teledoce. En el 2017 también dirigió el documental ‘Cuba: Music Revolution’, que fue seleccionado en el Santa Barbara Film Festival y en el Madrid IFF 2018. En 2020, durante la pandemia, filma el cortometraje ‘Inside’ para un festival de cortos en India. Obtiene el premio Mejor cortometraje del 2020 y Cortometraje con mayor cantidad de visualizaciones. En el último festival de Marketing de contenidos latinoamericanos, su realización ¨Soñar¨ ganó el premio de mejor largometraje. Tiene una sensibilidad narrativa que ha generado reconocimientos a nivel nacional e internacional. Sus películas documentales, creaciones televisivas y cortometrajes tienen un estilo que lo distingue. Una mirada profunda, creación de climas conmovedores y composición de encuadres que logran que el espectador sienta que está dentro de sus películas.
Facundo Ponce de León
Es un comunicador que conecta con sus entrevistados y con el público desde una profundidad muy especial. Ha creado contenidos vinculados a la historia, la vejez, los cuidados, el arte y la política. Nació en Montevideo en 1978 y es Doctor en Filosofía por la Universidad Carlos III de Madrid.
Comenzamos la entrevista
Marta: Hola Juan, es un placer poder hablar contigo.
Juan Ponce: ¿Cómo anda? Mucho gusto.
Marta: Muchísimas gracias por hablar con nosotros. Están siendo, seguro, unos días ajetreados con la presentación en el Festival del documental. ¿Qué tal ha sido la experiencia de estrenar en Málaga?
Juan Ponce: Mirad, fue ayer de noche. Y la verdad que fue muy, muy conmovedor para todo el equipo. Fue de hecho muy linda. Había mucha energía cargada en la sala porque la película es muy especial y la verdad que quedamos felices.
Marta: Además, esta tarde tenéis charla y supongo que también volverá a ser em motivo el poder estar trabajando alrededor de una misma mesa con el doctor y que la gente pueda hacer preguntas esta tarde sobre el documental.
Juan Ponce: Sí, sí. Ahora tenemos una mesa con la película también de Juan Carlos Unzué que va a estar acá y vamos a tener una mesa de las dos películas. Bueno, pero la verdad que estamos muy contentos de estar acá el festival.
Marta: ¿Cómo os llegó este proyecto?
Juan Ponce: Mira, este proyecto nos llegó porque nosotros tenemos una productora y hacemos programas de televisión y cuando Fernando y Enric empiezan a tener esas conversaciones en zoom y empiezan a intuir que podía haber un documental, por eso Fernando Sureda se pone en contacto con productora hermana que hace cosas similares a lo que traemos nosotros hoy. Después pasan los meses y cuando muere Fernando se contacta con nosotros tres meses después Enric nos llama y dice: «hola, ustedes no me conocen, pero tengo un mensaje más allá para ustedes». Y ahí hacemos un zoom con la familia de Fernando y él, y nos cuentan que querían darnos el material de todas las conversaciones entre ellos para que nosotros viésemos si había habido una película. Y así es la génesis de ‘ Hay una puerta ahí’.
Marta: !Qué bonito! Tuvo, entonces, que ser mucho el metraje ¿De cuánto estamos hablando? Porque da la sensación de que las conversaciones que tuvieron fueron abundantes a pesar de sus más y sus menos por el nivel tecnológico, pero se ve que hay o al menos de la sensación de bastante material de fondo.
Juan Ponce: Mira, en las conversaciones duran alrededor entre entre 11 y 12 horas de conversación de zoom. Y después nosotros sumamos a eso, los mails que se mandaban entre ellos y los mensajes de WhatsApp y nada con eso terminamos en un momento pensamos que iba a ser una serie e hicimos una edición de capítulos y después, pensamos que era un largo, en vez de serie. Le dimos muchas vueltas a eso, y terminamos en este largometraje de 80 minutos. Pero las conversaciones iniciales, de hecho son 11 horas.
Marta: ¿Cómo se escoge qué plasmar para que se pueda ver en pantalla una relación que pasa de desconocidos a íntimos amigos en tan poquito tiempo?
Juan Ponce: Bueno, eso es una pregunta interesante. Porque en verdad se podría decir que esta película es una película de montaje porque, no existe el rodaje acá, solo al final cuando se encuentran. Pero lo que hubo que hacer ahí es primero, la conexión se existía, nosotros tuvimos que simplemente potenciarla, pero ya en el primer zoom entre ellos en la primera conducción, ya te das cuenta que hay una conexión muy especial.
Pasamos dos años montando la película porque nos tuvimos que amigar con el material porque al principio nos parecía duro. Entonces, para tratar de aliviar, poníamos escenas de naturaleza en el medio y poníamos árboles y poníamos agua. Y todo eso se fue porque la película habla por sí sola, pero como el material de hubo que ir conociendo me fue como transformando la película y la película empezó como en un lugar y terminó en otro, ese lugar en que termina creemos nosotros es el que mejor refleja lo que pasó entre ellos.
Ay, obviamente que hubo que tomar decisiones. Tuvimos que dejar afuera cosas que nos gustaban pero que no ayudaban a la que la película siguiera avanzando, porque también hay que crear una narrativa. Había que generar tensión, avances, pausas, respiraciones. Las placas son como puntuaciones que tienen la película para que respires. Porque si bien es una película muy luminosa, es muy dura al mismo tiempo. O sea, no es difícil encasillar la película porque tiene de un lado y del otro. Te habla de la muerte, pero te habla de la vida, te habla del dolor, pero te habla de la dignidad. Entonces estás como todo el tiempo como espectador, pasando de un lugar a otro. Y creo que eso es interesante también. Y eso es lo que genera la carga emocional que tiene la película.
Marta: Si, muy emotiva, cuando uno lo está viendo, a veces la congoja, pues pesa, ¿no?, y de pronto te estás riendo junto con ellos, a pesar de lo duro de las palabras que están diciendo y en ese aspecto vuelan los minutos. ¿Teníais en mente algún referente o ejemplo de otro documental previo que hubieseis trabajado o visto?
Juan Ponce: Sí, nosotros hicimos una tutoría con Marta Andreu, una productora catalana muy conocida en el mundo documental. Y vimos documentales de referencia. Ahora no me acuerdo los los títulos, pero son esos documentales más autorales muy particulares. Había uno de unas cartas que se mandaban después uno de una conversación de una de una paciente con un médico que le filmaba al final de la vida. No me acuerdo los títulos ahora, pero pero sí vimos un par de documentales de referencia.
Marta: Bueno, y…¿Cómo ha cambiado vuestra vida y la percepción que teníais sobre los cuidados paliativos y sobre todo el derecho a una muerte digna?
Juan Ponce: Creo que nosotros nunca vimos la película desde ese lugar. Mm, ¿Qué te quiero decir con esto? Yo creo que a mi lo que me transformó en la película es entender que hay procesos, un proceso de morir de la misma manera que nacemos. Hay un proceso para morir y que ese proceso está lleno de luz. Si estamos dispuestos a verlo, eso para mí es que trasciende también un poco los paliativos. Es una postura de vida. Nosotros estamos hablando ahora tuvimos con el Unzué y él entendió muy bien esto y está hace dos años con la enfermedad. Yo creo que hay algo ahí también de darle valor a las buenas conversaciones, a las conversaciones que nos incomodan y hablar de las cosas que de verdad importan. Yo creo que la película es un manifiesto de eso que está por encima de las paliativos.
Ellos trascienden la temática, porque la temática sí, es compleja, es delicada. Es muy difícil decir si está bien o mal, porque cada caso es un mundo. Entonces, yo creo que a mi lo que más me dejo y también a mi compañero es que nosotros estamos en la isla sentados editando y pensábamos: «Somos unos privilegiados, estamos asistiendo a un encuentro, a una intimidad, incalculables.» Es absolutamente universal este tema, y nadie se anima hablar porque los diálogos que tienen ellos son diálogos incómodos por muchos momentos.
Sin embargo, te llenan. Es como que te llenan de luz. Yo conozco gente que la ve la película y no es que termine encerrándose a llorar en un baño, quiere ir abrazar al que tiene más cerca. Una amiga nos contaba que tenía un perro y que cuando termina la película se abrazó a él. Hay algo que pasa ahí que está por encima de la temática. Y para mí ahí es donde está el valor de la película, obviamente que se plantea la temática, pero creo que la película la deja del costado y eso para mí es, es siempre es más interesante.
Marta: Los valores humanos que que se muestran, pues, hay un momento en que el doctor le dice a Fernando que tiene que dejar de pelear ,¿no? y que tiene que tirar la toalla. Y cómo que toda nuestra vida nos dicen que la toalla no se tira, que hay que luchar continuamente, contra viento y marea. Y aquí se dice lo contrario. Y cuando se lo está diciendo, te estás planteando, ¿Qué haría yo? ¿Sería capaz de tirar la toalla? ¿sabría hacerlo? Y me encanta ver la introducción de la familia y del dejarse cuidar, de lo bonito que es que te cuiden. Creo que ese mensaje que conseguís transmitir a través de esas conversaciones es quizá lo que a mí, como espectadora, más me ha llegado. El ser capaz de valorar la ayuda que alguien nos pueda proporcionar en un momento dado.
Juan Ponce: Totalmente. Y también es interesante verlo a Enric que al principio parece va a tener un rol médico y siempre va a mantener la relación médico-paciente, cambie por completo. Acabe vulnerable en la película también. Enric se queda sin herramientas y le habla desde la amistad. Y eso también es valioso porque también hay que salir, hay que salir un poco de la obligación médico-paciente, dejando solo a dos personas compartiendo humanidad.
Marta: Juan, paso ya a la pregunta final, ¿Qué os hace volver al documental? ¿Por qué documental y no ficción?
Juan Ponce: Justo ahora nos encontramos en proceso de desarrollar una ficción, que es algo que siempre tenemos pendiente. Pero un proyecto como este, que te llega, no puedes dejarlo pasar, es demasiado particular. Para nosotros el documental es muy valioso porque gira en torno al ensayo fílmico. Esta cosa de ir creando con la realidad, buscando que la realidad hable, también. Sentarse, mirar, y montar en base a lo que filmas. Volver a filmar, volver a equivocarte, construir y dejar que el azar aparezca. De hecho ese azar es una de las escenas que más gusta en el documental, que es cuando entran en pantalla los obreros y se rompe la grabación y el discurso narrativo, y eso también es el documental, lo que no controlas.
Marta: Juan, gracias nuevamente por dedicarnos unos minutos. Os deseamos toda la suerte del mundo en hacer llegar a la mayor gente posible la belleza conversacional de ‘Hay una puerta ahí’.
Juan: Gracias a ti.