En 2013 la cadena NBC encargó a la actriz y guionista Tina Fey una nueva comedia tras el fin de 30 Rock, la serie inspirada en su paso por el programa Saturday Night Live. Sin embargo, el proyecto, titulado Tooken y coescrito con Robert Carlock (también guionista de 30 Rock), no llegó a cuajar en la network estadounidense.
Pero, como ya hiciera con otras series como The Killing o Arrested Development, Netflix “acudió al rescate” y salvó la tanda de los 13 episodios de la primera temporada de Unbreakable Kimmy Schmidt, como finalmente se decidió llamarla, para emitirlos en su plataforma. Y con un encargo de segunda temporada. Finalmente, la serie se lanzó en streaming el 6 de marzo de 2015.
Unbreakable Kimmy Schmidt es una serie tradicional y novedosa al mismo tiempo. Una sit-com al uso que tiene muchos elementos de comedia “marca Fey” (personajes ridículos y extremos rozando lo friki, diálogos y situaciones basadas en el equívoco, delirantes flashbacks que ponen en contexto y dan pistas del pasado de los personajes…). Pero también ofrece un producto lleno de frescura y toques de “mala leche” inusuales en una cadena como Netflix, más volcada hasta ahora en el drama o la dramedia.
La historia parte de un hecho un tanto escabroso y oscuro: la liberación por parte del FBI de un grupo de cuatro mujeres que ha vivido durante 15 años en un bunker en Indiana presas de un culto apocalíptico dirigido por un reverendo llamado Richard Wayne Gary Wayne. Pese a la traumática experiencia, una de ellas, Kimmy (Ellie Kemper), decide irse a Nueva York para empezar una nueva vida. Pronto encontrará un compañero de piso, Titus Andromedon (Tituss Burgess), un actor negro gay que busca una oportunidad como actor de musical sin mucha suerte, y un trabajo como niñera con una jefa casi tan desquiciada como ella, Jacqueline Voorhees (Jane Krakowski).
Unbreakable Kimmy Schmidt: una sit-com alocada e hilarante
Los títulos de crédito son toda una declaración de intenciones del tono general de la serie: vemos a un hombre que relata el “milagro” de la liberación de las mujeres secuestradas durante años a ritmo de un pegadizo jingle, un momento absurdo que desemboca en colores chicle, justo los que a Kimmy le encanta vestir. Estos títulos se inspiran en el viral “Bed Intruder” creado por The Gregory Brothers.
Con este punto de partida nos encontramos con una sit-com con muchos puntos en común con 30 Rock: situaciones hilarantes, argumentos llenos de equívocos, personajes llevados al límite y la Gran Manzana como telón de fondo. Quizá esta decisión de construir personajes-límite ha provocado que a la serie de Tina Fey le han llovido algunas críticas por plantear personajes estereotipados y por las bromas por raza, género o edad.
El carácter del personaje de Kimmy, una optimista infatigable que ha tenido que luchar durante 15 años para no volverse loca, choca con la realidad de la ciudad de Nueva York. La actriz Ellie Kemper compone un personaje casi de caricatura, una especie de “muppet” con toques Disney que encaja muy bien con el tono de una cadena generalista, pero no tanto con una plataforma de contenidos en streaming como Netflix, cuyas series catalogadas como “comedia” escoran más hacia el drama, como es el caso de Orange Is The New Black.
Pese a ello, el invento funciona. Porque, en realidad, el juego de la comedia de Tina Fey es mostrar una personalidad entre infantil y poderosa, una mujer que quiere reinventarse y disfrutar de todo aquello que se ha perdido durante el periodo que duró su cautiverio. Alrededor de ella giran el resto de personajes, y sobre todo, alrededor de su entusiasmo y energía para afrontar las distintas situaciones que se le plantean en su intento de reinventarse, disfrutar de la vida y no descubrir su “secreto”. Una serie entretenida, absurda y dulce como un chicle.