Siete años han pasado ya desde que se estrenase “300”, una película que entusiasmó tanto a los fanáticos del género Péplum como a cualquier amante de las buenas aventuras de corte grecorromano. El film de Zack Snyder se convirtió por méritos propios en un clásico instantáneo gracias a su acertado enfoque hacia la épica, a su depurado aspecto visual y a su narrativa directa a la par que concisa. Algunos reprocharon su inexacto rigor histórico, la falta de una mayor profundidad argumental o su excesiva orientación al espectáculo; pero lo cierto es que la crítica mayoritaria aplaudió con fervor este destacable resurgimiento del cine épico. La grandiosa hazaña de trescientos espartanos capitaneados por un sobresaliente Gerard Butler interpretando al rey Leónidas se ganó las alabanzas de la prensa internacional y un gran éxito en taquilla que propició los crecientes rumores sobre una futura continuación. Ahora, sin Zack Snyder en la dirección pero con un mayor presupuesto, llega a la gran pantalla la segunda parte de la recién iniciada franquicia.
“300: El origen de un imperio” no se desarrolla como una secuela al uso, sino que complementa la historia desarrollada por el film original repartiendo su metraje antes, durante y después de la famosa batalla de las Termópilas. Desde la ascensión de Jerjes a emperador hasta la famosa batalla de Salamina que enfrentó a los griegos liderados por Temístocles contra la flota persa comandada por Artemisa, el guión de esta nueva entrega amplía su particular representación de las Guerras Médicas y se explaya con comodidad en el conflicto del que se nutre. Si bien la trama está lejos de ser compleja o fehaciente y el desarrollo se canaliza en demasía hacia una hipérbole de escenas de acción a cada cual más espectacular y violenta, lo cierto es que el ritmo es tan directo y se mueve con tanta soltura entre los diferentes emplazamientos y situaciones creados que acaba entreteniendo al espectador por saturación, sin alcanzar en ningún momento la frescura ni calidad de la película predecesora.
El elenco de actores, capitaneado por el carismático Sullivan Stapleton y la hermosa Eva Green en papeles antagónicos, resulta bastante sólido y convence en todo momento gracias a unas interpretaciones solventes por lo general y muy apasionadas en las escenas de batalla particularmente. La banda sonora, compuesta por el famoso DJ y productor discográfico Junkie XL, cumple con su cometido sin demasiados alardes y sirve de broche a una fotografía especialmente cuidada, en la que los vertiginosos enfoques y los dinámicos planos secuencia a cámara lenta difuminan por momentos la frontera entre película y videojuego (para bien en este caso). Mención destacada a los efectos especiales, de uso casi constante y aun así fastuosos en su aplicación, recreando unas escenas de batalla imposibles de imaginar hace una década e incluso generando un mar entero por ordenador. Sorprende por otra parte que Noam Murro recurra a un empleo de la violencia y el sexo mucho mayor al que Zack Snyder necesitó mostrar en su film, algo que agradará a unos y disgustará a otros.
El mayor problema de “300: El origen de un imperio” es, en definitiva, que a ratos resulta realmente cuestionable su necesidad como segunda parte. Cierto es que amplía el mundillo extraído del cómic de Frank Miller y que complementa con bastante acierto al film original, pero carece de frescura, innovación o sorpresas reseñables a lo largo de sus casi dos horas de metraje. Lejos de estar a la altura de su predecesor, pero sí entretenido, emocionante y muy espectacular; este estreno agradará especialmente a quienes al ir al cine busquen películas de acción y aventuras, un ritmo trepidante, una factura técnica impecable o, simplemente, la para muchos esperada secuela de “300”.
Superó mis expectativas, sinceramente no fui a su estreno y apenas la acabo de ver, y es que no me convencía tanto que Noam Murro hiciese esta segunda parte, sin embargo creo que me gustó más que 300, muy buena película y excelente producción.