Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will.
Karyn Kusama se llevó, muy bien merecido, el título a la mejor película en Sitges 2015. Su obra la podríamos catalogar como un thriller oscuro, por no decir negro. Un ‘Coherence’ de terror y suspense.
Pocas veces vemos que una película de 100 minutos transcurra, en el 100% de su metraje, en una casa. La historia, como ya hemos visto en la sinopsis, esta cargada de sentimientos y de incógnitas.
La película empieza a “arrancar” (no quiero decir que el principio aburra) a mitad de su duración, más o menos. A partir de ahí, se crea una burbuja de suspense, terror e intriga, que de tanto inflarse no sabemos ni cómo ni cuándo va a explotar. Y explota, a lo grande. Esta burbuja que se infla y desinfla a lo largo de la película podríamos decir que es su pilar fundamental.
La historia veremos que gira alrededor de Will, interpretado por Logan Marshall Green. Seremos participes de lo que ve, siente y escucha en todo momento gracias a un trabajo excelente de guión acompañado para unos planos que no dejan nada que desear.
Una gran cualidad que tiene Kusama para adentrarnos en esta cena tan rara y psicótica es el uso de una música muy aguda, irritante, incluso molesta, que es la que hará que nos sintamos tan incómodos como el protagonista, Will.