‘Agents of SHIELD‘ despidió el pasado día doce de mayo su segunda temporada. En principio esto parece una noticia inofensiva salvo por un pequeño detalle, a pesar de la satisfacción que el capituló dejó en los fans, la season finale fue el capítulo con peores audiencias de toda la serie. Lo cual podría poner en peligro la continuidad de la serie, antes incluso de que llegue la – ya confirmada – tercera temporada.
Al leer esta información en seguida comencé a reflexionar sobre el estado de las series de televisión en la actualidad e inmediatamente me vino a la cabeza el tagline que ‘Mad Men‘ ha venido utilizando para sus capítulos finales “The End of an Era”, es decir, el final de una era. Hoy en día se producen cientos de series distintas, de todo tipo de temáticas, con distintos tipos de presupuestos y para todo tipo de audiencias. Todas las cadenas están interesadas en invertir en ficción televisiva, algo totalmente lógico con lo rentable que resulta. Por otro lado, todos aquellos que somos aficionados a las series llevamos ya varios años alabando la calidad que ofrece la pequeña pantalla y como, en muchos casos, ha superado en originalidad a las producciones cinematográficas de mayores presupuestos. Pero, ¿sigue siendo esto cierto? ¿Seguimos viviendo la gran época dorada de la ficción televisiva? Tengo razones para dudarlo.
Algo cambió a finales de la década de los 90 cuando cadenas como HBO comenzaron a producir series como ‘Los Soprano’. Fue entonces cuando se produjo un cambio de paradigma en el que las series de televisión dejaron de ser un entretenimiento light y se reivindicaron como productos maduros y de excelente calidad narrativa. Tanto HBO como el resto de grandes cadenas se percataron de este nuevo interés y decidieron apostar por productos donde la narrativa fuese el pilar central y el presupuesto fuese un problema secundario. Así pues, en los últimos dieciséis años hemos disfrutado de algunas de las series más icónicas de todos los tiempos, series que han pasado a los libros y clases universitarias tales como propiamente ‘Los Soprano’, ‘The Wire’, ‘Mad Men’, ‘Breaking Bad’ o aquél fenómeno de masas que fue ‘Lost’. Y es aquí donde surge el primer punto clave, todas estas series han finalizado ya hace años, con la excepción de Mad Men cuyo episodio final se emitirá el próximo 17 de mayo.
Viendo el éxito que suponían todas estas series, las demás cadenas mayoristas se lanzaron progresivamente a invertir gran parte de sus presupuestos a la producción de ficción, estrenando en los últimos años infinitas series, de diversa calidad y diversa aceptación de público. En mi opinión, es aquí donde reside el principio del fin, la ficción televisiva se ha convertido recientemente en una mega industria automatizada como lo es el propio Hollywood, incluyendo todos sus defectos.
Las series de televisión se han convertido en el cajón de sastre de Hollywood donde en muchos casos van a parar aquellos proyectos que no consiguen el estatus de largometraje. De ahí la proliferación de readaptaciones de films a modo de series o incluso remakes de series ya estrenadas, como el caso de la inminente ‘Heroes reborn‘. La televisión acusa hoy en día los mismos defectos que Hollywood, incluyendo la enorme falta de originalidad y la explotación de conceptos hasta dejarlos totalmente secos. Por ejemplo, las cintas de superhéroes arrasan en taquilla con cifras astronómicas lo que conlleva que cada año tengamos mínimo dos o tres de ellas en cartelera, lo que, inevitablemente, deriva en dar luz verde a una ingente cantidad de series centradas en los héroes de cómic. Así pues llegamos a tener en parrilla series como ‘Gotham’, ‘The Flash’, ‘Arrow’, ‘Daredevil’ ‘Agent Carter’ o la propia ‘Agents of SHIELD’ al mismo tiempo.
La falta de originalidad no afecta sólo a las temáticas, sino que también afecta al estilo de producción, dando como resultado un estándar de producción de series al por mayor que se traduce en que un altísimo porcentaje de ellas acaban resultando clónicas entre sí. En definitiva, estos dos grandes problemas se traducen en uno mayor, ha primado la cantidad por encima de la calidad, y si recordamos las líneas anteriores veremos que es justo lo opuesto a lo que hizo grande este medio. Teniendo esto en cuenta no es de extrañar la cantidad de series que se estrenan y cancelan a lo largo de un año. Quien quiera un ejemplo de esto puede encontrar en esta misma revista un post al respecto, donde se puede observar lo infinito de la lista de series en cartel.
Si nos paramos a pensar, veremos como esas grandes series de hace unos años se encontraban mucho más cerca narrativamente al género novelístico que al fílmico y, quizás y sólo quizás, no es de extrañar que las dos series mejor reconocidas de estos últimos meses tales como ‘Game of Thrones’ y ‘True Detective’ (de momento sólo hablando de su primera temporada) estén basadas en una novela y escrita por un novelista respectivamente.
¿Cual es la solución entonces? No puedo adivinar el futuro, y las audiencias y los ingresos hablan por sí solos, pero considero necesaria una vuelta conceptual donde la historia bien construida sea el primero de los mandamientos para desarrollar una serie, donde se prime la calidad por encima de la cantidad – mejor una buena temporada que diez mediocres – y que estas series se pongan en manos de los mejores escritores disponibles. Para terminar, quisiera usar la televisión británica como ejemplo de buen hacer frente a la estadounidense, donde priman temporadas pequeñas y los guiones vienen firmados por autores de calidad, como Steven Knight (‘Peaky Blinders’), Charlie Brooker (‘Black Mirror’) o el omnipotente Steven Moffat (‘Doctor Who’, ‘Sherlock’).