“La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”
Bajo este título tan atractivo e interesante es complicado evitar que uno se disponga a ver este film sin tener ciertas expectativas positivas. Expectativas que, por otra parte, suelen provocar que el espectador no valore en su justa medida (tanto por exceso como por defecto) la película que acaba de visionar. Esto se debe a que realmente el espectador está valorando dos películas: la película real, la que tiene ante sí, y la que se había imaginado, y por tanto se estaría apreciando el film de manera excesivamente relativista. Por eso, soy de la opinión de que hay que sentarse delante de la pantalla con la mente lo más en blanco posible y sin muchas expectativas.
Cuando una familia tiene éxito tanto en el terreno personal como en el profesional y se deciden a tener su segundo hijo pero a la vez no frenar el avance en el campo laboral que ello supone, surge la idea de contratar una niñera. Eso es lo que deciden hacer Claire Bartel (Anabella Sciorra) y su marido (Matt McCoy). Hasta ahí todo totalmente normal. Pero la cosa cambia si la adorable y cariñosa niñera (Rebecca de Mornay) esconde tras esa bonita fachada oscuros deseos de venganza y la razón por la que ha aceptado el puesto tiene poco que ver con querer ganarse un sueldo o con el gusto por los niños.
Estamos ante uno de los thrillers más populares de la década de los 90. A pesar del paso del tiempo y de que hayan surgido cientos de películas de este tipo en los más de veinte años que han pasado ya desde su estreno, la película sigue siendo un buen producto aunque no destacable en mi opinión. Posee bastantes buenos elementos a tener en cuenta en una película de este estilo pero, principalmente, se echa en falta una trama argumental menos simple y plana, ya que ésta no difiere mucho de la de cualquier película de serie B que podemos ver cualquier sábado o domingo en la sobremesa. No obstante el guión, escrito por Amanda Silver, en el que cada uno de los detalles van encajando con el siguiente de manera la coherencia narrativa del film no deja lugar a dudas, si es más que correcto aunque sin alardes.
En cuanto a la dirección, de la mano de Curtis Hanson (L. A. Confidential, 8 millas), me parece que el director estadounidense realiza un trabajo bastante serio y acertado. Aparte de la buena dirección del reparto interpretativo, Hanson es capaz de mantener el suspense durante buena parte de la película, a pesar de que parece claro el previsible desenlace, y de dotar de tensión a cada una de las escenas que así lo requieren. Esto último lo consigue, en gran medida, gracias a la utilización de planos cortos. Ahí radica uno de los puntos fuertes de la película, pues el mantener la tensión y el suspense es uno de los elementos principales para que un thriller funcione. No obstante, a pesar de su buen trabajo, podríamos resaltar también que Hanson no es capaz de mostrar alguna evolución en los personajes conforme transcurre el film.
Lo que más destacaría positivamente de este largometraje son las interpretaciones de Rebecca de Mornay y Anabella Sciorra. Notable la primera en su papel como niñera malvada, en la que es probablemente una de las mejores interpretaciones de su carrera como actriz y que demuestra que es algo más que una cara bonita. Bien la segunda en su papel como madre y esposa que vela por su familia. Interesante también la actuación de de Julian Moore como Marlene y de Ernie Hudson como Salomon. En el caso de Matt McCoy, su interpretación es correcta sin más.
La mano que mece la cuna se puede calificar como una película entretenida y con buenas dosis de tensión y suspense, pero ciertamente no se puede decir que en esta ocasión sea la mano que domina el mundo, ni tampoco el espíritu de los espectadores.