Torre Baró acudió en pleno al cine Aribau, en el centro de la ciudad. Una vez más, un barrio del extrarradio tomaba parte de la Barcelona central. Esa zona marginada, que reivindicación tras reivindicación ha ido ganando dignidad para vivir, se hacía presente. En el hall de la sala entraron los nuevos Manolo, Carmen, Felipín, Antonio y Aurora, felices de ver cómo una película como ‘El 47’ mostraba al mundo su lucha, sus penalidades y cómo, con la solidaridad, lograron sus metas. Y sinceramente, aprecié algo que pocas veces ocurre: el afecto entre los personajes reales y los de ficción. El espíritu de Paco Candell, Manolo Vázquez Montalbán, Juan Marsé y Maruja Torres estaban presentes. Els altres catalans regresaban tras años de ser silenciados por un proceso independentista que nunca los tuvo en cuenta en su famosa hoja de ruta.
‘El 47’ es la historia de un barrio a través de la disidencia pacífica y el movimiento vecinal que transformó a Torre Baró. Pero, al mismo tiempo, es la historia de miles de barrios de este país que lucharon por conseguir servicios mínimos para sus viviendas: agua, luz, alcantarillado y escuelas.
Marcel nos contó cómo llegó a esta historia a través de un blog que hablaba sobre los autobuses de Barcelona, y de repente se topó con el secuestro de un autobús, perpetrado por un tal Manolo Vital. A partir de ahí, contactó con su nieta, quien le comenzó a narrar la historia de su abuelo, que se había casado con su abuela adoptiva, Carmen, quien había sido monja. “Es una historia de la ciudad, una historia que habla de la diversidad, de las riquezas de nuestras lenguas, nuestras culturas y nuestras mezclas. Fue lo que le motivó a hacer su primera película sobre alguien que ya no estaba vivo. Un guion que elaboró junto a Alberto Marini. El espectador verá su propia historia, porque es la historia de España.
¿Quién no tiene en este país abuelos que tuvieron que dejar su casa y emigrar a otro lugar? Es una historia que ocurre en el 78 y, casi 50 años más tarde, sigue teniendo vigencia. Pero lo mejor es que es una historia luminosa, no es un dramón, es una historia con esperanza. Barrena continuaba explicándonos que colaborar con los vecinos era importante porque esta historia va sobre ellos, la vivieron. La hemos visto desde dentro, y ese es el cine que me interesa. Al final, es nuestro homenaje a ellos: a nuestros vecinos, a nuestros abuelos, a todo un país. No solo los ponemos en el póster (A los vecinos), sino que también hablan en la película. La Señora Desideria, por ejemplo, cuenta cómo llegó desde Extremadura en burro, con gallinas y una maleta. Setenta años más tarde, ha participado en una película que trata sobre su historia, la de unas personas que construyeron con sus propias manos sus casas, sus calles. Ahora ella está feliz, esperando junto a Eduard Fernández en la alfombra roja, lista para ver la película”.
“Torre Baró, en la zona de la montaña, ha mejorado bastante, pero aún hoy tiene muchas carencias. Parece mentira que pertenezca al límite de Barcelona. Los vecinos mismos nos decían: «Hay que secuestrar otro autobús, porque el barrio está hecho un desastre». Es un lugar donde no hay ni un bar, donde algo tan de nuestro siglo como los repartos de Amazon o pizzas no llegan, y donde son frecuentes los cortes de luz o agua”.
Y de repente el murmullo de la alfombra roja se torna silencio, llega él, uno de los grandes actores del cine español que este año muy probablemente acapara todo los premios, Eduard Fernández o ahora conocido como Manolo Vital que se acercó a nosotros para hablar sobre su personaje. “Manolo Vital era un auténtico charnego, una persona que, con su catalán extremeño, intentaba integrarse en Cataluña. Era una buena persona, sin mucho ego, que no pretendía destacar. Hablaba muy poco, pero cuando lo hacía, todos guardaban silencio. «Cuidado, que habla Manolo», decían. Y él hablaba muy escuetamente. Imagina que estuviera aquí y seguro que diría: «Yo no tengo nada que decir».
Fue una persona que acudió al ayuntamiento, intentó ser escuchado, y al final hizo un acto poético: secuestrar un autobús, con todo lo que eso conllevaba, para luchar por la dignidad personal, la de los emigrantes y, en definitiva, por la dignidad de un barrio. Porque la dignidad no es algo esotérico, la dignidad es tener alcantarillado, agua, luz, autobuses y sanidad. Y es algo que se debe seguir reivindicando en estos días: luchar en común por algo que es de justicia”.
Clara Segura a su lado, esa Carmen trabajada desde el conocimiento del personaje, con una riqueza interior que la ganadora al Gaudí del año pasado, vuelve a explotar “Estoy feliz con este personaje. Cuando conoces a personas que conocieron a Carmen, el personaje crece mucho. Porque la mirada que recibes de ellos te da pistas de quién era esa persona, de qué significaba Carmen. Quizás no estaba en primera línea, pero desde su posición tiraba hacia adelante con las mujeres y los niños del barrio que venían a aprender a leer y escribir. Para mí, era una persona muy bella.
Carmen fue monja, pero al enamorarse de Manolo colgó los hábitos. Eran religiosos mucho más progresistas en aquella época, y ayudaron a transformar la sociedad, dando herramientas a la gente para que pudiera progresar. Carmen era una mujer llena de vida, entregada a su vocación, que era enseñar. Aún me emociona en la película la asociación de vecinos, porque allí hay respeto por escuchar a todos, independientemente de las ideas que tengan o de dónde vengan”.
Y como no, la hija de Manolo interpretada por una convincente Zoe Bonafonte, reivindicando una de las mejores generaciones formadas en este país con un gran discurso tras ella. “Es mi primer estreno y es una noche muy especial. Cuando haces cine te involucras y te comprometes en contar la historia de la gente de Torre Baró. El barrio estaba en el rodaje, y fue increíble conocer sus historias, lo que habían vivido. Entonces piensas: «¿Cómo no voy a contar vuestra historia con cuerpo y alma?» Estas personas necesitan que se cuente esta historia que han vivido. Todo ello es muy emocionante, y aprendimos muchísimo.
Es un personaje que quiere cambiar las cosas, no se conforma con lo que tiene, aspira a más. Es ambiciosa: ve dónde vive y se pregunta qué puede hacer para no seguir viviendo así. Y me veo reflejada en eso: en la idea de mejorar siempre. Trabajé con la nieta, Juana, una persona entre dos mundos. No hay que juzgarla. Ella se compara con sus compañeros de clase y se pregunta: «¿Por qué yo no? ¿Por qué no puedo conseguir esas cosas?».
Y llegó él, otro de los actores que está marcando un nuevo tipo de interpretación haciendo un papel en el que le vemos en pocas ocasiones, el malote de la película y disfrutando de ello , el es David Verdaguer. “Hay más gente buena que mala. Y mi papel es el del típico personaje que parece majo, pero en realidad es un hijo de puta, un cabrón al que le darías una hostia en la cara. El mensaje es claro: está bien luchar, y si en la vida pierdes la fe, aún así merece la pena insistir. Puede que consigas lo que buscas o puede que no, pero si insistes, te vas a dormir más tranquilo. Es bonito ver que, a veces, las luchas individuales consiguen cosas. A mí me gusta mucho hacer de malo. Estoy cansado de hacer siempre de catalán triste, malhumorado, sensible. Quiero hacer de malo. Eduard es una bestia parda, una gran persona. A Marcel le interesan mucho los actores, y trabaja muy bien con nosotros, porque no es fácil encontrar directores que trabajen tanto con los actores”.
Y como sin llamar la atención, pero con una presencia como la de los grandes galanes llegó Carles Cuevas y nos habló sobre la importancia de interpretar un papel tan icónico como el de Pascual Maragall. “Rodamos en el barrio real donde sucedió la historia. El pueblo, el barrio, se portó de una manera preciosa con nosotros. Manolo Vital es una persona muy querida, y ese era nuestro homenaje hacia él, con todo el respeto. Mi personaje lo traté con mucho cuidado, haciendo un homenaje amable que estuviera a la altura política de lo que representó Pasqual Maragall. Estamos muy contentos con el resultado y esperamos que su familia también lo esté y lo reciba con el amor que hemos intentado transmitir”.
Era el momento de que comenzase la proyección de “El 47” posiblemente una de las películas que más llegará a aquella generación que luchó por su dignidad, reivindiquemos el momento acudiendo de nuevo a las salas y volvamos a corear aquellos eslóganes como “Vecino únete el problema es de todos“.