No, Bandersnatch no es el mejor capítulo de Black Mirror. Tampoco lo pretende. Es otra cosa: una oda al formato interactivo. Es dejar que la forma se adueñe de la historia, al tiempo que el usuario se adueña del capítulo. Lo que va a pasar es casi lo de menos. Estás demasiado emocionado pensando que lo vas a decidir tú mismo.
Bandersnatch guarda el sello de la casa con una ejecución que roza lo psicótico en el cuidado del detalle, aunque el formato y la historia hacen que esta entrega sea muy diferente a lo que has visto hasta ahora.
La historia no tiene sentido de no ser por la interacción con el usuario
Deja de imaginar lo que puede pasar en el futuro porque ya ha llegado. Bandersnatch no es una de las distopías futuristas a las que Black Mirror nos tiene acostumbrados. Es una bofetada de realidad.
Esa tecnología tan avanzada que es capaz de hacer estallar nuestro cerebro es el aquí y ahora. Es el propio formato interactivo. ¿Que no es tan novedoso? ¿Y si se lo contásemos al protagonista de una película ochentera? Black Mirror está hablando de sí mismo. Metaficción en estado puro.
El usuario se convierte en Dios
Hay un cuento de Cortázar que empieza con un hombre en un sillón de terciopelo abriendo una novela en la que se va a cometer un asesinato. Cuando lo lees, vas entrando en la historia poco a poco hasta que el cuchillo se acerca a la espalda de un hombre sentado en un sillón de terciopelo. Y te ves a ti mismo.
No, él tampoco había creado nada nuevo. La metaficción se ha usado hasta la saciedad en todos los formatos narrativos, no sólo porque a los autores les encante ser autorreferenciales, sino porque es una de las fórmulas más inmersivas.
Convierte al lector en parte activa de la historia igual que Black Mirror convierte la primera película interactiva de Netflix en el juguete favorito del espectador cuando le dice: “Vamos a usar las opciones del vídeo no solo para que interactúes con el protagonista, sino para que él sea consciente de que existes. De que eres tú quien dirige su destino.”
Ya no eres ese hombre sentado en un sillón de terciopelo. Ahora puedes hacer cosas mucho más divertidas. Netflix te ha convertido en un Dios todopoderoso para el protagonista.
Referencias al cine, a la literatura, a Black Mirror o al propio capítulo
Por si nos cabía alguna duda de que se trata de un homenaje, Bandersnatch está más llena de guiños y referencias que una película de Tarantino. Desde carteles de San Junípero o recortes de periódico sobre otros capítulos, hasta referencias externas como el propio año en el que ambienta la película: 1984. La novela de Orwell ha pasado de ser el futuro a ser el presente para la trama, convirtiendo 2018 y el episodio de Black Mirror en ese futuro distópico a través de la tecnología.
Por si fuera poco convertir al formato en el tema de la historia y al usuario en un Dios antagonista que vuelve loco al chaval de 20 años que lo protagoniza, la película de Black Mirror convierte a este en una especie de creador de la propia trama. Un creador de videojuegos obsesionado con llevar el árbol de decisiones de un libro de Elige tu historia a código binario de los años 80.
Según avanza la historia y vamos descubriendo caminos erróneos, iremos viendo coincidencias entre estos mapas de decisiones creados por el chico y los del propio capítulo.
Rompe la cuarta pared para escoger el final
Da igual lo inquietante o sórdido que sea un capítulo de Black Mirror, siempre somos capaces de imaginar cómo el mundo se dirige hacia ese futuro tan terrible mientras el sofá nos atrapa y aumenta nuestra tendencia a las teorías conspiranoicas.
Y entonces llega esta película para decirnos “Ey, que esto también va contigo”. Al romper con ese muro ficticio entre ficción y espectador, o pasar del futuro al presente, Black Mirror nos señala con el dedo. Nos dice “Deja de asustarte de lo que puede pasar en el futuro, porque lo que tú haces tiene consecuencias”.
Y es que ahora el final lo escogemos nosotros.