Se agradece que vengan de Iberoamérica películas de otros países diferentes a Argentina y México que son los que mayor producción exportan. Desde Venezuela llega la última ganadora al Goya a Mejor Película Hispanoamericana, ‘Azul y no tan rosa’, ópera prima de Miguel Ferrari, reconocido actor de televisión y teatro en su país natal donde también ha hecho cine. En ‘Azul y no tan rosa’, Ferrari ejerce de no sólo de director sino también de guionista y productor de la cinta.
Diego es un fotógrafo de éxito que vive en Caracas. Después de varios años de relación decide irse a vivir con su pareja, Fabrizio. Sin embargo, imprevistamente se ve obligado a hacerse cargo de Armando, su hijo adolescente fruto de una relación heterosexual de juventud y al que no ve desde hace varios años. El chico llega cargado de rencor y reproches lo que dificulta la relación paterno-filial. Las cosas para Diego irán a peor cuando un grupo de radicales homófobos le dan una brutal paliza a Fabrizio dejándolo en coma.
La película en todo momento desea marcar su camino hacia el amor y la redención, lo que la convierte en una cinta llena de buenas intenciones a primera vista. Y sí lo consigue, hay varios momentos dramáticos que harán que el espectador más sensible empatice con la situación y los personajes. Sin embargo, el filme contiene varios clichés que, al menos en el cine en Europa, ya están la mayoría superados. Quizás esta es la parte perdonable de la película, se puede comprender que las tramas con personajes homosexuales (alejados del estereotipo) todavía es algo muy nuevo en las producciones hispanoamericanas. Aun así, ‘Azul y no tan rosa’ no consigue mostrar una situación mayoritaria en la sociedad venezolana al mostrar una familia burguesa.
La actuación del elenco puede considerarse aceptable, simplemente cumplen. Aun así, destaca Hilda Abrahamz interpretando a Delirio, la mejor amiga de Diego, una mujer transexual madura que ejerce de escenógrafa y que fue una reconocida bailarina de cabaret. El iluminación, montaje, puesta en escena y narración son algo deficitarias provocando en algunos momentos que dé la sensación de ver un telefilme.
Película amable y activista en todo su recorrido, gustará a aquel público más políticamente correcto que busquen historias menos trascendentes y elitistas. Consigue mostrar una realidad acerca de cómo viven los varones gais en un país tan machista como Venezuela, extrapolable a la situación de semejantes en otros países de Iberoamérica. Otra producción del mismo país, ‘Pelo malo’, estrenada hace un mes en España no obtuvo tanta repercusión al carecer de la popularidad que tiene ‘Azul y no tan rosa’ y eso que era más real y dura de lo que puede ser la ópera prima de Ferrari.
Su parte activista y correcta le han permitido obtener el Goya en perjuicio de otras producciones más arriesgadas y aplaudidas como la argentina ‘El médico alemán’, la chilena ‘Gloria’ (la película revelación del año y aclamada en el Festival de Berlín y ganadora a Mejor Película en los recién creados Premios Platino) y, quizás la más dura, la mexicana ‘La jaula de oro’.
‘Azul y no tan rosa’ es una fábula en favor de la igualdad de sexos, y de denuncia de la homofobia y de la violencia de doméstica. Una producción que, pese a ser un déjà vu, es interesante para ver una realidad que es cercana pero a la vez muy alejada como es la sociedad venezolana.
Pingback: La decadencia de un país en pantalla – CulturArte