“El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre.
(…)
Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto
y tu cariño perder, dolorosa
prueba sería, pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).”
Elizabeth Bishop, El arte de perder
Es extraño que hasta ahora, la vida de la poeta estadounidense Elizabeth Bishop no haya sido retratada en una película. Ganadora del premio Pulitzer por su libro de poemas ‘Norte y Sur: Una primavera álgida’ y del Premio de Libro Nacional de Estados Unidos por ‘Poemas completos’, su vida estuvo marcada por la tragedia familiar y cierto afán a vivir bajo el pesimismo. Fallecido su padre al poco de nacer y con una madre que estuvo internada en un instituto mental hasta el final de sus días, la biografía de Bishop no está exenta de drama. La vida de Bishop cambia cuando viaja a Brasil para pasar 15 días con su amiga Mary Morse, bailarina retirada, allí conocerá a la pareja de ésta; la arquitecta brasileña Lota de Macedo Soares, creadora del emblemático Parque do Flamengo de Río de Janeiro, con la que vivirá un romance durante 15 años en el país carioca.
Esa historia, relatada en la biografía ‘Flores raras y banales: La historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares’ de Carmen L. Oliveira, atrajo al cineasta brasileño Bruno Barreto para su decimonovena producción, ‘Luna en Brasil’. El director tiene experiencia en temas relacionados con el amor pasional. Es curioso que, cuando se están a punto de cumplir 40 años de su celebrada ‘Doña Flor y sus dos maridos’, Barreto vuelva a hablar de un tipo de triángulo amoroso. Sin embargo, si en la citada película se trataba de una historia a tres carnal, en ‘Luna en Brasil’ podría considerarse una versión más mental.
Barreto sabe tratar con erotismo, elegancia, belleza y sensualidad las relaciones amorosas como en ‘Gabriela’, ‘Felices para siempre’ o ‘Bossa Nova’. Aunque afincado en Hollywood, el director vuelve a sus raíces para mostrar la hermosura del Brasil de los años 50 a través de las dos protagonistas del filme. Si algo queda claro al empezar a visionar ‘Luna en Brasil’ es que no se está ante una película que pretenda mostrar las realidades sociales y políticas de Brasil en esa época, sirviendo sólo como telón de fondo. La relación amorosa de las dos mujeres ha sido retratada con sumo respeto, incluso en demasía. Barreto ha querido ser lo más diplomático posible en mostrar ese amor que marcó la vida de ambas y suavizado en exceso matices de la pareja. La pasión con la que Bishop y De Macedo se atraían está apenas en pinceladas, y sobre todo gracias a la actuación de sus dos intérpretes. Esto provoca que ‘Luna en Brasil’ esté al otro lado de, por ejemplo, ‘La vida de Adèle’.
Pese a este punto débil, Barreto ha sabido equilibrar las vocaciones de ambas artistas a través de las excepcionales actuaciones de Miranda Otto y Glória Pires. La actriz australiana transmite inseguridad, baja autoestima, fragilidad en su papel de Elizabeth Bishop. Es huidiza, débil, huraña, pasional. Pires es seguridad en sí misma, dedicación, saber hacer. Todo lo contrario a la poeta. Ambas tienen química, derrochan amor, cariño y dulzura. El cambio de personalidad de ambas sorprende y, si no fuera, por sus excelentes interpretaciones, se estaría ante el típico biopic correcto y académico.
El público le puede tachar al filme de políticamente correcto y elitista pero existe algo de veracidad en ello aunque la película es honesta en su mensaje: Se habla de la relación sentimental entre dos grandes artistas, no se pretende dar un mensaje activista en pro de los derechos de los gais y las lesbianas como tampoco para denunciar las desigualdades sociales de un país. No es malo tratar el tema de esta forma, porque, al fin y al cabo, demuestra que en anteriores épocas sólo cierta élite podía permitirse ser libre. Pese a que le falta la sensualidad del cine propio de Barreto, la estupenda iluminación, la cuidada ambientación y fotografía, el cuidado equilibrio entre comedia, drama y, finalmente, la triste tragedia y esas dos grandes protagonistas hacen que venga a la mente otras obras históricas como ‘Las líneas de Wellington’, la serie ‘El tiempo entre costuras’ o la reciente película de Martin Provost, ‘Violette’, donde también se narraba la vida de una escritora atormentada.
Como recitó la propia Elizabeth Bishop: “Sin inocencia, estas conversaciones empiezan, y luego cautivan los sentidos, como sin quererlo. Y luego no hay opción, y luego no hay sentido.”. ‘Luna en Brasil’ puede ser un estupendo film de época y codearse con obras como ‘Lejos del cielo’ o ‘Un hombre soltero’. Una obra clásica y con pedigrí. De acuerdo, no es perfecta, pero a nadie le amarga un atardecer en Río de Janeiro con la bossa nova como música de ambiente.