Cinco años más tarde de que Rayo McQueen diese una vuelta de tuerca al cine de animación con ‘Cars’, desde Pixar elaboraron la más que necesaria secuela con nuevas y apasionantes aventuras. Fallaron.
‘Cars 2’ se realiza de manera más internacional que su antecesora. Los mismos protagonistas principales, pero nuevos secundarios que se van conociendo alrededor de un paseo por el mundo, con la excusa del campeonato mundial de automovilismo, son los verdaderos puntos a favor de la cinta. Tokio, Paris, Londres o Porto Corsa, en Italia, son los destinos elegidos para que Rayo McQueen compita, pero también para elaborar una historia paralela -aunque ligada- por parte de uno de los personajes que más cariño profesaron en la primera entrega: la grúa Mate.
Ambas historias contemplan ante su paso una cinta que se muestra magnífica y de autentico ejemplo en cuanto a la creación gráfica y a su sencillez narrativa, pero que carece por completo del empuje que si se demostró en la primera entrega, y que conseguía satisfacer a un público entregado. Ésta, por su parte, se encuentra vacía y no consigue administrar la potencia que contiene en cuanto a posibilidades de trama, puesto que ambas historias poseían posibles desenlaces que se perdieron en el grueso del nudo, y que se quedaron a medio elaborar para llegar a ser algo.
Las imágenes, coches y paisajes que nos brinda carecen de la verdadera personalidad que pueden hacer de una película algo digno de recordar, pues se queda en la historia principal, apoyada en demasía por un Mate que se confiere finalmente, y sin necesidad de más ejemplos, en el verdadero enterrador de una producción que, a priori, debería ser uno de los emblemas de Pixar -hablando de manera positiva-.
Es por ello que, y sin dejar de pensar en lo que la primera entrega significó, que nos encontramos ante una secuela que para todos aquellos que se sientan encandilados con los comienzos de Rayo McQueen, no debería haberse realizado. Y sigue siendo un ejemplo Pixar de poner raza y corazón en todo aquello que materializa, pero a una historia de animación a la que le falta vibración narrativa y tesón, le falta más de la mitad del porcentaje para que funcione.
La esencia que Pixar transmite por el cine clásico -véase ‘Wall·e’– se queda perdida en el paradisiaco lugar que las imágenes siempre nos dejan, pero no solo se refuerza en ello; la manera de materializar en realidad los sueños se confiere como una de las mayores y más importantes potencias que la compañía tiene; por lo que resulta casi poético el sentir de que en ‘Cars 2’, todo este sentimentalismo de prodigiosa factura haya quedado trasladado a una grúa que le pone cara de amistad a un coche que salió desgastado de la primera entrega.
Si que está, por su parte, una elaborada puesta en escena para que nos sintamos dichosos de lo que estamos viendo, a sabiendas de que la historia se produce dando un punto mayor de inflexión a lo que rodea a los personajes que a ellos en general. Pero, a parte de esto, se nos queda en nada.
Y me remito a las muestras: no es mala, pero dicho aroma que envuelve todo lo que la productora del flexo toca, no se aprecia, salvo en una majestuosa forma de componer las escenas y los personajes. Si nos quedamos con ellos, esta película es una magnífica manera de enfrentarnos a un domingo por la tarde; pero si buscamos algo más, algo a sabiendas de lo que se nos podría ofrecer, nos encontramos ante un pinchazo en la rueda trasera, y con la de repuesto en la estantería.