Paweł Pawlikowski debuta en el cine polaco. Es sorprendente que Pawlikowski, oriundo de Polonia, no haya realizado ninguna producción en su país natal hasta ahora. Pero más vale tarde que nunca y con ‘Ida’ consigue brillar de forma clara y directa. Las películas de Pawlikowski (‘Mi verano de amor’, ‘La mujer del quinto’) han sido aplaudidas dentro del circuito independiente británico pero que no han ido a más. Paradójicamente con ‘Ida’ obtiene mayores méritos aunque ésta lo vale.
La historia de Anna, una joven novicia que, días antes de tomar sus votos y por consejo de la madre superiora para confirmar la vocación de la joven, decide conocer a su tía Wanda que es el único pariente que le queda vivo. El encuentro entre ambas provocará que hechos del pasado vuelvan al presente, sobre todo cuando Anna descubre que su verdadero nombre es Ida y era hija de judíos. A simple vista, no es una historia que pueda llevar demasiada intriga pero ahí reside su brillo.
‘Ida’ es una película austera y rodada en un riguroso y acertado blanco y negro. La elección del blanco y negro proporciona a la cinta mayor profundidad de lo que hubiera dado el color. Se está en 1962, una época en la que Polonia todavía se está recuperando de las terribles consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. La sobriedad no sólo reside en los tonos; también se ve en los diálogos, parcos, directos, fríos.
Pawlikowski consigue llevar las sensaciones a la imagen, a los planos, que dicen mucho sobre la situación más que los diálogos en sí. Porque se está ante un film donde el viaje interno de las protagonistas es lo que importa más que los hechos en sí. La ambigüedad que provocan las escenas deja libertad al espectador más ávido para ver las intenciones del cineasta.
En la cinta lo que más tiene valor son Ida y Wanda, sobrina y tía, en ese viaje para conocer los hechos pasados se mostrará un contraste fuerte que marca las consecuencias de la guerra en el país. Una es joven, inexperta, una pequeña alondra que sale del nido; la otra ya tiene recorrido, se ha enfrentado a la vida, ha vivido las peores desgracias que puede ocasionar una guerra. Las dos mostrarán dos caminos de vida, dos elecciones. Muy acertado por parte del director de elegir a Agata Trzebuchowska, una actriz joven sin experiencia en el cine; y a Agata Kulesza, reconocida actriz polaca de teatro que ha tenido reconocimiento en el cine en su país de origen. Ambas consiguen transmitir perfectamente las sensaciones descritas. También destacable, aunque en mucha menor medida, el papel de Dawid Ogrodnik como Lis, el joven saxofonista que ayudará sin querer a Ida en su camino hacia la vida.
La banda sonora de la cinta es una delicia. Pawlikowski juega con la música de compositores reconocidos como Beethoven o Bach. Sin embargo, es una delicatessen porque sólo se muestra en momentos en que los personajes la accionan. Con lo cual, las sensaciones del film resultan crudas pero penetrantes. Una muestra más de austeridad en su expresión más positiva de la palabra
La II Guerra Mundial, el nazismo y las consecuencias de ambos son un constante en el cine polaco. Sin embargo, Pawlikowski mira a este pasado sin remilgos pero objetivo, crítico. Así pues, ‘Ida’ es un ejemplo de elegancia, de cine en su significado máximo. No falta nada: El sentido, la pasión plasmada en cada fotograma mudo y sonoro, en cada detalle. ‘Ida’ representa lo mejor del cine europeo. Aquél cine con la mayor libertad creativa que puede haber, aquél que hace que el cine se sienta vivo.