Casi todos los actores suelen coincidir en que hacer de malo es mucho más sugerente y gratificante, poder explayarse en esa violencia y maldad, promocionar la ira, dejarse llevar por la sed destructiva sin límite ni freno es apetecible y ameno, aunque el precursor de todo ello sean dos traviesos muchachos que hacen una inofensiva gamberrada.
Excusa cualquiera es válida si estás predispuesto al cabreo, si la rabia te come y buscas adrenalina que permita arrasar con lo que se ponga por delante; he que aquí, un veterano Kevin Bacon está desesperado, dos mocosos le han robado el coche patrulla y no puede informar, pues como sheriff local sería una vergüenza, amén de lo que esconde en la parte de atrás pues el referido no es un hombre honesto, ni buena persona, oculta muchos secretos de una doble vida, ahora a punto de irse al garete por la estupidez inconsciente de dos críos jugando a ser los héroes de la carretera.
La soledad de una elegida fotografía, aislada, cautivadora y perenne, como testigo presencial del peligro que se cierne por sus rudos caminos, secos, abandonados e incomunicados, donde se juega al ratón y al gato, donde la hermosa puesta de sol presenciará el devenir de una apuesta, de imprevistos participantes y resultado doloroso.
La noche cae y la broma ya no tiene gracia, el miedo está presente en el rostro de la transgredida inocencia pero la audiencia lo observa sin demasiada ansia, sin excesiva devoción, simple fisgoneo de mirar, y ya puestos, ver qué pasa; pocos personajes pero con previsión interesante, pues cuanto más reducido el grupo, mayor atención se presta a lo narrado y ocurrido, aunque para ello los audaces protagonistas deben socorrer con valentía, emoción y talento, el lobo debe querer atraparles con intensidad y audacia, los inconvenientes del trayecto deben ser astutos e inteligentes y la tensa inquietud debe reinar en el ambiente, únicamente de ese modo se logra un pleno al quince de motivación, satisfacción y gozo.
¿Se cumple a rajatabla? No con contundencia ni esmero, su atractiva ingenuidad, como premisa de apertura, se convierte en su propio lastre por no enfatizar los personajes, por dejar al aire interrogantes cuya necesaria respuesta daría solidez y consistencia al relato, solícita ayuda para envolver al espectador en ese furor y pánico que aquí se presenta sin apenas esencia ni alma.
Aceleración que no causa vértigo, adrenalina empaquetada y comedida, un thriller justo en sus ingredientes y acotado en su resultado; sin duda aprueba, entretiene y sirve de curioso escarceo pero, como todo, depende de tus creadas expectativas pues, uno es alto o bajo según el modelo de comparación, el vaso está medio lleno o vacío según las emociones vertidas y esta cinta, escrita y dirigida por Jon Watts, vale como recreo de velocidad media, que cubre la ruta pero llega a destino sin plena recompensa grata, la tan nombrada sentencia “un alargado cortometraje/un largo que se queda corto” es condena que ronda su visión y recuerdo.
Remite a los clásicos y a su simpleza directa, sin adornos ni explicaciones que den oportunidad de habla, donde importa el hecho y los sucesos que desencadena, y donde el resto es complemento, aquí volatilizado por prescindible.
La consecuencia es que no siempre se cumple el reflejo acertado de ese clasicismo, en esta ocasión, se necesita redondear el centro con laterales que agraden la historia, la perfeccionen y oferten con más sabor y tentación, e incluso los propios titulares del menú deben ser presentados con más fuerza, interior y remate de su propia historia; aquí se observa dejadez en ese sentido, dirigiendo toda la atención a la persecución del dueto corre-caminos sobre ruedas, lo cual es buena elección pero afecta a un consumo que se percibe y aspira como exiguo y escaso.
Cop car, coche policial que se respeta, en caso contrario su propietario se puede coger un buen enfado, y si tu rebeldía infantil te lleva a transgredir dicha norma, habrá consecuencias cuyo resultado será el salto agónico a la madurez, en ese carrera desesperada por sobrevivir y salvarse adornada con impactante belleza por las luces de neón de la noche; jugar con fuego puede hacer que te quemes, por eso hay que ser obediente y no confiar en nadie.
“Soy la única persona, ahora mismo, en la que puedes confiar” ¿Te lo vas a creer?, luego no me llores… aunque si se otorga cierto reproche y lamento, por parte del espectador, por ese encuentro cuya alegría posee cierto grado de insuficiencia; se podía haber salido de su visión más complacido y contento.