Cada día que pasa aumenta mi convencimiento de que el voluntarioso eslogan que rezaba aquello de La Edad de Oro de la TV ha degenerado en tumefacta Burbuja de las Series. Porque de un tiempo a esta parte se suceden los novelones en torno a asuntos cuyos interés, necesidad y oportunidad darían, si acaso, para un tweet, y eso siendo generosos.
Sobran los ejemplos —insisto— y uno ciertamente conspicuo lo encontramos en esta ‘Unorthodox’.
Inspirada en una historia real, desconozco qué porcentaje de ficción le habrán sumado sus responsables para hacerla más atractiva. En todo caso, preside su argumento una inverosimilitud difícil de digerir, cuya causa cabe situar en la desproporción existente entre premisas y consecuencias.
Me explico:
Su protagonista escapa de un matrimonio infeliz como quien huye de la Stasi, cuando lo más sencillo, y lógico, hubiera sido hablarlo con su marido —que no parece ningún monstruo maltratador, si acaso un empollón con tirabuzones—, acudir a terapia de pareja o, en última instancia, interponer una demanda de divorcio.
Porque, con todas las prevenciones a que inviten los ultramontanos preceptos del jasidismo, Esther Shapiro no vive en Yemen, o en Afganistán, sino en Nueva York, epicentro económico y cultural y capital de facto de los Estados Unidos, cuna y patria de los derechos individuales.
Las dificultades para empatizar con ella se agravan cuando, en otra pirueta argumental de muy dudoso gusto, solicita una beca destinada a jóvenes talentos procedentes de regiones conflictivas, como —esta vez sí— Yemen o Afganistán, para a continuación pegarse la gran vida erasmus a costa de sus nuevos amigos, tan cosmopolitas todos que diríanse recién salidos de una campaña de Benetton.
La miniserie —al menos es corta, eso sí cabe reconocérselo a sus perpetradoras— tampoco encuentra el tono adecuado a lo que cuenta. Porque la solemnidad de las presuntas motivaciones de la heroína, así como la —también supuesta— trascendencia de sus actos suelen verse invadidas y, por ende, invalidadas por momentos de una comicidad me figuro que involuntaria pero definitivamente hilarante, con ese dúo de humoristas ultraortodoxos en que acaban convertidos sus dos perseguidores.
Los personajes de Yanky y Moishe se hacen acreedores de un spin-off del género bufo, cosa con la que seguramente no contaba nadie en ‘Unorthodox’. En fin, sólo desde los parámetros de cierto feminismo cerril, y encima entreverado de antisemitismo, cabe entender el entusiasmo crítico que ha concitado esta historia.
Ale, ya pueden crucificarme, que yo pongo los clavos.
Tráiler
¿Pasa el corte?
Overall
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Originalidad
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Fotografía
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Interpretaciones
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Guion
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Edición y montaje
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Banda Sonora
Puntos fuertes
- La interpretación de Shira Haas, revelación indiscutible
- Las interioridades del jasidismo, rayanas en el surrealismo