La comedia costumbrista, un género que puede resultar ser un pecado inconfesable para cinéfilos elitistas, tiene el encanto de mostrar una realidad concreta de un pueblo y sirve para mostrar, con una mirada ácida pero guasona, situaciones que en un tipo de cine más serio serían indecorosas. Cada país tiene un tipo de costumbrismo que provoca curiosidad.
Cuando la comedia costumbrista se mezcla con el cine social, la combinación puede resultar interesante. Cineastas británicos como Ken Loach o Mike Leigh son veteranos en esto. Ahora, desde Canadá, llega ‘La gran seducción’, una película dirigida por el actor Don McKellar y protagonizada por Brendan Gleeson y Taylor Kitsch; a la que MagaZinema tuvo la ocasión de asistir al pase para la prensa que organizó A Contracorriente Films, su distribuidora en España. Una propuesta ya vista hace diez años, puesto que se trata de un remake del mismo título.
Los habitantes del pequeño pueblo Tickle Head, tienen que encontrar a un médico si quieren que una empresa construya una fábrica en la zona. Después de que el alcalde huyera a la ciudad, la tarea se le encomienda a Murray French. Debido a un incidente con la policía, el médico Paul Lewis accede a pasar una temporada en la villa. A partir de ese momento, todos los vecinos intentarán seducir al doctor Lewis para que se quede con ellos de forma permanente.
Con una trama sencilla, el actor y director juega con varios elementos a su favor. El contraste entre ciudad y pueblo, unos personajes carismáticos y escenas de comedia de situación puesta en su momento. Con humor se muestra uno de los grandes problemas de la sociedad canadiense: El éxodo rural que vive la población; así como la situación de despoblación a que enfrenta Canadá. Los ciudadanos de Tickle Head necesitan, paradójicamente, una fábrica (con las consecuencias ecológicamente negativas que conllevan) que es su última oportunidad para evitar la desaparición completa.
Brendan Gleeson es el espíritu animador de esta comedia ligera. El actor irlandés da brillo a Murray, un hombre que ha fracasado en las metas de su vida pero se obstina en no dejar sus principios. Gleeson tiene espontaneidad y carisma hasta en los momentos más incómodos. Taylor Kitsch se aleja de papeles heroicos para mostrar solvencia en cine más independiente. Ya tuvo un intento con ‘Salvajes’ aunque en esta propuesta, el actor canadiense saca su lado más amable mostrando que tiene ciertas aptitudes para la comedia.
No obstante, hay que recordar que es un remake de otra película con el mismo título, el mismo guionista, la misma trama, los mismos guiños, los mismos gags, los mismos personajes. Todo es idéntico. McKellar apenas hace modificaciones respecto a la cinta original. Es más, la película sigue recordando al cine social británico por sus tonalidades tristes. Ni siquiera es de nacionalidad diferente, el cambio de un pueblo de Québec por uno de Terranova y Labrador, más al noreste, no cambia nada. De acuerdo, las actuaciones de Gleeson y Kitsch son buenas. Pero, ¿de qué sirven unas buenas actuaciones si la trama es casi calcada a la película anterior? La propuesta original era simplemente correcta, esta es una mera revisión actualizada.
‘La gran seducción’ es una buena oportunidad para ver al gran Brendan Gleeson; y a Taylor Kitsch haciendo algo diferente a las fallidas ‘John Carter’ o ‘Battleship’. Nada más. Quien no haya visto la original, la sabrá disfrutar.
Pocas veces un remake llega al nivel de la película original. En el caso de “La gran seducción”, logra mantener (y mejorar, en algunos momentos) lo que ya pudimos ver hace 10 años de la mano del director Jean-François Pouliot. En esta nueva versión seguimos sin salir de Canadá, aunque cambiamos el francés por el inglés. La propuesta actualizada de Don McKellar nos vuelve a situar en un pequeño pueblo costero de Quebec, donde sus habitantes tratarán de ‘seducir’ al nuevo doctor para que se instale permanentemente. Este remake se gana a pulso la categoría de ‘cine para toda la familia’ gracias a los recurrentes tópicos y divertidas escenas que se suceden sin cesar. Sin embargo, la película vuelve a caer en los tópicos propios de las películas rurales, como la idea de que la gente verdaderamente auténtica vive en los pueblos. En definitiva, nos presenta un pueblo hecho a la medida del personaje de Taylor Kitsch, pero realmente trata de convertirse en el destino perfecto para el espectador. Ver esta propuesta nos asegura, dos horas de deliciosa comedia rural, junto con unas irresistibles ganas de viajar lejos de la gran ciudad.