Cuando Steven Spielberg y Tom Cruise se conocieron en el rodaje de ‘Risky Business’ (1983) prometieron trabajar juntos lo antes posible. Desafortunadamente el Rey Midas tardó casi 20 años en cumplir su promesa. Tras el fiasco comercial y la aceptación tibia por parte de la crítica de ‘A.I. Inteligencia Artificial’ (2001), Spielberg se dispuso a rodar ‘Minority Report’. Una historia basada en un relato corto de Philip K. Dick de 1956 pero adaptada a los cánones de la Sci Fi de nuestra época. Steven no se ciñó a aceptar el encargo de Paramount para pasar página sino que tras casi un año de preproducción dotó a la cinta de una atmósfera de cine negro totalmente inesperada si nos basamos en su filmografía anterior. La vigésimo primera película del genio judío se ha convertido en un film de culto de grandiosa ficción científica. Una distopía que conjuga perfectamente el uso de CGi con una historia seria o lo que es lo mismo, los efectos supeditados a la trama y no al revés.
La historia se desarrolla en un Washington con toques futuristas pero sin abusar de la imaginación (para ello Spielberg convocó a un gabinete de expertos científicos para que sopesaran los posibles avances tecnológicos de los próximos 50 años). De esta tormenta de ideas surgieron gadgets de lo más molones como el jet pack o la pistola sónica. Afortunadamente solo son elementos accesorios de la trama que no distraen ni enturbian con innecesarias secuencias espectaculares el equilibrado hilo narrativo del guion de Scott Frank y John Cohen en el que la atmósfera de ciencia ficción no se ciñe solo a los objetos. También nos presenta a los precog. Una suerte de seres humanos evolucionados que gracias al abuso de una droga sintética por parte de sus padres consiguen adivinar el futuro. La película se vertebra en torno a este departamento precrimen que ayudado por las visiones de estos seres detiene a los delincuentes antes de que maten a su primera víctima, o eso nos quieren hacen pensar…
Una cinta que destaca por una fotografía en tonos azulados y la sobreexposición que difumina el contorno de todas las cristaleras. Una imagen nítida que se disfruta pero que se esfuerza junto con la excelente ambientación en no distraernos de la trama. La película cuenta con un ritmo envidiable en sus más de dos horas con los segmentos explicativos y las persecuciones perfectamente dosificadas para no agotar al personal como suele hacer el cine de Michael Bay en su tercer segmento.
En su perseguida colaboración con Steven, Tom Cruise hace un papel correctísimo secundado por el efectivísimo Colin Farrel que destaca por su arrogancia y chulería y arrogancia juvenil habitual. Además de contar con Max Von Sidow, un actor con un talento descomunal fetiche del gran Ingmar Bergman que hace subir un peldaño a cualquier film en el que aparezca.
Entre las secuencias más destacables e imaginativas hay que destacar una persecución –de las muchas que contiene la película- en la que que Tom se pelea con Farrel dentro de la cadena de montaje de uno de los coches futuristas que pueblan la historia. La escena no solo es espectacular y cómica en algunos momentos. Tiene el valor de la partitura de John Williams que homenajea sin ningún rubor a los grandes momentos musicales de ‘Indiana Jones’.
En definitiva: Spielberg amplía su universo cinematográfico con una historia de la que no conviene destripar nada de la trama para el que todavía tenga la suerte de no haberla visto. Como anécdota es interesante decir cinta contiene un par de inexactitudes argumentales con el uso de los ojos que estaré encantado de discutir en los comentarios.