Este año el cine adolescente vivió una dignificación. Si en la década de los 2000 comedias adolescentes como ‘Chicas malas’ o propuestas independientes como ‘Juno’ lo reivindicaron como un género que puede ser de calidad pese a su target; en esta década uno de sus principales pilares ha sido ‘Bajo la misma estrella’, película que no pretendió ser otra cosa que honesta consigo misma y con ello demostró que una cinta adolescente con tramas folletinescas puede ser una propuesta de calidad.
Desde Italia llega ‘Blanca como la nieve, roja como la sangre’, dirigida por Giacomo Campiotti y basada en el libro homónimo de Alessandro D’Avenia. Leo es un joven adolescente que vive entre mensajes de móvil, deberes, pósteres, canciones, partidos de fútbol, motos, miradas y flirteos. Lleva mucho tiempo enamorado de Beatrice, pero no sabe ni cómo saludarle. En sus intentos de conquista se encuentran sus más fieles amigos; por un lado Ettore, que se lleva broncas sin querer por estos intentos; y por otro está Silvia, su mejor amiga, la cual está secretamente enamorada de él. Pero no todo será de color de rosa para Leo, pronto descubrirá que la chica de sus sueños padece una grave enfermedad.
Esta propuesta, es verdad, que tuvo un estreno inicial anterior al de ‘Bajo la misma estrella’. Pero en España la propuesta italiana ha llegado más tarde que la estadounidense y es imposible evitar ciertas comparaciones. Y es justo la combinación de elementos lo que juega en contra de esta película. Si ‘Bajo la misma estrella’ era honesta, ‘Blanca como la nieve, roja como la sangre’ es lo contrario. El director desea mostrar una historia que desea ser más trascendental de lo que el cine juvenil europeo está acostumbrado. Es verdad que obras como ‘LOL (Laughing Out Loud)’ o ‘Romeos’ supieron utilizar ese enfoque inmaduro e inacabado de los jóvenes pero este largometraje que se analiza no juega esa liga.
Leo es un protagonista incoherente. Vale, es un púber con las hormonas a flor de piel y al que las emociones y los sentimientos se polarizan con demasiada facilidad. Sin embargo, Campiotti no muestra a un joven curioso con la vida, con anhelos y dudas; sino que enseña a un joven egoísta, arrogante y poco consciente de la realidad en la que vive. Su transformación no encuadra, no hay apenas escarmiento por sus actos. Lo salvable de esta película es Luca Argentero, que interpreta al profesor suplente de Literatura. Un personaje que querrá ayudar al protagonista en canalizar sus emociones. La imagen del mentor que acoge a su pupilo está muy vista pero Argentero sabe llevarlo a su terreno dando un personaje que ayuda pero que no pone la otra mejilla.
Lo que puede espantar de este filme no es tanto su irregular uso de las emociones o la incoherencia de sus personajes sino su mensaje. Con un guion coescrito por el propio autor de la novela, esta película juvenil desea demostrar que la pasión inicial en una relación no es lo correcto sino que lo es un amor más sosegado. Está bien, esa idea puede resultar interesante pero el tratamiento maniqueísta de la misma hace que ese planteamiento se deseche. La pasión, de color rojo, muere mientras el sosiego, de color blanco, es el que perdura. Falta el color rosa, ese equilibrio entre la pasión y el afecto.
‘Blanca como la nieve, roja como la sangre’ resulta una proposición más en la línea de las adaptaciones de las novelas de Federico Moccia que de un cine trascendental como, por ejemplo, ‘La vida de Adèle’. Cine adolescente resultón, con amores imposibles y finales empalagosos. El azúcar, en dosis adecuadas no es malo, pero, ya se sabe, el exceso de glucosa puede desembocar en infarto.