‘Samba’: la cara más amable de la inmigración
La última película de Olivier Nakache y Eric Toledano vuelve a llevar en su cartel la intensa mirada de Omar Sy. Esta vez, sin nadie que le acompañe. Quizás por eso, muchos esperan de esas escasas dos horas de metraje que les devuelva a un nuevo “Intocable” del cine francés.
Un inmigrante africano con pocos medios y un personaje de la clase media alta que necesita ayuda, nos recuerdan, una vez más, a la mejor película europea para los Goya de 2012. Pero esta vez, las relaciones se alejan de la amistad para adentrarse en el plano amoroso y con ello, cambian las cartas. Dentro de la comedia social, los directores franceses nos llevan del drama sobre discapacidad, a la comedia romántica.
¿Redundancia o estilo propio?
Una evidencia innegable al visualizar esta película, para todo el que haya visto su obra magna, son sus “parecidos razonables”. Uno de sus grandes aciertos, el papel estelar de Oman Sy, se convierte quizás en su peor enemigo a la hora de recordar, permanentemente, a la crítica que eso ya lo habían visto antes. Pero no es el único recurso que nos hace preguntarnos si se está cayendo en el exceso o si Olivier y Eric están creando su propio lenguaje para trasmitir su visión del mundo.
– Pez fuera del agua. Este recurso, todo un clásico de la comedia, nos lleva a momentos entrañables con un grandullón con miedo a las alturas, que tiene que limpiar las ventanas de un rascacielos para poder ganarse la vida. Su compañero, el actor Tahar Rahim, sabe estar a la altura llevando con humor un personaje diferente, que nos aleja aún más de los estereotipos, al desvelar su secreto. Charlotte Gainsbourg, la actriz y cantante franco-británica que se llevaba el premio a la mejor interpretación en Cannes por Anticristo, en el descarnado papel de una ninfómana en un clima de violencia, aparece con su lado más dulce. En Samba, interpreta, a lo que los franceses llaman, un bobo: burgués bohemio. Una ejecutiva con exceso de estrés que busca una buena causa para olvidarse de sus problemas, que dejará de sentirse fuera de lugar cuando conecte con Samba.
– Relaciones poco comunes. Cuando juntamos en un mismo espacio a dos personajes de mundos diferentes y les hacemos relacionarse, puede dar lugar a situaciones de lo más cómicas, y a diálogos que nunca habíamos ni siquiera imaginado. Pero esto solo quiere decir que son relaciones poco frecuentes. Una ejecutiva de alto nivel puede enamorarse de un inmigrante sin papeles, al igual que el protagonista de una película de acción puede sobrevivir a un tiroteo de 1 contra 5. En el cine todo puede pasar, y sólo necesita estar bien contado para que traspasemos de lo increíble a lo improbable.
Es ahí cuando se nota la escasa química entre la pareja protagonista que, aunque brilla por separado en la ejecución de cada papel, se desenvuelve con cierta torpeza cuando se reducen las distancias. Y es que, en el rodaje de la película, Omar Sy tenía miedo de besar a lo que representaba, para él, una actriz tan consagrada como Charlotte Gainsbourg.
– Drama con sabor a miel. La dulzura de los diálogos, la generosidad de los personajes, la elegancia del cine francés y la sensación permanente de que todo acabará bien, crean un estilo cinematográfico propio en la filmografía de los directores franceses. La suavidad y la sutileza que recubre a un drama social de nuestro siglo, se convierte en su forma particular de contar las cosas. Sin dramatizar y quitándole importancia a través de los problemas del día a día: cuándo dar un beso a la chica que te gusta, o dónde acaban las fronteras entre la amistad y el amor, entre lo profesional y lo personal. Estos límites crean una bonita metáfora sobre las fronteras territoriales que también marcan los humanos.
– Humor ingenuo. Las situaciones cómicas creadas en el universo de Samba roban sonrisas a los espectadores que no esperan excentricidades de comedia americana. Con un humor tierno e ingenuo, la película sabe reflejar la mirada del inmigrante africano que agarra con los brazos abiertos las oportunidades que le ofrece el país que un día le colonizó. Inmerso en un mar de dificultades, Samba reclama sus derechos, y nos recuerda que no hace falta irse hasta los años 60 con Martin Luther King en Selma para darse cuenta de las injusticias sociales que sufren las personas de origen africano.
Tu vecino el inmigrante
Pateras que intentan cruzar el estrecho, vallas con alambres y policías que vigilan las fronteras europeas. Imágenes conmovedoras que llenan los telediarios y nos dicen “mira eso que pasa en ese continente lejano”. Samba, te explica que no. No se trata de un tema alejado, la inmigración no es un problema de otros. Es tu vecino, el que vive al lado de tu casa. Es el frutero de la esquina, el que friega tus platos cuando sales del restaurante y el que fabrica tus zapatillas. Por eso, no hace falta hacerlo dramático para hacerlo cercano.
La fuerza de su guión emerge de su costumbrismo. Su dulzura se encuentra en las pequeñas anécdotas del día a día que construyen vidas reales. Como le explica el tío de Samba a Alice, los sin papeles suelen tener muchos papeles. Muchas pruebas para justificar que merecen esos documentos que les dan el nombre y que son los únicos que el Gobierno no quiere facilitarles.
“Puedes ser quién quieras ser, excepto ser tú mismo”
Pasaportes que pasan de unas manos a otras, nombres que cambian de cara, e identidades que viajan en el bolsillo de una chaqueta. En la clandestinidad de los sin papeles, puedes elegir de dónde quieres ser o cómo te quieres llamar cada semana, mientras consigas ocultar tu verdadera identidad. Este juego de identidades que confunde quiénes somos, quiénes quieren que seamos y quiénes queremos ser da lugar a una historia a veces intimista sobre la búsqueda de uno mismo en un mundo hostil.
Se trata de una película amable, que nos hace sonreír, emocionarnos y pasar un buen rato, con un mensaje de fondo que entra de una forma sutil sin baños de agua fría, utilizando la fórmula de la comedia romántica clásica. Quizás no sea una obra maestra, o simplemente las comparaciones sean odiosas, y puede que por ello la crítica peque de falta de subjetividad.