—¡No he hecho nada! ¡No he hecho nada! Te lo aseguro. No me mates. ¡No me mates!
—No voy a matarte. Solo quiero que me hagas un favor: vas a hablar a tus colegas de mí.
—Pero ¿quién eres?
—Soy Batman.
Tras algunas semanas de parón forzoso, continuamos con el especial de Tim Burton para MagaZinema. Ruego a los de arriba que no me lo tengan muy en cuenta, pues he tenido que atender a mis deberes de empresario multimillonario mientras salvo la ciudad. Bien, solo un año después de su estupenda segunda película, Burton fue elegido para un proyecto gordo de la Warner. Esto le supuso contar con más presupuesto, medios y reconocimiento por el trabajo. Batman ya era familiar para el público por las adaptaciones anteriores (1966-1968) que protagonizó Adam West (Robinson Crusoe de Marte, Bonanza), por lo que contaba ya con gran parte del trabajo hecho. ¿Por qué? Es cierto que cualquiera no puede hacer una película de superhéroes, pues no todas han resultado ser productos de calidad, por no tachar a alguna de catastrófica –pronto hablaremos de superhéroes en el cine, si mis benefactores dan el visto bueno-, pero no puede obviarse que una cinta de Batman atraería a más público que una de la Chica Ardilla (Squirrel Girl) en cualquiera de las realidades alternativas del mundo que podamos visitar.
Tal y como veremos en ese posible futuro artículo, el Batman de Adam West pertenece a lo que he llamado la prehistoria de los superhéroes. Del mismo modo, el Batman de Tim Burton corresponde al renacimiento superheróico, que establece el inicio efectivo de las adaptaciones cinematográficas del cómic. Me refiero al cómic en general, pero entrarían en ese concepto cómics, tebeos, tiras en los diarios y novelas gráficas, entre otros. Por tanto, a partir de 1989 se van a ir sumando a la moda de las adaptaciones todo tipo de historias, no solo superhéroes. Pero, ¿qué serían de los superhéroes sin un buen villano? Nada, pues no existirían. Es ya un elemento de la cultura popular que «un héroe se define por la calidad de su villano», que se amplía por tanto a la calidad de la historia. Esto se cumple a la perfección con el villano que nos ofrece Burton, el Joker (Guasón en Iberoamérica), villano por excelencia, villano entre villanos, solo igualado –en mi opinión- por Norman Osborn (Duende Verde).
Como en el anterior artículo, he googleado un rato por la red de redes para contrastar ideas, y he encontrado una de las posibles inspiraciones de Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane (1940) a la hora de crear a Jack Napier (Joker) –que me perdonen los más listillos del cómic por mi desconocimiento-: El hombre que ríe (The man who laughs, 1928, Paul Leni). He incluido una captura de la película para que podáis contrastar a Conrad Veidt (El gabinete del Dr. Caligari, Las manos de Orlac) con Jack Nicholson (El Resplandor, Mars Attacks!) como el Joker. Mi punto es que Burton tomó referencia directa de la cinta de 1928 para buscar a su actor, y no de los 49 años de cómic, pues su similitud es asombrosa. Un Nicholson que viene de jugar a las cartas con los trastornados del hospital psiquiátrico del nido del cuco, y que realiza una interpretación insuperable del villano. Va a ser el mejor villano de esta época de superhéroes, donde el maquillaje juega un papel fundamental. Como último detalle del Joker, quisiera comentar que es uno de los máximos representantes de los elementos circenses que tanto gustan a Burton, y a los que este ha recurrido una y otra vez hasta la actualidad. Que el villano y sus secuaces fueran payasos, encajaba a la perfección con los gustos del director. Las líneas blancas y negras, para nada casuales, van a reforzar la estética burtoniana que ya vimos en la vestimenta de Bitelchus.
Esta estética va a ser uno de los puntos clave de la corriente artística del universo Burton, que ya hemos comentado alguna vez. Entre otros, esqueletos y coqueteo con la muerte, números musicales, como el del restaurante del museo de Gotham, y continuas inclusiones de obras de arte, tales como pinturas y esculturas. Quizá su rasgo más característico, la influencia del impresionismo expresionismo alemán de los años 20 –no es de extrañar tampoco el recurso directo a la sonrisa de Conrad Veidt-, puede verse materializado en las maquetas de Gotham e inspirado en Metrópolis. Y, como si estuvieran sacados de películas de cine mudo, como las mencionadas, se encuentran muchos encuadres, composiciones, expresiones y recursos de iluminación, que ayudan a su vez a transmitirnos el ambiente rancio y contaminado de Ciudad Gótica.
El último punto que quiero señalar de la temática burtoniana, que he esperado tres películas para comentar, para ver si se repetían o eran caprichos puntuales del cineasta, es el anuncio de televisión como otro recurso artístico. En el primer largometraje, Pee-Wee enfocaba la recta final de su aventura gracias a un anuncio de televisión; en el segundo, Bitelchus (Michael Keaton) se daba a conocer de una forma muy original, ya que ninguno de los otros muertos habría hablado de él a la pareja protagonista; y en Batman, Keaton (De repente un extraño) cede su aparición en la tele a Nicholson, aumentando cada vez más la locura y absurdidad del espacio publicitario. De hecho, si profundizáis un poco más en los mensajes que transmiten estos anuncios, podréis comprobar que Burton nos ofrece la clave para resolver el nudo de la historia en todos ellos, pero eso os lo dejo como deberes para la próxima vez que nos veamos.
Para terminar, mencionaremos el guión de Sam Hamm (Batman, Batman vuelve), con unos cuantos spoilers. Bitelchus vestido de murciélago venga indirectamente a una familia que ha sido robada. Más tarde, esa familia tendrá un gran paralelismo con la muerte de sus padres. Por otro lado, el loco del resplandor es traicionado por sus compañeros mafiosos y se cae en un bol de ácido, que lo deja aún más trastornado. -En mitad se cuela Lando Calrissian como fiscal de distrito, pero eso deberíamos dejarlo para otros artículos-. Ambos personajes no se verán las caras hasta cinco minutos antes del final de la película, como dos líneas que convergen en un punto de corte, siendo la chica que les mola a los dos el elemento de unión. Pero hay un par de detalles bastante curiosos en estas dos historias: la mutua dependencia. Es una premisa que ya profundizará en 2012 Christofer Nolan (Trilogía del caballero oscuro), donde se expresa abiertamente que el héroe depende del villano. Esa extrema dependencia se manifiesta en el asesino de los padres de Batman (Joker) y en el culpable de la creación de Joker (Batman). Por cierto, creo que no hace falta a estas alturas comentar las estupendas elecciones de los actores para ambos roles.
Por mucho que evolucione el género de superhéroes, el Batman de Tim Burton -recordemos, de 1989- es un producto redondo, que no debería ser comparado con posteriores adaptaciones por numerosos motivos -de nuevo, recordad que hay 23 años de diferencia-. El argumento es previo a la moda de los siguientes años, donde los directores y productoras se empeñaron en perder más de la mitad de la película mostrando el origen del superhéroe. Por último, de cara al Batman que está preparando Zack Snyder (300, Watchmen) para el próximo año 2016, solo puedo esperar que no siga el camino de su mejorable El hombre de acero (Man of steel, 2013).