‘Cars’ golpea al mundo del cine de animación como un lavado de cara ante la falta de creatividad en los personajes que rondaban las películas del momento. Mezcla el automovilismo con sus propias creaciones, para dar lugar a una cinta que no pasa desapercibida y que, además, encandila incluso a aquellos que no sienten la pasión por el motor.
Vistosa y apabullante en colorido, ‘Cars’ nos regala un muestrario enorme de personajes creados para el divertimento más puro, donde cada uno de ellos cumplen un papel indispensable para el devenir de una cinta que, si bien encuentra en este parte de su fortaleza, también le ayuda a cavar su propia tumba, pues la sobredosis de información acerca de los mismos la convierte en un puzzle más enrevesado del que cualquiera espera en una producción de Pixar.
En medio de semejante mundo, surge Rayo McQueen, nuestro protagonista. Fiel a lo que la compañía nos viene regalando desde que comenzase su andadura dentro del panorama, pero con un desacierto a la hora de la empatización. Su expresividad no se corresponde con los protagonistas principales de las demás cintas, que conseguían en nosotros un sufrimiento similar al suyo. Aún así, la realización de la misma, y de todos los acontecimientos, corren alrededor de el coche principal, nuestro rayo rojo, que nos introduce en la vida más rural de Norteamérica y, quitando esa falta de expresividad ya comentada, nos hace sufrir cada adelantamiento.
La trama es simple, pero inteligentemente trazada. La aventura y las emociones que la película promete y nos brinda son el verdadero tesón en el que se mantiene. La añadidura de algún personaje secundario, el «villano» -todo lo villano que se puede ser en Pixar- y otros detalles tontos, consiguen que la conducción de la cinta sea por una refinada y elegante carretera al lado de un prado verde y brillante, en el cual el tiempo se detiene para hacernos disfrutar del paseo más absolutamente reconfortante que se pueda uno imaginar.
El mensaje, centrado en la superación y la amistad, no hacen más que alimentar la hoguera de sensibilidad con la cual comienza una película que, bien entrada en el nudo de su historia, se desinfla en demasía hasta un desenlace prometedor para la misma, así como para la compañía. Y Rayo McQueen ya es alguien más de nosotros, ha dejado olvidado su paso por la galería de protagonistas a olvidar durante un comienzo irregular, y ha abierto la puerta de las estanterías donde están Mike Wazowski, Nemo, Bob Paar o Woody con un proceso final de metraje espectacular.
‘Cars’ se queda pues, en un escalón para Pixar que ocupa la mediana altura, pero demostrando que sus capacidades gráficas son una autentica oda al trabajo bien realizado, sentenciando así, que el cine de animación de calidad en cuanto a historia y creación tienen nombre propio.
Ni la historia «mascada» en demasía con un guión creado para niños, ni la indiferencia con la cual los actos de la película pasan entre sí, pueden obviar que la séptima cinta de animación de la compañía Pixar es una maravillosa obra que adjudica cátedra sobre el resto de productoras sobre la «humanización» de una realidad inerte, y que transfiere unos valores al dueño de la butaca que no están al alcance de todos.
Rayo McQueen mola. Y mucho; y a pesar de lo que la crítica pueda acometer frente a esta cinta, la importancia de la misma en el mundo animado que Pixar regala a niños y adultos es brutal, así como la maestría con la que consiguen que cuatro ruedas muy bien movidas, nos cuenten una historia de semejante magnitud.