«Recibirá una posesión demoníaca gratis con cada bio-exorcismo»
«Dígalo una vez; dígalo dos veces; a la tercera, quedará encantado»
[Anuncio de Bitelchus haciendo publicidad de sí mismo]
Tres años después de su primer largometraje, Tim Burton dedica otro trozo de su alma a una obra mucho más personal. A Pee-Wee Herman solo pudo acompañarle en su viaje en busca de la bici –en la anterior entrega de este especial-, creando un ambiente único, pero contó con más libertad para la creación de Bitelchus (Beetlejuice, 1988). Aunque le debe el grueso del guión a Larry Wilson (La familia Adams, El pequeño vampiro) y a Michael McDowell (El gato infernal, Pesadilla antes de navidad), que trabajaron también en el corto The Jar, con la obra de arte de otro mundo, no cabe imaginar que Bitelchus y Tim Burton sean nombrados por separado. Cuenta con Geena Davis (Stuart Little, Las chicas de la tierra son fáciles) y con Alec Baldwin (La caza del octubre rojo, Pearl Harbor), antes de comerse a sí mismo, como el matrimonio protagonista; con Wynona Rider (Eduardo Manostijeras, Drácula de Bram Stoker), a la que los años han tratado mucho mejor; y con Michael Keaton (Batman; Batman vuelve; De repente, un extraño), el fantasma escatológico que da nombre a la película, y pieza clave de la historia. Este último realiza una actuación que se me antoja irreconciliable con la película que firma un año después, pero ya entraremos en eso en la próxima entrega.
Al parecer, el argumento inicial era mucho más serio, pero Burton recibió alguna guía para convertirlo en la historia de fantasmas buenrrollista que acabó siendo. Tuvo tanto éxito, que dio lugar a una popular serie de animación sobre el personaje. Precisamente, el que no debe ser nombrado tres veces cumple este 2014 veintiséis años. Sin intenciones de desviarnos mucho de nuestro centro de atención, hay bastantes signos que nos llevan a afirmar con rotundidad que 1988 fue un gran año, pues nacieron otras maravillas como Jungla de cristal (Die hard, John McTiernan, 1988), Willow (Willow, Ron Howard, 1988), ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who framed Roger Rabbit, Robert Zemeckis, 1988) o el apuesto autor de este artículo.
Bien, una vez dejado claro que ya he pasado del cuarto de siglo, podemos meternos de lleno con la película. Una premisa muy básica es usada en Bitelchus: unos recién casados, nuevos en el vecindario, que llaman a un exterminador de bichos. Aunque habría que añadir recién muertos a recién casados y cambiar bichos por vivos y exterminador por bio-exorcista. El contacto entre el mundo de los vivos y el de los muertos queda establecido como un argumento puramente burtoniano, que desarrollará con más profundidad en otros títulos. Coincide con la aparición de personajes que, como será usual en sus historias, no pertenecen a su realidad, a su mundo. Esto, como mencionamos en artículos anteriores, ya pasaba con Vincent y con Pee-Wee, aunque esta vez se entremezcla con el más allá. Muertos que desearían estar vivos y vivos que prefieren estar muertos. O bien, un mundo donde los muertos actúan como si estuvieran vivos, sin haber grandes misterios en su no-vida, y vivos que intentan evocar la muerte, ya sea con detalles tenebrosos, culto a los difuntos o tendencias suicidas. En este aspecto, se va perfilando una corriente cultural en la realidad, que compartirá una inevitable base con el cine de Burton.
Ya dejó preestablecida en sus anteriores obras la incursión de elementos circenses y de espectáculos ambulantes, que en esta utilizará directamente para una de las dos catastróficas apariciones de Bitelchus. La otra aparición, como no podía ser de otro modo, la realiza en stop motion, sin la intervención de Michael Keaton. El hecho de que Burton sea un enamorado de la plastilina, es ya un elemento de la cultura popular, por lo que no entraremos en ello. Bueno, lo aparcaremos hasta 1993. Por último, en las apariciones del bio-exorcista muerto, no sin antes haber sido llamado tres veces, y dentro de uno de los puntos clave de la temática burtoniana, como es el contacto entre vivos y muertos, aparece el casamiento entre un vivo y un muerto. La consecución de esta unión es planteada como un hito capaz de desestabilizar la fina línea que separa los dos reinos.
Sin querer adelantar acontecimientos, en el guión de estas dos primeras películas destacan unos minutos musicales. En la primera, un baile; en esta, una coreografía con playback, que podéis ver más abajo. Ya veremos si sigue utilizando este recurso o lo descarta completamente. Está bien, todos sabemos que años más tarde rodó un musical, pero no estropeéis el suspense. En cuanto a la canción escogida, empieza con «Daylight come and me wan’ go home». Se trata de Day-o, The Banana Boat Song, de Harry Belafonte (Uptown Saturday night, Kansas City). Pero lo que nos interesa es la cita de la canción, que es usada justo al principio de la película. ¿Quién quiere irse a casa cuando llega el día? Claro, los fantasmas que deambulan por la noche. De hecho, Bitelchus aparece siempre de noche. O ¿se hace de noche siempre que aparece?
Quisiera dedicarle un párrafo a otro punto clave de las fuentes de Burton: los monstruos del cine clásico, donde se hacían verdaderos milagros con inexistente presupuesto. Vuelve a usar el juego de sombras e iluminación, las maquetas, el atrezo impresionista y el maquillaje para enfatizar expresiones y sentimientos. De hecho, Bitelchus enterrado en el cementerio de la maqueta del pueblo, guarda similitud con una icónica escena de Plan 9 del espacio exterior (Plan 9 from outer space, Ed Wood, 1959). En concreto, los recursos cochambrosos de Ed Wood y del resto de directores de terror clásico de bajo presupuesto, van a marcar los patrones de los escenarios de la primera etapa de películas de Burton.
Para terminar, no puedo obviar el googleado que he hecho sobre Bitelchus, Beetlejuice y Betelgeuse, pues nunca hay que dejarse ningún cabo suelto –sobre todo, si estáis planeando un Crimen perfecto-. El verdadero nombre de la criatura es Betelgeuse, aunque termina llamándose Beetlejuice –Zumo de escarabajo, como todos sabéis- por su estrecha similitud en inglés. Sí, pero ¿qué es Betelgeuse? Podría deciros que es una compañía de Idaho que transporta tapones usados de vino burdigalense, o que se trata de la horrible criatura que inspiró y enloqueció a Lovecraft. Pero lo cierto es que es una estrella de la constelación de Orion, que fue llamada así por error, según varios estudios que no pienso cuestionar. Por lo visto, una mala interpretación de un punto diacrítico hizo que se le llamara Bet elgeuse, en vez de Jet elgeuse, como debió haber sido en realidad. Sin duda, habrían tenido problemas con el título original, pues no parece tener similitud con Beetle juice. Aunque en español no nos habríamos roto las neuronas. El título en nuestro país habría sido cutre y exquisito, o exquisitamente cutre, tal y como nos tienen acostumbrados.
Habría quedado algo parecido a esto: ¡Yitelchus! ¡Yitelchus! ¡Yitelchus!