Conocer las limitaciones de las propias querencias es indudablemente un enorme y sanísimo ejercicio de autocrítica y de respeto absoluto hacia aquello que uno hace. Jaime Rosales, el reconocido director español de películas como ‘Las horas del día’ (2003) o ‘La soledad’ (2007), sus dos films más celebrados, así como de otros más polémicos y formalmente abstractos (‘Tiro en la cabeza’ (2008) y ‘Sueño y silencio’ (2012)), estaba viendo cómo su filmografía se acercaba cada vez más al cine de museos y a un público progresivamente más reducido que impedía que sus reflexiones e inquietudes obtuvieran el alcance que les correspondería. ‘Hermosa juventud’ nace precisamente del intento por recuperar el pulso narrativo necesario para volver a ampliar el número de receptores de su discurso sin renunciar por completo a su propio estilo y a sus deseos por introducir innovaciones en los recursos narrativos (las elipsis en forma de conversaciones de Whatsapp) o en la disposición de la propia imagen (la agresión a Carlos rodada en 90º) creando lo que él mismo denomina como “un encargo que me hago a mí mismo” [Caimán Cuadernos de Cine, Nº 28]. Este esfuerzo por alcanzar un acuerdo entre el “yo creador” y esa suerte de “yo productor” autoimpuesto conectándolos a través de una historia vertebrada por la pésima situación laboral en que se encuentran los jóvenes españoles hoy en día hacía augurar la que podría ser una de las reflexiones más brillantes e incisivas sobre el panorama social contemporáneo. Sin embargo, su discurso acaba siendo menos profundo de lo que aparenta y probablemente más limitado de lo que pretende.
El concepto de “retrato generacional” es, sin duda, el término que más resuena en las críticas y comentarios acerca de esta historia sobre las vicisitudes de Natalia (Ingrid García Jonnson) y Carlos (Carlos Rodríguez), una pareja de veinteañeros españoles desencantados que viven en los barrios bajos de Madrid y que se encuentran en la difícil situación de tener que criar a un hijo estando los dos en paro y contando con el escaso apoyo de unas familias que apenas pueden soportar el peso económico necesario para alimentar una boca más. Qué duda cabe de que este tipo de historias pertenecen cada vez más al plano de la realidad española y menos al de la ficción narrativa y, por lo tanto, que el hecho de reivindicarlas y plasmarlas ante los ojos de unos espectadores que pocas veces son conscientes de su existencia resulte un ejercicio del todo admirable. Sin embargo, la película, que goza de un naturalismo desbordante tanto desde la silla del director como en el milagroso trabajo de todos y cada uno sus actores (equiparables todos ellos a la Marian Álvarez de ‘La herida’ (Fernando Franco, 2013)), se acaba perdiendo en su propia historia al regocijarse en el sufrimiento de sus protagonistas y, sobre todo, al maximizar la sordidez de su entorno, como evidencian la presencia de la madre con obesidad mórbida, el hermano que no quiere hacer nada, la paliza al atacante de la estación cuya muerte queda insinuada, etc., lo cual acaba por ensombrecer sus enormes posibilidades y el remarcable acierto de algunas de sus escenas, como la pavorosamente realista secuencia en la que Natalia va a entregar su Currículum, las pinceladas que lanza sobre la frivolización del sexo como prometedora fuente de ingresos (y que en cierto modo también desaprovecha), las fantasías inherentes a la emigración con la convicción de encontrar el ansiado oasis laboral o, por supuesto, las ya mencionadas innovaciones formales.
Pero más allá de su pulso con la verosimilitud, la mayor pérdida a la que la película se ve abocada por culpa de esas decisiones (quién sabe si motivadas por querencias autorales o comerciales) es su enorme limitación para convertirse en el paradigma que ella mismo ha pretendido ser. Para poder dar el salto de una historia a un concepto es necesario poder abarcar con la primera la amplitud y complejidad del segundo, de modo que puedan reconocerse y aplicarse muchas de esas tramas, subtramas, situaciones e imágenes como representaciones gráficas de la diversidad real a la que intenta referirse la idea general, o, lo que es lo mismo, siendo capaces de estimular de nuevo en los receptores el ejercicio inductivo necesario que llevó algún día a transformar la pluralidad de los ejemplos en la unidad de un concepto. Tan estéril es un retrato social que obvia la realidad representada en esta película como aquél que se centrar únicamente en ella.
Así, pues, lo que nos encontramos realmente en ‘Hermosa juventud’ no es más que una actualización del arquetipo, no un retrato fiel de una realidad que ha sido capaz de reinventarlo. Rosales parece no darse cuenta de que los jóvenes que han perdido la esperanza ya no son sólo aquellos que dejaron los estudios demasiado pronto, que salen de botellón a escuchar música electrónica machacona desde el maletero de un coche, que tienen sexo sin precaución, que trabajan en el sector de la construcción o que son capaces de tomarse la justicia por su mano con el fin de acabar con sus problemas económicos sino también aquellos que fueron avanzando en sus estudios, que se sacaron una carrera y uno o dos másteres, que han estudiado algún segundo idioma y que con el paso del tiempo tan sólo aspiran a un trabajo de becario no remunerado en un sector que probablemente diste mucho de aquél para el que se han formado y que ha acabado por demoler buena parte de su ambición para lograr las metas hacia las cuales se orientaba. Lo que termina por convertir a ‘Hermosa juventud’ en un espejo borroso de la realidad es la limitación de su discurso derivado de su deseo por recrear la sordidez de un entorno concreto, mientras que para lograr ese ansiado y necesario retrato generacional al que indudablemente aspira resultaría imprescindible ser capaz de integrar el amplísimo espectro de jóvenes que lo componen, pues sólo así seremos capaces de enfrentarnos frente a frente a la preocupante realidad social y psicológica a la que se enfrenta la juventud del (presente) siglo XXI. El cine español sigue teniendo, por lo tanto, una tarea pendiente.
TRÁILER DE 'HERMOSA JUVENTUD':