¡Qué mejor ocasión para citar al que consideran el padre de la medicina, Hipócrates! Él dijo: “Ni la sociedad, ni el ser humano, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar para ser buenos los límites establecidos por la naturaleza”. La mítica serie de las 90, ‘Urgencias’, marcó a más de una generación. Tal fue su huella, que las siguientes series y películas de médicos parecen derivados de ésta. Sin embargo, con la llegada a salas de ‘Hipócrates’, se puede descubrir que el mundo de la medicina y los hospitales dista mucho de ser un déjà vu.
Benjamin es un joven estudiante de medicina que va a hacer el M.I.R en el hospital donde su padre es uno de los altos cargos del consejo. Decidido a convertirse en un gran doctor, pronto se dará cuenta que la vida en un hospital no es para nada como él esperaba. El cuidado de los pacientes es mucho más complejo en prácticas que en teoría. Su compañero de prácticas, Abdel, es un experimentado médico argelino que le hará ver la responsabilidad de su vocación, así como también la profesionalidad y humanidad necesaria para enfrentarse a cada caso.
Como se apuntaba en el primer párrafo, ‘Hipócrates’ tiene la contra de llegar después de que Hollywood haya dado a creer que el espectador ya sabe todos los entresijos de un hospital. Nada más lejos de la realidad ya que esta propuesta es uno de los acercamientos más fieles a la día a día de un centro sanitario. Ya desde el inicio hay una declaración de intenciones; desde el momento en que el joven protagonista pregunta: “No tienen una bata que no tenga manchas” y le responden: “Está lavada, son manchas limpias” se puede intuir que el realizador, Thomas Lilti, pretende mostrar una rutina médica no exenta de una fuerte crítica social que envolverá permanentemente a la película.
No es casualidad que el filme tenga tan alto grado de autenticidad, Lilti –antes de dedicarse al cine– fue médico y conocer a la perfección lo que hay entre los bastidores de un hospital. Por ello, teje una película muy real y que pretende mostrar en qué está derivando la sanidad pública es ahora. En Francia la crisis existe y eso es algo que deja bien patente el realizador. Allí también hay recortes de presupuesto y planes de optimización con gestores incompetentes y de fuertes creencias neoliberales. La peor cara del capitalismo se manifiesta sutilmente en cada escena en la que un médico se queja de la falta de un desfibrilador o que se le ponga una sonda a una paciente, sabiendo que lo que necesita es una bomba de morfina pero, ya se sabe, eso cuesta.
También se ve en la cara de esos médicos y enfermeros que deben capear una situación que se torna imposible y en la que más de uno se ve tentado a caer en la desidia, como también se aprecia una crítica a la excesiva jerarquización, la excesiva frialdad hacia el paciente o las contradicciones de algunos usos.
Cercano al cine social de los Hermanos Dardenne pero hecho con un punto de vista más amable y optimista (no es casualidad que se titule la cinta como el creador de la medicina como se conoce), ‘Hipócrates’ se convierte en un sutil manifiesto a favor de la sanidad pública mostrando las rutinas de los internos que están en prácticas. Gracias a los momentos de comedia de los actores, se puede tomar un respiro en esa vida llena de enfermos y lúgubre ambiente. Vincent Lacoste vuelve a demostrar estar hecho para la comedia, aunque esta ocasión de forma comedida; Jacques Gamblin manifiesta de nuevo su solvencia como actor haciendo del padre del joven protagonista.
Pero el que se lleva el gato al agua es Reda Kateb, premio César al Mejor Actor de Reparto por este papel, el actor francés de origen argelino se lleva casi todo el protagonismo gracias a una actuación más que formidable. Kateb es el alma de la película, es aquel que demuestra el complicado equilibrio que tiene que tener un doctor. “Ser médico no es un trabajo, es una maldición”, sentencia el personaje. Y es que el actor plasma lo que Lilti desea transmitir: La profesionalidad pese a todo, humanidad en el trato, tomar decisión siempre pensando en el bienestar del paciente más que en la supervivencia como tal y dedicación en lo que se hace.
‘Hipócrates’ es cual ola a una marea blanca. Un estupendo homenaje al oficio de la medicina como también un acercamiento cinematográfico a este gremio. Con sus virtudes y sus defectos, con manchas que muestran que la vida no es una bata de blanco inmaculado. No será perfecta, el final desluce un poco el ejercicio, pero este recorrido entre pasillos de hospital merece una diagnóstico más que favorable.