‘Boardwalk Empire’ constituye un ejemplo palmario de que la Edad de Oro de la TV, si es que la hubo, hace ya tiempo que pasó, quedando cada vez más como un bonito recuerdo.
Las producciones que aquilataron el cacareado término compartían un puñado de rasgos prácticamente extintos en el audiovisual de hoy, salvo honrosas y muy contadas excepciones. Se me ocurre ‘Chernobyl‘ (ídem, 2019) y, la verdad, pocas más.
A saber: personajes poliédricos, ni héroes ni villanos, o ambas cosas a la vez; tramas complejas en las que anidaba una voluntad holística, así como unas dotaciones presupuestarias acordes a las ambiciones de sus creadores.
Una explicación a la súbita mayoría de edad del medio televisivo puede rastrearse en la fuga de talento desde el entontecido cine comercial a partir del cambio de siglo. Suele situarse el punto de inflexión en ‘Los Soprano’ (The Sopranos, 1999-2007) y The Wire (ídem, 2002-2008), si bien David Lynch había establecido un precedente notorio con ‘Twin Peaks’ (ídem, 1990-1991).
Llegó un momento, que debiera avergonzar a los responsables de la gran industria cinematográfica, en que los canales por cable ofrecían mayor libertad creativa a los realizadores, de modo que sólo en la pequeña pantalla podían ya verse historias verdaderamente adultas, sexo y violencia incluidos.
En base a tales parámetros, precisamente, cimentó su éxito la cadena HBO, artífice de las citadas ‘Los Soprano’ y ‘The Wire’, además de ese hype infinito en que se erigiera ‘Juego de tronos’ (Game of Thrones, 2011-2019). Un poco antes de esta última, estrenaría Boardwalk Empire, en antena durante 5 temporadas y una joya a la que la fama no hizo la justicia que hubiera merecido, probablemente opacada por el —a mi juicio, excesivo— éxito de ‘Juego de tronos’.
En ‘Boardwalk Empire’, Terence Winter —guionista de la desopilante ‘El lobo de Wall Street’ (The Wolf of Wall Street, 2013)—, Tim Van Patten y Martin Scorsese pintan un apabullante fresco histórico recorrido por algunos de los más conspicuos criminales que han hecho de las suyas en los Estados Unidos, tierra de promisión y, como se ve, también de perversión.
Sin miedo a estar dejándome llevar por el entusiasmo, me atrevería a decir que se cuenta entre las mejores aproximaciones al mundo del hampa jamás rodadas, al nivel de la trilogía de ‘El padrino’ (The Godfather, 1972, 1974 y 1990, respectivamente) o las películas de gánsteres firmadas por el propio Scorsese, tales que ‘Uno de los nuestros’ (Goodfellas, 1990) y ‘Casino’ (ídem, 1995).
Con todas ellas comparte el barroquismo visual, la tragicómica teatralidad shakesperiana y la insistencia en revestir al arquetipo del mafioso de una finesse de la que a todas luces carece. Basta comparar el malencarado Lucky Luciano real con el querubín encargado de interpretarlo, un Vincent Piazza al que te imaginas cantando en algún grupo indie a lo Babyshambles antes que liquidando a sus rivales en el lucrativo negocio de la heroína.
Suerte de contar con los rostros insólitos de Michael Shannon, Stephen Graham y, sobre todo, un descomunal Steve Buscemi, con los que contrarrestar el olor a Nenuco dimanado por el antedicho Piazza, su socio Anatol Yusef como Meyer Lansky o Michael Pitt, esa especie de Leonardo DiCaprio indie a medio cocer.
Efectivamente, Buscemi compone un personaje de antología, su Nucky Thompson no tiene absolutamente nada que envidiar a los Vito y Michael Corleone, Jimmy Conway y Tommy DeVito, o Ace Rothstein y Nicky Santoro.
El veterano actor de Brooklyn es el alma de una fiesta tremebunda que tiene el mérito añadido de no decaer prácticamente en ningún momento, sobrellevando con pulso de cirujano los numerosos —violentísimos casi todos— mutis por el foro y súbitos fichajes de relumbrón de los que otras tantas producciones sí acostumbran a resentirse —la citada ‘Juego de tronos’, sin ir más lejos.
Un pequeño bache apenas, al inicio de la tercera temporada, del que se recupera con brío imponente para ya no perder comba hasta la breve, pero catártica entrega final.
Tráiler
¿Pasa el corte?
Overall
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Originalidad
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Banda Sonora
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Fotografía
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Guión
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Edición y montaje
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Interpretaciones
Puntos fuertes
Un Steve Buscemi antológico, sin nada que envidiar de los grandes iconos del subgénero y alma de una fiesta tremebunda que apenas decae a lo largo de cinco temporadas.