Demasiado melancólico para tratarse de Wes Anderson y excesivamente posmoderno para ser un filme de Truffaut o Godard, Submarine ha sido comparado con algunos de los mejores cineastas de la historia. Pero lejos de una imitación o un collage mal ensamblado, esta película consigue un estilo propio influenciado por la vanguardia cinematográfica francesa y del pop británico.
Esta curiosa mezcla, que funciona a todos los niveles, nace del debut como cineasta del conocido cómico Richard Ayoade, de The IT Crowd y de la primera novela de Joe Dunthorne, que facilita a través de sus textos sarcásticos y mordaces la fluidez de una historia con unos diálogos sin desperdicio. La falta de vicios, o el amor de ambos por el cine y la poesía, respectivamente, crean un resultado tan fresco como original y único.
«La mayoría de las personas piensan que no hay nadie en el planeta como ellos»
“La mayoría de las personas se piensan a sí mismos como individuos: que no hay nadie en el planeta como ellos. Este pensamiento les motiva a salir de la cama, comer y andar por ahí como si nada estuviera mal. Mi nombre es Oliver Tate”.
Así se presenta un quinceañero peinado como un Beatle, mirando descaradamente a la cámara como recién salido de un plano de la nouvelle vague. A través de la profundidad de sus frases sentenciosas, Oliver Tate se desvela como un tierno y delicado adolescente que hace reflexionar al espectador para que no quiera dejar de acompañarle en la búsqueda de su propia verdad, o de sí mismo.
Quizás por su manera de interactuar con la cámara o por ser un gran actor magníficamente dirigido, a Craig Roberts le cuesta muy poco convertirse en ese teenager que todos llevamos dentro. Lleno de miedos a los que enfrentarse, de verdades por descubrir y retos a los que plantar cara. Cada uno de los pasos y logros del protagonista es una satisfacción para la audiencia, a la que un diálogo interior constante a través de la voz en off de Oliver Tate le va contando conclusiones y reflexiones sobre el mundo que le rodea antes de que le dé tiempo de planteárselo.
“Puede resultar pedante pero a veces desearía que me siguiera una cámara”
Efectivamente, Submarine podría ser la película basada en los momentos que todo buen adolescente con crisis de identidad hubiera elegido para contar su propia historia. Y es que la historia y las cosas que le pasan a Oliver Tate no son nada distintas a las de un adolescente europeo medio; en cambio, el enfoque y su mirada al mundo que le rodea hace del protagonista y de Submarine un filme del todo especial.
“No dejes que tus principios se interpongan con el progreso”
Como buen adolescente, la búsqueda de identidad de Oliver pasa por la búsqueda del amor: del que parece haber dejado existir entre sus progenitores y del propio que todavía no ha llegado a experimentar.
En este último, Submarine huye del clásico amor platónico para acercarse a una excéntrica pirómana de su clase, entre cuyas virtudes, está el mero hecho de ser una chica de su edad. Pero no, Joana no es una Manic pixie dream girl al uso y antes de dejarse deleitar por la belleza física Oliver Tate nos explica lo desagradable de los eccemas de su piel.
Como algo secundario (que muestra lo sobrevalorado de lo trascendente como reflejo de la etapa adolescente, o quizás de la era posmoderna), Oliver tampoco concuerda con los principios éticos de su primer amor. A ella le gusta ser parte del bullying y reírse de los más débiles de la clase, algo a lo que Oliver decide no dar importancia en vista de su objetivo principal: conseguir a la chica que le gusta.
«Le pregunté si era mi novia y me dijo: No sé. Pero lo que en verdad quería decir es sí”.
Un videoclip perfectamente cuidado
Colores primarios, imágenes sobreexpuestas y encuadres que bajo la sensación de naturalidad de la cámara en mano no dejan nada a la improvisación, recrean una estética que acompaña los distintos estados de ánimo del protagonista.
El código cromático es otro claro ejemplo del perfeccionismo de Ayoade, que usa las asociaciones de color más básicas como metáfora de los elementos de la escena. Un abrigo rojo que representa el amor o tonos azulados que nos sumergen en lo más profundo del océano a bordo de este submarino con estética de videoclip.
Por último, la situación de los elementos en cada plano ayudan a reforzar el mensaje. El director es capaz de mostrar con una fotografía sobradamente cuidada el aislamiento dentro de una pareja, de recrear una atmósfera de soledad e intimidad en una décima de segundo.
Y es que, aunque la trama gira en torno a las relaciones amorosas, Submarine es una película intimista que trata, en realidad, de las relaciones con uno mismo y de la gestión de las emociones en el proceso hacia la madurez. De cómo cada uno conduce su propio submarino y de su rumbo dependerá si llevarlo a flote o quedarse de por vida sumergido en el agua.
Seis canciones del éxtasis a la melancolía
Hasta hace poco, Submarine era para mí de un gran EP del cantante de Artic Monkeys. Pero la película para la que fue compuesta no sólo llega a la altura de estas seis inolvidables canciones, más acústicas, lentas y profundas de lo que nos tiene acostumbrados Alex Turner, sino que las dota de todo su sentido.
Su voz emerge desde las profundidades del océano para llevarnos a la inmensidad del espacio con la intensidad de sus letras, precisas, certeras y poéticas como «Parselene woman, I’m your man in the moon». Difíciles de describir e imprescindibles de escuchar.