Viago, Deacon y Vladislav son tres vampiros que comparten piso en Nueva Zelanda. Hacen lo posible por adaptarse a la sociedad moderna: pagan el alquiler, se reparten las tareas domésticas e intentan que les inviten a entrar en los clubs. Una vida normal, salvo por una pequeña diferencia: son inmortales y tienen que alimentarse de sangre humana. Cuando su compañero del sótano, Petyr, convierte en vampiro a Nick, nuestros protagonistas deberán enseñarle como funciona todo en su recién estrenada vida eterna.
Cuando encuentro el placer en una buena comedia de terror hay algo que me invade. Por una lado la creencia de que este género no está perdido, que está latente y se mantiene firme ante una ingente cantidad de comentarios que lo desprestigian sin llegar a darle una oportunidad, sin ni si quiera verlo; y por el otro me hallo ante la felicidad de seguir descubriendo títulos que me hagan reír como ‘Lo que hacemos en las sombras’ ha hecho. Esta película dirigida por Taika Waititi (con quien ya nos reímos muchísimo en ‘Jojo Rabbit’) y por Jermaine Clement nos lleva a un imaginario mundo en el que los vampiros coexisten con todo tipo de criaturas del ámbito, formando una especie de pacto medianamente seguro para todas y cada una de las criaturas (menos los humanos, obviamente) que, con sus más y sus menos, han formado una saludable convivencia. Así zombies, licántropos y vampiros son las criaturas que disfrutamos en la película.
Rodado en formato falso documental, ‘Lo que hacemos en las sombras’ nos lleva por un sendero de diversión y situaciones tan absurdas como pocas cabezas podrían imaginar. Estas situaciones nos van manejando por la narración de la cinta, haciendo que disfrutemos de la misma e intuyamos como se lo pasaron a la hora de crearla los director y actores de la obra, teniendo en cuenta que cada «sketch» que nos encontramos ‘Lo que hacemos en las sombras’ puede resultar, si cabe, más absurdo que el anterior. Teniendo claro que este es el tipo de humor que se nos va a mostrar, disfrutar de el es algo muy sencillo.
Gráficamente la fotografía que tenemos en ‘Lo que hacemos en las sombras’ tiene un ambientación que te sumerge de golpe en lo que la película es en sí; lúgubre y oscura, incluso las escenas al aire libre tienen ese halo sombrío que va haciéndose dueño de todo y únicamente en determinados momentos de la obra podemos ver destellos de luz más amplios. Así pues el cromatismo terroso y con tonos tan cálidos reflejan el ambiente cómico en el que está envuelto ‘Lo que hacemos en las sombras’; unos colores que difieren bastante del ideario vampírico que podríamos imaginar, pero que nos permiten estar de manera confortable con lo que estamos viendo.
La sencillez del falso documental da un juego inmersivo muy intenso para el espectador, pues además de ver en primerísima persona todo, los bamboleos de cámara y el ejercicio de correr o situaciones similares hacen que casi parezcas uno más dentro de la narración. En ‘Lo que hacemos en las sombras’ pocas cosas quedan al azar y todas las situaciones disparatadas nos muestran momentos hechos y perfectamente creados para que sean desternillantes y, salvo pequeños instantes donde la broma no consigue entrar del todo, si apoyamos estas situaciones en un ácido y divertido guion, conseguimos reírnos de lo lindo y disfrutar de cuantas absurdeces estamos viendo en pantalla.
En definitiva, ‘Lo que hacemos en las sombras’ es ciertamente inteligente; su humor absurdo está tan premeditado y tan bien organizado que la sonrisa es constante durante todo su metraje y las carcajadas algo que abunda en diversos instantes de la misma. Una película que será de culto y que no deja de ser una muestra perfecta de como hacer una comedia de terror de las de verdad, de las que se ríen hasta de ellas mismas.
¿Nos encanta?
Overall
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Originalidad
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Fotografía
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Montaje y edición
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Música
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Guion
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Interpretaciones