El cine social suele funcionar cuando está bien hecho. Hace poco se estrenó la más que notable ‘Las vidas de Grace’, como también llegó la correcta ‘Hermosa juventud’, mientras que los hermanos Dardenne, adalides de este género, estrenarán próximamente ‘Dos días, una noche’. Desde Canadá llega ‘Gabrielle’, segundo largometraje dirigido por Louise Archambault. La película presenta a Gabrielle, que padece el síndrome de Williams.
El síndrome de Williams es un trastorno genético poco común (sólo ocurre en 1 de cada 7.500 recién nacidos). Tiene unas características concretas. El que padece el síndrome tiene un ligero retraso mental, rasgos faciales reconocidos, niveles de calcio elevados en la sangre durante la infancia y un estrechamiento de la arteria principal inmediatamente al salir del corazón que les da mayor probabilidad de sufrir un infarto. Estas características negativas se contraponen a otras positivas; ya que desarrollan un extraordinario dominio del lenguaje, tienen mayor grado de empatía y asertividad hacia terceros, mayor conocimientos en los pequeños detalles, así como una pasión y sensibilidad natural hacia la música.
Con todas estas habilidades, Archambault muestra un largometraje que va a cuestas entre el documental y el cine de ficción, puesto que ha querido contar las verdaderas vivencias del coro “Las Musas”, en el que la protagonista de la película participa, así como la de actriz principal, Gabrielle Marion-Rivard. Esta intérprete tiene el síndrome de Williams en la vida real y también participa en el coro “Las Musas” en su día a día. Pese a parecer un documental a simple vista, ‘Gabrielle’ se aleja de este concepto para mostrar un tipo de telerrealidad en el que se muestra la vida de la protagonista, incomprendida por su entorno, que desea valerse por sí misma y demostrar que es capaz de hacer su vida de manera independiente. A la par, se muestra el amor de Gabrielle por un compañero del coro.
Como si tratara de mostrar la jornada de una Gabrielle ficticia. La cineasta plantea cuestiones interesantes acerca de la visión que perciben los discapacitados sobre su entorno. Gabrielle, que conecta muy bien con las personas, no comprende por qué no puede enamorarse o vivir en un piso ella sola con 22 años. Se muestra a una protagonista alegre, que tiene un vínculo muy fuerte con su hermana. La directora ahonda también en la pasión que su protagonista siente por la música, presente prácticamente en todo el metraje Quizás el tema más interesante que se muestra es acerca de la sexualidad en la gente discapacitada, un tema del que apenas se ha hablado. Es verdad que Gabrielle está enamorada pero también es cierto que tiene 22 años. Dicho lo cual, esta propuesta se zafa de un dramatismo sensiblero y maniqueo y consigue narrar con naturalidad la vida de una persona diferente.
Sin embargo; el deseo de, simplemente, mostrar las jornadas de Gabrielle hace que las intenciones de la directora se disipen. Al no querer arriesgar en mostrar mayor atrevimiento, el largometraje queda como una mera muestra de la vida de una persona con tal síndrome. Archambault decide no ahondar en el síndrome de Williams, dejando una cinta sin pretensiones, de agradable visión, que gracias a sus buenas intenciones y a la espontánea interpretación de su protagonista, que irradia energía y optimismo, no disgustará al público