El primer «cuento de hadas» de Pixar nos trae a ‘Brave’; la cinta que debía situar a la productora en el escalón superior que volviese a decir al mundo que su trascendencia dentro del cine va más allá de películas para niños; sobre todo teniendo en cuenta el trabajo anterior de la compañía: ‘Cars 2’.
El resultado de la misma deriva en una cinta que se comporta de manera más adulta que infantil. ‘Brave’ nos trae la vida de Mérida y su lucha contra el destino que le viene marcado por la sangre azul, y nos la trae comenzando por una presentación de los personajes y de la propia protagonista en un prólogo maravilloso y cargado de posibilidades. Nos permite conocer así tanto a la propia Mérida, como a las causas que le hacen ser quien llega a ser en realidad conforme el tiempo de la cinta avanza. Ese prólogo; ese inicio de película lo culminan la ambientación y el desarrollo de la historia que nos llevará al verdadero entresijo de la misma, en el cual el comportamiento adulto se deja en una escala inferior para que la magia haga las delicias del disfrute de los niños.
Y con la magia confluyen las causas y los porqués de que la cinta haya acaparado críticas a favor y en contra. La necesidad de que la misma historia avance lleva a ‘Brave’ a perderse en una espiral de tópicos en cada cinta de animación que pueden llevar a una pérdida total para la misma; pero la solventación por parte de los encargados de hacer que tras el periplo por el valle de lo ordinario la cinta vuelva a resurgir como una obra maravillosa es indudable. Parte de culpa la confieren tres personajes que deberían ser más que secundarios en el devenir de la misma, pero que se quedan comidos totalmente por la fuerza y las anécdotas de la familia que los acompañan: Lord MacGuffin, Lord Macintosh y Lord Dingwall son tres peones sobre los cuales se asientan todos y cada uno de los clanes que arreglan el desaguisado en el cual ‘Brave’ había entrado.
Ellos tres y lo que verdaderamente confiere fuerza a la cinta, Mérida y su compañía durante el viaje, así como la habilidad de arreglar lo que ha estropeado, son los verdaderos protagonistas de la película. Toda la cinta se asienta en ella y sus vaivenes, así como en esos secundarios ya comentados que hacen las delicias de todos.
Ahora bien, lo que recubre de fuerza a la cinta es la potencia gráfica de la misma que, si ya bien nos tiene acostumbrados Pixar a que sea magnífica, se sube escalones por encima de todos aquellos profesionales que intenten si quiera acercarse. Los planos paisajísticos, los personajes, ambientación y el añadido, y hay que nombrarlo a parte, del pelo de la protagonista, hacen que la vista se nuble ante la belleza de un trabajo bien hecho que merece una crítica en si, y que sienta cátedra sobre la profesionalidad de una compañía que transciende más allá del cine de animación.
A ello hay que añadir la música que ambienta en todo momento la historia que ‘Brave’ nos cuenta; las canciones son canciones en sí, que acompañan a determinados momentos en los que cuadra y debe entrar; pero la música ambiental que rodea a la cinta es lo que nos introduce en el mundo más profundo que nos intentan enseñar, consiguiendo que no pase desapercibido ni un solo detalle gracias a ella. Desapercibida pero esencial.
Ahora bien; a Pixar se le ha tratado siempre de dos maneras muy diferenciadas a raíz de las películas que lanzaba al mercado: o se le encumbra en oro y laureles, o se le hace saber que no está tan bien el resultado final. El tema es que haga lo que haga la productora, las críticas avanzan con ella, pero para ‘Brave’, la decimotercera creación que sale de estos estudios, hay una cosa que queda clara, y es la propia definición del cine que Pixar ha creado en sí, consiguiendo mezclar el cine de adultos con el de niños, haciendo que ambos disfruten.