Allá por el 2006, Al Gore, ex vicepresidente demócrata de los Estados Unidos de América, decidió ponerse al frente de la cámara para advertir al mundo sobre las consecuencia que nuestro comportamiento para con el medio ambiente está provocando.
Una verdad incómoda, dirigida por Davis Guggenheim, es un retrato propio de las consecuencias y devastación global que podría provocar el calentamiento global, y la mirada desviada hacia otro lugar por parte de la humanidad sobre el tema.
Entre monólogos en los que interioriza con términos, Al Gore nos sumerge en un film que deja el dulce sabor de boca del conocimiento adquirido y del cual se está adquiriendo, reduciendo el aburrimiento que se suele asemejar a documentales cuyo tema principal sea una alarma tan conocida y globalizada como esta. No aburre, y no desinforma ni deja con una sensación de haber sido utilizada para el paso del tiempo; al contrario, Al Gore nos conecta con la alerta, con la necesidad del cambio y de un bucle creado que debemos retornar a la normalidad antes de que el punto de no retorno esté sobre nuestras cabezas.
Las lecturas del documental han de quedar por obligación, exentas de ideologías políticas y detractores de un hombre; o vacío del pensamiento de que un personaje público, se ponga delante de una cámara y nos cuente lo mal que nos hemos portado, y lo complicado que está el futuro de nuestro planeta; ahora bien, el mensaje si es necesario. Las imágenes, los datos, y la infografía utilizada durante el documental proporcionan la calidad necesaria y más que óptima para crear un documental cosechador de críticas positivas; hasta tal punto, que allá por la 79ª convención de los Oscars, levantó dos estatuillas: mejor largometraje documental, y mejor canción (Melissa Etheridge (I Need to Wake Up))
Aunque no todo lo que rodea al documental de Al Gore, de Davis Guggenheim, y el cual habla de algo tan humano; tan global, es positivo. Se tachó de cinematografía propagandística y de falta de respeto por la verdad. Es decir, se tildó de engaño al mundo, y hasta fue desmontado punto por punto por parte del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
Entre ello, se pusieron a debate los datos que se exponían en la película, tales como la subida del nivel del mar, que se presuponía en siete metros en el documental, y en el cual los expertos los pusieron en unas cifras cercanas al 0,18; se desmontó la idea de que el cien por cien de los científicos estuviesen de acuerdo y se aseguró que la temperatura del planeta no ha subido ni un grado centígrado.
Pero fuera de este tipo de críticas; de verdades o mentiras en cuanto a datos y la siempre presente sombra de detractores de la persona que nos presenta todo esto; la señal de alarma y el mensaje que proporciona en cuanto a la necesidad de un cambio no queda exenta de realidad, de cruda realidad. Los avances nocivos del ser humano con el cambio climático no cesan, y este señor, se puso delante de una cámara, para contarnos durante noventa y seis minutos que nos portamos muy mal, que no hemos tenido en cuenta los avisos que el mundo nos proporcionaba, y que la vuelta atrás para la salvación de este se torna complicada, por no decir imposible.
Podéis leer El Clima: El calentamiento global y el futuro de nuestro planeta, de Manuel Toharia –libro que recomiendo encarecidamente-; ver películas como El día de mañana (Roland Emmerich, 2004) o 2012 (Roland Emmerich, 2009); o simplemente salir a la calle y echar un ojo alrededor; pero si queréis tener un punto de vista dedicado a las estadísticas y a datos reales, contados de manera práctica, entretenida, y teniendo una mente abierta al hecho de la vida y las consecuencias que nosotros hemos provocado, Una verdad incómoda os proporcionará una verdad real, y pondrá sobre vuestras mesas las cartas de haber disfrutado de un documental que remueve conciencias.