A estas alturas es un hecho más que conocido y contrastado el que Marcus Dunstan puede considerarse ya una asentada mente creadora de cine slasher cada vez más tendiente a un marcado estilo torture porn al que parece haberse aficionado en su aún incipiente carrera cinematográfica como guionista. Entre sus participaciones se encuentran tanto tres entregas de la conocida franquicia Saw como los nada destacables remake y secuela de la recientemente renovada saga Piraña. Todos estos largometrajes, junto a otros menos destacados o reconocidos a nivel de público general, comparten por lo general un rasgo definitorio común en su conjunto: el predominio representativo de la violencia descubierta y desagradable, apetecible para un concreto sector de espectadores que encuentran en estas propuestas su evidente predilección narrativa y audiovisual respaldada gracias a un elemento gore cada vez más casual y genérico que sin embargo sorprende en ocasiones con nuevas licencias a explotar de mayor calado mediático, ya sea entre otros factores por una fuerte censura o por la controversia derivada de una polémica ya rallante en lo habitual. Ese es el caso de The Collector, el primer film dirigido por Marcus Dunstan, que utiliza la experiencia obtenida como guionista de esos numerosos proyectos que respaldan su afición por el género slasher en sus vertientes más desagradables para llevar a cabo la que sin lugar a dudas debe resultar una película de ensueño para su propio gusto, pero que adolece al mismo tiempo de un amplio número de defectos que la alejan de un resultado similar o meramente cercano al de la primera entrega de Saw.
La trama actúa en este caso como excusa introductoria de un escenario adecuado para el desarrollo argumentativo, bastante previsible por una parte y compensado por otra gracias a las numerosas y casi ininterrumpidas dosis de tensión extrema que alcanzan en determinados momentos un nivel cercano al auténtico miedo gracias a las situaciones límite, a la cotidiana pero aun así tétrica ambientación y al homicida de turno, esta vez incluso más maquiavélico y perverso de lo habitual. Las trampas hacen acto de presencia como elemento principal del desarrollo de la faceta gore del largometraje, y si bien no son demasiado novedosas consiguen cumplir su oscuro cometido con solvencia y no poca sangre, dejando para el recuerdo de los más morbosos unas cuantas muertes bastante desagradables no ya sólo por su brutalidad, sino también por lo doloroso y lascivo de sus ejecuciones. En contrapartida la elección del protagonista, encarnado por un más que solvente Josh Stewart, resulta certera y agradable al tratarse de un personaje entrañable y humano con el que el espectador puede sentirse fácilmente identificado, y que consigue llevar de muy buena manera el desarrollo de su complicado y nada agradable pulso con el antagonista. Resta decir que si bien la película no sorprende, tampoco pierde el interés en ningún momento, con un ritmo ágil y bien trazado hacia su recta final y posterior cierre.
En lo técnico se ha conseguido un resultado que va más allá del tópico pero indispensable juego de luces y sombras, alcanzando una muy original y vistosa exhibición basada en el realce de determinados efectos visuales y la implementación de otros tantos de carácter auditivo que acentúan y personalizan con un notable grado de detalle cada aparición del asesino, consiguiendo mutar su aspecto sin necesidad de alterarlo físicamente hasta asemejarlo a un voraz insecto a punto de atrapar a su desvalida presa, un símil terrorífico y novedoso que intimida y sorprende al espectador con cada uso que se le da a lo largo de la casi hora y media de duración.
Cada plano y encuadre está realizado con el más alto cuidado en la obsesiva búsqueda de la máxima espectacularidad necesariamente desalentadora y visceral que una producción de estos valores puede y debe siempre aspirar a conseguir, y es en ello en lo que se halla la quintaesencia de The Collector. Por lo demás no aporta nada que no se haya visto ya al mercado, el guión tiene en su haber más trampas que el propio enemigo, salvo el protagonista no encontraremos ninguna interpretación destacable, y hay no pocos aspectos mejorables a lo largo del metraje. Dejando todo esto a un lado y centrándonos en lo que vemos y sentimos como meros clientes de la carnicería no cabe duda de que, para bien o para mal, estamos ante un nuevo referente en el género del slasher.
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4/10
Resumen
Lo mejor: Es un referente del terror instantáneo en todos los sentidos.
Lo peor: El guión es tramposo, algunas situaciones son poco creíbles y no aporta nada nuevo al género.