«Cada película debe tener su propio mundo, una lógica y sentir que se expande más allá de la imagen exacta que el público está viendo».
Christopher Nolan
Es el año 1970. El año en el que muere Marx Born; se separan los Beatles y muere Jimy Hendrix y su “Purple Haze” suena en cada esquina; nace un pequeño londinense, el día 30 de Julio, tras la unión de un padre inglés y una madre estadounidense, que sería bautizado con el nombre de Christopher Jonathan James Nolan.
El cine se incrusta en su vida como el cuchillo en la mantequilla caliente: a los 7 años, echó mano de una vieja cámara de su padre, para poner a desfilar a sus juguetes preferidos, grabando así las primeras imágenes de lo que sería un gran director del que dicen que “no tiene una película mala”.
Apareció la madurez; y la toma de decisiones. La Universidad de Londres matriculó en sus filas a un joven Christopher Nolan, que empezaba a cursar su licenciatura en lengua inglesa, mientras una escuela de cine comenzó a vislumbrar pequeños cortos, cuyo fin era la búsqueda de un hueco mucho mayor en el mundo cinematográfico.
Tarantella, Larceny y Doodlebug. El primero proyectado en una exhibición de cine independiente; el segundo en el Cambridge Film Festival, y el tercero, quizás el de más repercusión, fue protagonizado por Jeremy Theobald.
La cámara era un anexo de su cuerpo; un arma que quemaba en la mano de una cabeza deseosa de contar lo que por ella pasaba; de una cabeza con exquisitas ideas y con un gusto por la psicología que se proyecta en todos sus largometrajes.
El primero de ellos fue Following; en 1998. Un “voyeur”; un escritor cuya imaginación parece haberle abandonado, camina por las calles observando a gente, buscando la musa que perdió. El propio Nolan asegura que, esta película contó con un presupuesto muy ínfimo, y que fue grabada en los fines de semana que le dejaba su carrera y como el mismo declaró:
«Podemos afirmar muy seriamente que puede ser la película más barata que jamás se ha hecho»
Dos años más tarde, la historia cambiaba: Memento. Christopher se alía con su hermano Jonathan, escritor de la historia que generó esta película, para grabar una nueva forma de cine; basada en la fragmentación y la utilización de diversos momentos temporales, para crear un largometraje sobre un hombre que posee una memoria que no supera el día, y que quiere arreglar problemas de los que ni se acuerda.
El mundo de Hollywood conoció así el nombre de Nolan, y fue puesto en la puerta del futuro en la ciudad del cine, donde la lengua de productores y compañías sentían el sabor de la carne fresca recién llegada desde Londres.
2002. Dos años más, todavía. Al Pacino acepta ser dirigido por Nolan en Insomnia; junto a Robin Williaws y Hillary Swank. Un enorme cartel, y tres “gallos” dentro del gallinero, a los que hay que manejar correctamente.
De tal manera lo hizo, que Christopher Nolan comenzó a sonar más y más en todo el mundo. Y tanto sonó, que la puerta de la Warner Bros le fue abierta, y unió a este director con un hueso duro de roer: Batman.
El murciélago enmascarado había pasado por un Schummacher que resultó fallido; y Nolan, al contrario de asustarse, consiguió crear, junto a Christian Bale, del que comentó que «Batman es un personaje maravillosamente complejo, alguien que tiene un encanto absoluto y luego, sin más, puede convertirlo en gélida crueldad. Hay muy pocos actores que pueden hacer eso, y Christian es uno de ellos», la trilogía que ha vuelto a colocar a Batman en el panorama internacional, con unas adaptaciones fieles a DC Comics.
Batman se convierte así, gracias a su magistral dirección, en un héroe humano y atormentado, vulnerable dentro de su supremacía y cargado de un aura que envuelve en taquillazo todo lo que mezcla Nolan con Gotham.
En la segunda parte de la trilogía, The Dark Knight’, Nolan cuenta con un Heath Ledger, y lo convierte en el mejor Joker que jamás haya tenido el cine.’
En el año 2007; Christopher y Jonathan vuelven a unir fuerzas, y ambos escriben el guión de The Prestige; ambientada en el siglo XX, y donde Nolan vuelve a contar con Bale y con Michael Caine; además de un Hugh Jackman que dejó aparcadas las garras de “adamantium”.
Nolan ya es más que conocido, y sus largometrajes más que singulares; pero consigue revitalizar sus escenas en cada plano.
En el año 2010, llega la primera nominación a unos Oscar: Origen. Los sueños, y todo lo que a ellos les rodea, entra en escena con esta película, en la que Leonardo DiCaprio interpreta un papel principal a la perfección, y donde vemos en escena a un prometedor Joseph Gordon-Levitt. La psicología vuelve a hacer acto de presencia otra vez en un trabajo dirigido por Nolan.
En 2013 se anuncia Interstellar; otra vez contando con su hermano en la ayuda del guión; para un viaje a la nueva dimensión. En este largometraje contará con Matthew McConaughey y Anne Hathaway.
Christopher Nolan es un hombre de cine, y nos quedan, seguro, muchos años de cine con él, y, a pesar de la singularidad de las que proporciona a sus películas; todas y cada una de ellas han recopilado y coleccionado críticas maravillosas y opciones a premios; por lo que la vida cinematográfica de aquel joven que estudiaba licenciatura y se divertía con la cámara de su padre, ha sido convertida en un director de prestigio en todo el panorama del séptimo arte.