‘Noche en el museo: El secreto del faraón‘ (Shawn Levy, 2014)

Ben Stiller y la comedia ha sido, y sigue siendo, un binomio que ha proporcionado risas al público independientemente de la edad del mismo. Todas y cada una de sus películas han tenido como trasfondo la utilización de clichés y tópicos que aseguran que una comedia cumplirá con su cometido, dejando de lado la calidad que la misma pueda atesorar.

Así pues, en su filmografía, hay títulos que han atesorado críticas a favor y en contra: ‘Los amos del barrio‘; ‘Un golpe de altura‘; ‘Matrimonio compulsivo‘; ‘Zoolander‘ ‘Algo pasa con Mary‘ y la saga ‘Los padres de ella‘ son algunas de sus cintas, las cuales han conseguido sacar muchas sonrisas a los espectadores, y que han colocado a Ben Stiller como uno de los mayores cómicos del panorama cinéfilo mundial.

Tanto es así, que en el año 2006 se aunó con Shawn Levy para dar a luz el principio de una comedia que sonaba fresca y agradable. Así surgió ‘Noche en el Museo‘, la cual tendría su segunda entrega en el año 2009.

Pero como todo lo que funciona en taquilla suele tener una secuela o dos, en el pasado 2014, surge ‘Noche en el museo: El secreto del faraón‘, lo que se traduce como el cierre de la trilogía y como lo que debía ser un broche de oro para la misma.

El problema llega con la oxidación de la idea principal que contenía la historia. La gracia con la que comenzó aquella noche en el museo, la chispa que proporcionaban los secundarios, que han pasado a un plano demasiado oscuro y echado para atrás, dejando al bueno de Ben como el enlace para todo aquello con lo que el espectador debe reírse. Tanto es así, que los momentos en los cuales el mono llamado Dexter aparece son un descanso necesario para la pesadumbre que conlleva aguantar al resto de integrantes.

La cinta comienza lenta, demasiado para una comedia. Un inicio plagado de efectos y juegos de luces que se convierte en monótono hasta la llegada de Lancelot, el cual resulta un soplo de aire fresco en el transcurso de la historia. Dan Stevens realiza un papel estupendo, azotando a los nombres de peso que la película tiene con un repertorio de interpretación y gracia. Robin Williams y Owen Wilson se acercan a lo que podría considerarse un papel óptimo; mientras que el resto de secundarios no son más que una sucesión de momentos sin gracia y de frases de relleno, acompañadas de incomprensibles momentos de lagrimeo conjunto. Por su parte, Ben Kingsley es el azucarillo perfecto: breve pero intenso.

A pesar de que la interpretación quede en cuatro detalles, la trama sea un austero broche final, y la imagen ni se asome a lo que contenía la primera entrega de las aventuras del vigilante Larry Daley, es una despedida que demuestra el por qué se debe terminar aquí. La trama de comedia ha dejado de ser fresca para encauzarse en la sucesión de gags repetitivos y, en la mayoría de los casos, con una salida total para la consecución de la historia, sin venir a cuento en el devenir de la misma. Los personajes se encuentran desfasados y con un regusto de haber sido demasiado usados, y las aventuras que se hilvanan entre entrega y entrega ya no encuentran un nexo al que agarrarse.

Por tanto, se tenía que acabar. Y a pesar de no haber sido la mejor película de Ben Stiller, queda un sabor dulce ante la realización de una saga que, si bien empezó de manera dulce y renovadora, ha terminado en una película agradable y como recordatorio de lo que fue.

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