París es, estéticamente, una de las ciudades más bellas y encantadoras de Europa. El foco para infinidad de artistas que utilizan la ciudad como musa, inspirados por el embrujo bohemio de la capital europea. Una ciudad que rezuma pasión y amor en cada rincón de sus históricas calles. Al menos, cinematográficamente, así nos lo han vendido durante décadas. ‘Emily in Paris’ es una oda a ese encanto y embrujo parisino. Pero también es una divertidísima sátira repleta de clichés y estereotipos alrededor de la leyenda que ronda sobre la capital francesa.
Emily, una estadounidense de veintitantos años del Medio Oeste, se muda a París para una oportunidad de trabajo inesperada, encargada de llevar el punto de vista estadounidense a una venerable empresa de marketing francesa. Las culturas chocan mientras se adapta a los desafíos de la vida en una ciudad extranjera, al tiempo que hace malabarismos con su carrera, sus nuevas amistades y su vida amorosa.
‘Emily in Paris’ es divertidísima y que destila estilo por los cuatro costados. Comandada por una formidable Lily Collins, la serie acierta notablemente en muchos aspectos, con un más que glamuroso y acertado vestuario, un elenco divertido a la par que, extremadamente atractivo, y una banda sonora en concordancia con la serie. Sin embargo, falla frecuentemente en lo más importante, la trama.
El amor sobre la amistad
Hay que ser muy optimista y tener mucha confianza en ti misma para mudarte a 6000 km de tu hogar sin tener idea alguna del idioma de la ciudad de destino. El optimismo es innato en Emily y el amor profundo e incondicional que siente por París, también. Dos factores que harán de Emily un personaje afable y encantador. Pronto conectarás con ella y desearás continuamente que todo le salga bien, aunque las decisiones que tome, no sean del todo tu parecer. Emily es un personaje creado para que no puedas dejar de mirar. Se come, literalmente la pantalla.
En la serie, Emily es protagonista de dos tramas claramente diferenciadas, pero a la vez condenadas continuamente a colisionar. Una de ellas es la vida laboral y diaria de Emily y la otra la amorosa. Aunque mucha de la audiencia discrepe conmigo, el punto fuerte de la serie es la vida de Emily en París, y por el contrario, es en la vida amorosa donde ‘Emily in Paris’ flaquea y de estrella estrepitosamente. Por mucho que nos pongan a un irresistible y provocador Gabriel como interés amoroso.
Es el choque de culturas, las continuas meteduras de pata de Emily, su afán por ser una influencer y ese toque sutilmente paleto y pueblerino que tiene nuestra protagonista, lo que te hará reír y disfrutar de la serie. Situaciones hilarantes, repletas de clichés y estereotipos, y que tienen como foco el choque cultural entre una potencia mundial sabedora de su omnipresencia, frente a la elegancia y el deleite de los pequeños placeres de la vida de la cultura francesa. Eso sí, para divertirte con esta trama, debes recordar que nos encontramos ante una sátira repleta de estereotipos y clichés que no buscan nunca ofender, sino divertir al espectador.
De todos los estereotipos, quizá haya uno muy desacertado y bastante ofensivo. Hablo de la segunda temporada, y la relación de Emily con una compañera ucraniana, en clases de francés. La situación de las dos comprando en una tienda y la joven ucraniana robando, es cuanto menos, insultante para un país que queda inmortalizado en una serie vista a nivel mundial, como una región de ladrones de poca monta.
Por otro lado, y teniendo como reclamo a Gabriel, la historia amorosa de Emily en París, es en mi opinión, rancia y desfasada. Con Emily interponiéndose entre la pareja formada por Gabriel y Camille, bien es cierto que al principio desconoce de la existencia de Camille. Sigue siendo igualmente, un estereotipo de esos de, el amor no entiende a razones, y debe ganar a toda costa. Una trama del siglo pasado y denigrante para el género femenino. Con dos mujeres compitiendo por el amor de un hombre. Con una Emily, continuamente mostrando una doble moral y unos principios más que cuestionables. Presumiendo de su intención de anteponer la amistad al amor, a la par que, continuamente traiciona la confianza de Camille.
Me temo que, gran parte del público, apoya tal argumento, gracias a la vieja confiable de, utilizar el exuberante atractivo de los protagonistas como reclamo. Afortunadamente para nosotros, nos quedan dos temporadas por delante para redimirse y tratar de arreglar tal infortunado argumento.
Hablemos de estilo
Que Emily sea santo de devoción, tiene que ver con su optimismo, pero también, con su imponente y siempre acertada puesta en escena. El vestuario de la serie es suntuoso y exagerado y extremadamente colorido y atractivo. La serie es una explosión de glamour y jovialidad respaldada por un vestuario lleno de tonalidades vivas y conjuntadas de manera extravagante que no podrás dejar de mirar.
Todos los personajes, con su estilo propio y singular, rezuman estilo. No obstante, y resultando bastante obvio, sobresale por encima de todos, nuestra protagonista. Cada fotograma de Emily es una necesidad. No exagero cuando digo que, querrás todos y cada uno de los atuendos de Emily. Destaca dentro y fuera de la pantalla, en su intento por ir a la moda, pero que aparenta cierto aire paleto de turista que va por las calles de París, con un tote bag de la Mona Lisa o un bolso con el llavero de la torre Eiffel. RINGARDE! Como bien la definen en la serie. Todo ello no quita, que a vistas del espectador, su puesta en escena para quien le guste la moda y para quien no, es un placer visual.
No solo en el vestuario acierta ‘Emily in Paris’. Otro aspecto a destacar es su música, con un marcado estilo francés. Divertida, vivaz y siempre acorde al vestuario y a las escenas. Como resultado, nos encontramos escenas increíblemente placenteras y festivas, con una elegante Emily paseando por las calles de París, al ritmo de una canción que destaca considerablemente los encantos propios de la ciudad y de la protagonista.
¿Merece la pena ‘Emily in Paris’?
Yo digo sí. Es un completo acierto por parte de Netflix. Prueba de ello es la renovación por dos temporadas más. Quizá, para disfrute personal, la trama me chirríe un poco, acostumbrada en la plataforma a tramas algo más acordes con la época actual y con una patente sororidad femenina, que aquí es palpablemente errónea y carente. A pesar de ello, personalmente me he divertido muchísimo, y he reído con un montón de cómicas situaciones. Estéticamente es sobresaliente, y Lily Collins, como en todo lo que hace, se encuentra magnífica. Por último, si te decides a verla, mi recomendación personal, es la de verla en versión original, pues sospecho, que muchos de los clichés e ingenios de la serie, se perderán si traducimos al español, ya que el choque cultural América – Francia quedaría totalmente fuera de escena.
Tráiler ‘Emily in Paris’
¿Nos encanta?
Overall
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Originalidad
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Edición y montaje
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Interpretaciones
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Música
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Guion
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Fotografía
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Vestuario
User Review
( vote)Lo mejor
- El vestuario es una maravilla
- Lo divertidas que son las escenas de choque cultural
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