El cine de juicios es un viejo conocido. En muchas ocasiones llega en forma de thriller como ‘El cliente’ o ‘El informe pelícano’ o de manera más sofisticada como lo fueron obras maestras como ‘Doce hombres sin piedad’ o ‘Philadelphia’. Los dramas judiciales, ante todo, tienen un carácter estamental, con un lenguaje complicado y tramas de difícil resolución o, por el contrario, protagonistas que le hacen frente a una causa injusta y buscan en un juicio, una reivindicación colectiva o de un héroe.
Desde Bélgica llega ‘El veredicto’, drama judicial premiado en el Festival de Cine de Montreal y que ha sido un éxito de taquilla en su país natal. El film narra la historia de Luc, un abogado con una carrera intachable. Cuando está volviendo a su casa después de una fiesta, su esposa para en un autoservicio donde es atacada por un ladrón. Cuando su marido intenta detener el robo es dejado inconsciente. Cuando sale del coma, se le comunica la trágica noticia de que su esposa y su hija de cinco años han muerto en el intento de robo. Luc consigue identificar al culpable, que es detenido y juzgado, pero debido a un error procesal es puesto en libertad sin cargo. Es en ese instante, cuando su único objetivo será la venganza.
Con una trama de hombre con una moral intachable pero que cae en las ansias del odio y el rencor, ese inicio de trama podría haberse convertido en un film típico de héroe vengador. Pero se está ante una cinta europea, tiene otros códigos. Jan Verheyen teje una obra dividida en tres actos donde el principal foco es una dura pero argumentada crítica al sistema judicial belga. El primer acto es el preámbulo, en el que se muestra la horrible tragedia que asola al protagonista. En seguida, se conecta con él, bien interpretado por Koen De Bouw. El segundo acto es consecuencia del primero, la captura del culpable y el error jurídico, es aquí donde el director empieza su feroz crítica al sistema judicial de Bélgica. A diferencia del cine de los Hermanos Dardenne, Verheyen deja el lado social para centrarse en el jurídico. ¿Cómo es posible que, sabiendo que el presunto es culpable, por el olvido de la firma de un fiscal quede libre de todos los cargos? ¿Un error jurídico no tiene penalización? ¿Acaso no hay excepciones? El tercer acto muestra el lado más interesante de esta propuesta, un hombre abandonado por el Estado de Derecho y Bienestar y que se toma la justicia por su mano. Es ahí donde se entra de verdad en la película. Es este último trecho donde los enredos judiciales y el complicado lenguaje se efectúa, donde se muestran completamente las intenciones de su realizador.
Con unas interpretaciones magníficas tanto de Koen De Bouw, muy conocido en la televisión belga; como por Johan Leysen, el abogado defensor del protagonista; y en menor medida de Veerle Baetens (a la que se pudo ver en ‘Alabama Monroe’) como la fría abogada del asesino de la esposa e hija de Luc. Quizás las actuaciones parezcan demasiado rígidas pero no hay que olvidar que se está ante un film judicial, con un lenguaje enrevesado y un perfil imparcial que ayudan a darle mayor credibilidad al escenario. No hay maniqueísmo, lo que aumenta cualitativamente sus virtudes. El film tiene un escenario frío, austero y con pretensiones de estética sueca. Verheyen se adentra en la peor cara de uno de los países más próspero del viejo continente. Todo está calculado al milímetro, el director no deja nada al azar. Con un final que puede decepcionar, especialmente por haber tenido un recorrido riguroso. Aun así, ‘El veredicto’ es un film interesante que destapa las taras de un Estado de Derecho donde la corrupción del poder queda impune, ni fiscales, ni jueces, ni siquiera los abogados de oficio se salvan de la quema. Una propuesta altamente recomendable.