El sistema es claro. El primer día se registra en el hotel, ya desde el momento de la recepción el análisis comienza: ¿El recepcionista saluda cordialmente al huésped?, ¿mira directamente a los ojos?, ¿el botones llega en un tiempo considerado? Ese tipo de cuestiones son las que debe responder Irene, mujer de 40 años, inspectora de hoteles de lujos. Su labor: Analizar la idoneidad de la calidad de los hoteles. Al llegar al final de la estancia, la inspectora saca su verdadera identidad y muestra los formularios donde se detalla cada uno de los puntos que ha destacado.
Así es ‘Viajo sola’, el tercer largometraje de Maria Sole Tognazzi, cuarto si se cuenta el documental ‘Ritratto di mio padre’ en honor a su progenitor (el actor Ugo Tognazzi), está hecho desde un punto de vista enteramente femenino que contrasta con su anterior propuesta, ‘El hombre que ama’. Mientras que en su anterior filme, Tognazzi retrata el punto de vista del amor, de la pasión, de la vida de pareja desde una perspectiva puramente masculina; con ‘Viajo sola’ se habla de todo lo contrario, de la independencia, de la soledad y la decadencia.
La directora dibuja a una mujer del siglo XXI, es libre, independiente y tiene un trabajo envidiable. Sin embargo, esa vida llena de suites de lujos, copas de champán, sesiones de balneario y viajes a varios países es puramente artificial. Al llegar a casa, Irene se encuentra con un apartamento vacío y un buzón de voz sin mensajes. La única conexión que tiene con el mundo es su hermana casada y Andrea, su amigo, ex pareja y confidente. Y todo correrá peligro cuando Irene viva de cerca un suceso trágico.
Margherita Buy retrata extraordinariamente a Irene. Entabla una relación directa con el espectador, que en seguida se mete de lleno en esa heroína tragicómica, que vive entre lujos y relaciones distantes. Un personaje disfuncional pero natural, espontáneo. Domina enteramente la película. Su principal partenaire, Stefano Accorsi (con el que se reencuentra después de 12 años tras la estupenda ‘El hada ignorante’), consigue provocar un enfrentamiento entre los principales miedos de Irene. Tienen una química en la que no se diría que están actuando.
Tognazzi plantea varios puntos: ¿De verdad la mujer del siglo XXI ha conseguido una independencia plena?, ¿sigue la mujer atada a unos arquetipos de familia?, ¿la soltería, en la mediana edad, supone la soledad absoluta?, ¿de verdad un hotel de lujo consigue llenar el vacío que sienten sus huéspedes?
Todas esas preguntas la realizadora las deja caer, unas sutilmente, otras de golpe. Aunque, la intención de la cineasta no es la de resolver todas esas cuestiones, tampoco la de dar lecciones de vida. Con lo cual, ‘Viajo sola’ convierte al espectador en testigo de la vida de una protagonista que entra en un conflicto emocional del que saldrá como buenamente puede, sin moralina ni resoluciones con clichés. Eso hace de la película tanto su mayor virtud como su mayor defecto, no ahonda demasiado en lo que se plantea. Por un lado está bien, hace que la cinta aligere contenido dando mayor sensación de bienestar al verla; por otro lado, quizás se quede corta y provoque, sobre todo a un espectador muy exigente, cierta decepción por no querer ambicionar mayor complejidad.
‘Viajo sola’ es una estupenda película para el verano, una versión light de la exasperante ‘Another Year’. Un viaje en primera clase, con menú degustación, espaciosos asientos y momentos de relax pero con un destino incierto y algo angustioso.