El virtuosismo visual de ‘El caballero verde’ (David Lowery, 2021)

El obstinado sobrino del rey Arturo (Dev Patel), se embarca en una temeraria misión para enfrentarse al Caballero Verde, un misterioso gigante que aparece un día en Camelot. Aunque pone en riesgo su cabeza, emprende una aventura épica para demostrar su valía ante su familia y la corte.

‘El caballero verde’, disponible en Amazon Prime, es una de las mejores cintas que he visto este 2021. Su director David Lowery se confirma como uno de los realizadores más interesantes del cine actual norteamericano al adaptar de forma peculiar la leyenda de Sir Gawain. Como ya sucedió con ‘A Ghost Story’, una de sus recientes películas, podemos cerciorar la particularidad en su estilo cinematográfico y el uso que hace de la narrativa, al servicio del recogimiento visual. Este filme es un magnífico ejemplo de lo que digo, una experiencia tremendamente maravillosa y distinta a lo que habitualmente nos ofrece el séptimo arte.

Fotograma de 'El caballero verde' — Fotograma de ‘El caballero verde’

No es de fácil acceso, eso sí, no esperéis acción al uso porque os vais a llevar una decepción. Entiendo que resulte soporífera. En cualquier caso, es un viaje que el protagonista –marcado por una lealtad férrea– lleva a cabo tanto física como emocionalmente. Un camino lleno de misterio, aderezado con la iconografía propia del terror, el imaginario artúrico, la fantasía –Tolkien está presente–, y la mezcla de géneros, en el cual el personaje huye para encontrarse a sí mismo. La introspección es de vital importancia, contada con una puesta en escena apabullante, y es que visualmente es exquisita con planos milimétricos pensados al detalle. El tratamiento de la luz y del color, los grandes encuadres, las composiciones de plano, entre otros, son elementos arrolladores de la puesta en escena. El espectador se extasiará al ver todo el rato imágenes poderosísimas cercanas a la lírica, el manierismo sobresale por encima de todo con largas secuencias bellísimas, sin apenas diálogo, puramente contemplativas, a veces tornándose onírico y críptico este relato episódico. Asimismo, encontramos secuencias realistas, pero también fantásticas, propias de un cuento de hadas espeluznante.

La aventura aquí adquiere un sentido especialmente trágico, donde reina la incertidumbre y deambula el existencialismo a través de la bruma, cual fantasma. La épica proviene del recorrido vital de Gawain –de su peregrinar errante–, contado de forma sosegada. En suma, una delicia de epopeya visual acentuadamente pictórica que se sirve mayormente de preciosas imágenes, casi prescindiendo de todo diálogo, para narrar una historia en esencia sobre la búsqueda de uno mismo.