¿Por qué ‘El Ministerio del Tiempo’ mola tanto?

Partamos de lo evidente: ‘El Ministerio del Tiempo’ es sin lugar a dudas una de las series españolas más estimulantes y loables de toda la parrilla televisiva patria. No obstante, un obsoleto sistema de medición audiencias y una falta de visión de programación de los responsables de TVE, unido a cierta pereza de parte del público ante una propuesta tan original (o incluso ante una propuesta española), han vuelto a poner en riesgo su renovación para una tercera temporada tras una brillante y exquisita segunda traca. Por ello, más allá de audiencias y de presupuestos, en MagaZinema queremos reivindicarla repasando las razones principales por las que se ha convertido en una de las mejores series de estos años (y en una de nuestras series favoritas):

1. Su propuesta:

Apostar por la ciencia ficción en España no es nada sencillo por razones presupuestarias y culturales, por lo que haber sido capaces de sacar adelante una propuesta basada en viajes en el tiempo conjugándolo con un elemento tan interesante, accesible y popular como es la Historia de España tan sólo puede ser denominado como una jugada maestra, hasta el punto de que la audacidad de su intento por combinar la ficción con lo cotidiano y con la historia apenas tiene parangón en la historia de nuestra televisión.

2. Su versatilidad:

Aunque en términos generales toda la serie podría ser considerada una comedia de aventuras, intentar encerrarla dentro de un único marco genérico sería patoso, limitado y tremendamente injusto. A la altura de su eclecticismo narrativo está también su disparidad genérica, y esto es algo que se ha vuelto totalmente evidente en esta segunda temporada: lo mismo nos encontramos con un capítulo de aventuras (El cid) que con un thriller «nolaniano» (la primera aparición de Paccino) o con una comedia de enredos (Napoleón) pasando por un capítulo sobre una pandemia (el virus en el Ministerio), por uno bélico (la dupla sobre los Últimos de Filipinas) que una película de robos (Felipe V) o por un capítulo digno de cualquier serie de terror (el de la Vampira de del Raval). Lejos de acusar el agotamiento de las series con capítulos episódicos, cada pieza consigue ampliar un poco más el universo del Ministerio, mostrándonos los recovecos temporales a los que se supedita en capítulos tan brillantes como el del bucle temporal en torno a Torquemada en su primera temporada o el reciente capítulo sobre la sustitución de Colón por Lombardi como descubridor de América.

3. Sus referencias:

Sin duda, una de sus mayores señas de identidad. Las referencias vuelan por doquier aludiendo tanto a la cultura popular como a la actualidad española. Entre los primeros encontramos referencias a actores (Pacino tomando su nombre del Serpico de Al Pacino), personajes (las comparaciones de Alonso de Entrerríos con Alatriste) o a canciones (los versos de Leño recitados a Lope de Vega); entre los segundos, hay algunas alusiones memorables a la visión de los funcionarios españoles, a las puertas giratorias de cargos públicos con las eléctricas o incluso a movimientos sociales como la PAH, lo que la convierte, por decirlo de forma sencilla y clara, en una serie «muy española y mucho española».

Aquí repasamos algunas de las referencias más memorables:

«Yippi ka yei, hideputas» aludiendo al «Yippie Kay Ye, Mother Fucker» de Jungla de Cristal, dicho por Espinola, general protagonista de la rendición de Breda, que es interpretado por Ramón Langa, doblador de Bruce Willis en dicha película. Personalmente, uno de mis favoritos por lo rocambolesto de la referencia.

Jordi Hurtado haciendo una aparición mítica como empleado del ministerio. Por fin se explica su aparente inmortalidad.

«Curro Jiménez» es el nombre que da Julián, interpretado por Rodolfo Sancho, cuando debe registrarse en una posada, haciendo así un homenaje al mítico personaje patrio interpretado por Sancho Gracia, su padre en la vida real.


Julián recitando versos de «Maneras de vivir» de Rosendo como respuesta a Lope de Vega cuando intenta camelarse – con cierto éxito – a Amelia con sus propios versos.

4. Sus personajes:

Aunque la serie no pueda definirse (como a veces se hace con algunas obras de forma un tanto prepotente) como una serie de personajes, no deja de ser cierto que éstos están tratados con mucho mimo y con mucho respeto hacia ellos y hacia los espectadores, como bien demuestran unos entregadísimos y acertadísimos actores. Amelia (Aura Garrido) es una de las primeras mujeres universitarias, culta y trabajadora, Julián (Sancho Gracia) un viudo enamorado que no cae en la ñoñería, Irene es una funcionaria lesbiana, Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) un soldado de los tercios de Flandes muy básico pero tremendamente honrado (aunque algo machista por su época), Pacino (Hugo Silva) es un policía chulesco de los 80, etc. Son todo personajes muy bien elaborados que se alejan de los meros clichés y que permiten que la serie esté plagada de situaciones absolutamente geniales, ya que no sólo tienen unos protagonistas bien definidos, sino también unos secundarios valiosísimos, como Salvador, director del organismo, Angustias, su adorable secretaria, o el vanidoso pintor de ‘Las Meninas’, Diego Velázquez, que ha sido reclutado como retratista del Ministerio, así como unos personajes episódicos maravillosos a los que, no en vano, van dejando constantemente la puerta abierta, como es el caso de Espinola, Julia / Teresa (interpretadas por Alexandra Jiménez) o Lombardi. Uno de los mejores ejemplos de esta capacidad para crear magníficos personajes es el enorme cariño con que los fans han recibido a Pacino, sustituto de Julián, tras la desaparición de éste al comienzo de temporada, y la creación de bandos entre el «Equipo Pacino» y el «Equipo Julián» que se ha creado entre su legión de fans. Además, dentro de todo ese universo creado por gente de distintas épocas que dan lugar a situaciones divertidísimas (generalmente protagonizadas por el magnífico Alonso de Entrerríos), cabe destacar también la enorme fuerza de sus personajes femeninos y la honradez (y monogamia) de sus personajes masculinos, evitando así en todo momento caer en el estereotipo genérico que les podría corresponder dentro del imaginario popular por el mero determinante de su sexo.El-ministerio-del-tiempo-2

5. Su valor divulgativo:

Más allá de tratar los viajes en el tiempo bajo un premisa meramente lúdica o fantástica, como podía ocurrir, por ejemplo, en Regreso al futuro, en «El Ministerio del Tiempo» hay una clara vocación didáctica por transmitir la enorme riqueza de la Historia de España y por intentar comprender de algún modo nuestro presente. Cada misión nos lleva a una época distinta y a un acontecimiento que, aunque anecdótico muchas veces, nos permite tirar del hilo para conocer algún momento o algún personaje que o bien marcaron el devenir de una época o bien han pasado a incorporarse dentro de los pliegues de nuestra historia. Además, cada capítulo está continuamente plagado de cientos de referencias que nos permiten incorporar enseñanzas más allá del referente histórico que pueda vertebrar todo el capítulo. Así, por ejemplo, hemos visto guiños a Hemingway durante una despedida de soltero en los San Fermines o a Unamuno con aquel «Decíamos ayer» que pronunció al retomar las clases tras su exilio, algo que, a pesar de poder pasar desapercibido al espectador ocasional, se sigue explorando dentro de «Los archivos del Ministerio», permitiendo que todo aquel curioso pueda indagar un poco más en los distintos recovecos de nuestra historia.

6. Su calidad técnica:

Siempre se ha criticado a la ficción española el quedarse por detrás de la de sus compatriotas americanos, tanto a nivel narrativo como técnico. Si bien ya hemos reivindicado largo y tendido la enorme valía de sus guiones y de sus propuestas narrativas en general, el apartado técnico de la serie también es digno de mención. Desde una dirección de fotografía impecable que nada tiene que envidiar a una serie de la HBO, una dirección de arte y vestuario tremendamente meritoria con esa capacidad de recrear distintas épocas de forma totalmente verosímil en cada capítulo, o a una magnífica labor de realización y montaje, muy ligado a la versatilidad genérica de la que hablábamos previamente.  No conformes, sin embargo, con ese magnífico equipo con el que cuentan, han conseguido atraer a reconocidos profesionales invitados hacia su universo, contando así con gente como Paco Plaza (saga ‘Rec’), Javier Ruiz Caldera (‘Anacleto‘) o los guionistas Diego San José (‘Ocho apellidos vascos‘) y Borja Cobeaga (‘Negociador), que le han permitido a la serie seguir manteniendo la frescura capítulo tras capítulo, algo de lo que también es responsable Javier Olivares, showrunner de la serie (una figura poco habitual en las series españolas), quien ha conseguido que, a pesar de todas esas incorporaciones, la serie siga manteniendo capítulo tras capítulo sus señas de identidad.

7. Su estrategia de difusión:

Uno de los elementos más entrañables y característicos de la serie es la legión de fans – entre los cuales nos encontramos varios de los redactores de MagaZinema – que ha conseguido mover e implicar en el devenir de la serie. Los «Ministéricos» son los que lucharon por la renovación de la serie para una segunda temporada, los que cada noche toman por asalto Twitter con el hashtag correspondiente del capítulo, los que reivindican la reaparición de Pacino, los que diseñan maravillosos carteles para la serie… Sus seguidores se han implicado profundamente en la difusión y el soporte de la serie, y sus creadores han sabido agradecerlo dándole difusión (e incluso creando una tienda oficial basada en esas creatividades) y alimentarlo creando una estrategia transmedia que permitía crear un universo a través de distintos medios, como los ya mencionados «Archivos del Ministerio», el acceso a contenidos especiales a través de login y password permitiendo la idea de pertenecer al equipo de funcionarios, la narración paralela del devenir de Julián en unos podcasts durante su ausencia de la serie, o incluso su apuesta por crear una aventura en realidad virtual.

Todo ello no hace más que demostrar que una de las cosas que ha engrandecido a esta serie ha sido el estar hecha por y para los fans y que, al contrario que muchas series o programas que tan sólo buscan idiotizar a sus espectadores, ‘El Ministerio del Tiempo’ se ha convertido en la prueba palpable de que la mejor ficción posible no es aquella que simplemente se cuida a sí misma (algo que aquí se cumple a pies juntillas) sino aquella que, además, cuida a aquellos que la disfrutan agradeciendo y alimentando el enorme poder de la inteligencia colectiva, algo que, al fin y al cabo, debería ser la función esencial de una televisión pública como TVE.

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