¿Es posible que exista mayor homenaje a la imagen de un actor que una parodia de sí mismo? Efectivamente, eso es posible. Un ejemplo es el de Alejandro González Iñárritu en ‘Birdman’. Sin embargo, Barry Levinson llevo ese homenaje a un paso más allá con ‘La sombra del actor’, exhibida fuera de concurso en el Festival de Venecia de 2014 y protagoniza por un Al Pacino que se convierte en artífice de su propio homenaje en forma de comedia negra.
Simon Axler es un veterano y reconocido actor de teatro que, de repente, empieza a padecer un bloque interpretativo. En medio de una interpretación de Macbeth, Simon tiene una crisis de ansiedad y cae del escenario. En medio de una horrible depresión, es ingresado en un centro psiquiátrico momentáneamente hasta que pueda recuperarse. Al poder salir del centro, empieza a tener una aventura con Pegeen, hija de una antigua amiga, una mujer lesbiana mucho más joven que él y que ella admiraba a la imagen de Axler desde que era una niña. La relación con Pegeen iniciará un círculo vicioso por intentar recuperar la magia de la actuación.
Se abre el telón y aparece Al Pacino, uno de los grandes del cine clásico más contemporáneo, que empieza a divagar sobre el mundo de la actuación, sobre cómo se inició su personaje en la actuación. En cierta manera, el actor de ‘El precio del poder’ o ‘Heat’ recuerda su propio comienzo, como cuando fue propuesto por Francis Ford Coppola ante la incredulidad de los productores de ‘El Padrino’. Con esa presentación tan personal, tan real, Pacino introduce al público en la psique de Simon Axler con una precisión y una maestría propia de él.
Pese a estar basada en la novela ‘La humillación’ de Philip Roth, las casualidades de la vida hacen que ese histriónico personaje se mimetice con la vida de Pacino, con esa predilección que tiene por los libretos shakesperianos como por las mujeres jóvenes y amores imposibles. El lado más íntimo de este genio de la interpretación sale a luz. Pacino se desnuda ante la cámara mostrando su lado más humano, más atormentado, su vejez en estado más puro, ofreciendo una clase magistral que provoca molestia.
¿Y por qué molesta? La razón es sencilla. Tanta energía y dedicación es demasiada para una película que flojea en un guión que empieza con un relato que, cierto, se asemeja a ‘Birdman’ pero que en su voluntad de querer darle una vuelta de tuerca más empieza a divagar de forma inconsistente no sabiendo dividir los momentos de locura, ensoñación y realidad. Levinson ya no es el maestro de esas películas llamadas ‘Good Morning, Vietnam’ o ‘Rain Man’. En su propuesta para ver la caída de una estrella, ese crepúsculo a lo Pacino no consigue crear una auténtica y espeluznante historia sobre lo efímero de la fama o una crítica consistente a la industria.
Con lo cual, ‘La sombra del actor’ deja un sabor agridulce en su visionado. Por un lado está ese Pacino que se desnuda ante la cámara, que se ríe de sí mismo y que tiene tal magnetismo que hace sombra prácticamente a todo personaje secundario que aparece, a excepción de Greta Gerwig que es la única que es capaz de hacer de contrapunto. Sin embargo, por otro lado está esa sensación de no saber hacia dónde va y cuáles son las intenciones.
‘La sombra del actor’ es una película con sabor a hiel. Lo único que vale la pena es ver en la gran pantalla a Al Pacino que da una de sus mejores interpretaciones desde hace muchos años. Lástima que se desluzca en un filme menor que no llega para nada al nombre de su protagonista.