Este post está lleno de SPOILERS, así que si quieres que la temporada sea una sorpresa, no sigas leyendo.
El pasado domingo 8 de febrero se estrenó en la AMC Better Call Saul, el esperado spin-off de Breaking Bad (2008-2013), justo el mismo día en el que regresaba la segunda parte de la quinta temporada del todoterreno de la cadena estadounidense, The Walking Dead. Con el arrastre de audiencias la nueva serie de Vince Gilligan irrumpió con fuerza en la parrilla televisiva (ha sido el mejor estreno de un canal por cable con 6,9 millones de espectadores en Estados Unidos) ofreciendo en su primer capítulo las líneas maestras de lo que será la trama.
Cuando en 2013 Breaking Bad puso punto final a la historia de Walter White, sus fans guardaron cierta esperanza de recuperar de alguna forma el espíritu de la serie al anunciarse poco antes de finalizar la última temporada que uno de sus personajes, el inefable abogado Saul Goodman, tendría su propia serie.
El largamente esperado proyecto se ha estrenado dejando buenas sensaciones. Hay (por suerte) menos componente de humor del que se había planteado para el tono general de la serie, y tanto la trama como la fotografía respiran la estética y señas de identidad de su predecesora.
Better Call Saul es una serie que no requiere haber visto necesariamente Breaking Bad, pero que se disfruta mucho más si se conocen algunos de los personajes y muchos de los códigos artísticos y narrativos ‘marca Gilligan’. Quizá pueda ser esto un pequeño lastre para la serie (ese remitirse cada ciertos momentos a Breaking Bad) lo que le resta algo de entidad e identidad propia. Sin embargo, Better Call Saul se disfruta doblemente por este motivo.
El primer episodio nos plantea los rasgos de un personaje del que sabemos su presente (del que algo conocíamos en forma de secundario en Breaking Bad). El estupendo cold open del capítulo, rodado en blanco y negro combinando planos abiertos con primeros planos del personaje, nos sitúa en el presente de Saul Goodman que se insinuó en los últimos capítulos de Breaking Bad: Saul se refugia en Nebraska escondiéndose de posibles represalias. Ahora Saul Goodman trabaja como dependiente de una tienda de pasteles en un centro comercial, aunque transmite en su monótono trabajo el miedo de ser descubierto. Como sucediera en su hermana mayor, es probable que la línea temporal presente contada en este cold open confluya con la línea temporal del pasado.
En ese pasado con el que arranca el capítulo (situado en 2002) Saul Goodman es un abogado de Alburquerque que se dedica a la defensa legal de todo tipo y, en especial, al asesoramiento de delincuentes. Interpretado de manera magistral por Bob Odenkirk, que el pasado año nos regaló también un papel de lo más loco en la fantástica Fargo, el Saul Goodman que tenemos ahora es muy distinto: Saul es Jimmy McGill, un mediocre y solitario abogado arruinado que se dedica a defender causas perdidas como abogado de oficio.
En este punto es donde encontramos la primera similitud con Breaking Bad, en concreto con el personaje de Walter White: un hombre acuciado por las deudas y la búsqueda casi desesperada del dinero que tiene que reinventarse para conseguirlo y que encontrará fuera de la ley el modo de hacerlo.
A lo largo del episodio se presenta un día normal en la mediocre vida de Jimmy, que transcurre entre el juzgado y la visita a un personaje del que los guionistas esbozan apenas unos rasgos: Chuck McGill (Michael McKean). Chuck es un abogado retirado por enfermedad al que une una relación familiar con Jimmy. Sabemos que hay una demanda contra el despacho del que Chuck McGill es socio, y que Jimmy conoce bien el lugar. Es este personaje el que plantea a Jimmy la necesidad de reinventarse y cambiar su nombre para (re)lanzar su práctica legal.
Otro de los elementos compartidos con Breaking Bad es el sentido del humor absurdo que se desarrolla en algunos personajes para equilibrar la tensión argumental. Es el caso de los dos skaters que tratan de estafar a Jimmy al fingir que han sido atropellados por su coche. Nos recuerdan en cierta manera a «Skinny» Pete y Badger, con sus conversaciones absurdas y fuera de lugar. Pero también es humor negro característico de los productos de Gilligan el caso perdido que nos presenta a Jimmy en acción delante de un jurado, tratando de mostrar como una travesura de adolescentes un grotesco crimen contra un cadáver perpetrado por tres estudiantes en una noche de fiesta. Impagable esta escena con las miradas impasibles e incrédulas del juez y jurado y con el actor Bob Odenkirk dando lo mejor de su personaje.
Es en este mismo escenario, el del juzgado, donde encontramos a otro de los personajes icónicos de Breaking Bad, Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), que ahora se dedica a cobrar el peaje de salida del aparcamiento del juzgado.
Por último, el desenlace del primer capítulo propone a los espectadores un cliffhanger que tiene como sorpresa final a otro de los personajes de Breaking Bad: el narcotraficante Tuco Salamanca (Raymond Cruz) de la primera y segunda temporada.
Better Call Saul se ha estrenado con fuerza y parece que sus productores buscarán garantizar la calidad y el éxito que temporada tras temporada fue acumulando su predecesora. La buena cifra de audiencias en Estados Unidos no ha igualado a los 10,3 millones de espectadores que vieron el desenlace de Breaking Bad, pero Better Call Saul sólo acaba de empezar. Esperamos (y deseamos) que el nivel se mantenga.
Imágenes vía AMC.